La semana pasada comenzamos a publicar (véanlo aquí) una serie de cuestionarios hechos a especialistas psicólogos, educadores,
madres y padres blogueros de Iberoamérica, todos amigos y amigas volcados a la
crianza consciente. Hablamos sobre un elemento escaso e imprescindible que sin
duda nos inquieta toda vez que desearíamos tener a raudales durante el inmenso
desafío de criar a los hijos: la paciencia.
En esta oportunidad les traigo la respuesta de Ileana Medina Hernández, periodista
cubana-española, coautora del libro “Una Nueva Maternidad”, mamá bloguera (Blog Tenemos Tetas) volcada en la crianza con apego. Espero
que disfruten y aprovechen tanto como yo, de los quilates de las opiniones inteligentes,
preclaras y sustantivas que generosamente en medio de las infinitas ocupaciones
de mamá puérpera -entre porteos y dar la
teta- nos regala, mi querida y admirada colega.
¿Qué es la paciencia?
Digamos que la paciencia es el momento intermedio entre la
empatía y el enfado. Cuando hay empatía, identificación, conexión, no hace
falta paciencia, todo rueda. Las dos personas estamos juntas y compartiendo
porque a ambas nos apetece. Cuando se acaba la conexión, la coincidencia espontánea,
hay que echar mano de la paciencia, de la capacidad de tolerar, de soportar, de
acompañar... aun cuando no sea nuestro deseo en ese momento. Y ya cuando no nos
queda ni la paciencia, llega el enfado, el mal humor, los gritos, la imposición
o la violencia.
¿Qué importancia tiene la paciencia en la
crianza de los hijos?
La paciencia tiene mucha importancia en la crianza porque es
el umbral que evita que lleguemos a ser violentos con ellos. Por violencia no
entiendo solo pegar, también gritar o imponer nuestros puntos de vista. Me
gusta la definición de violencia que da Laura Gutman: hay violencia siempre que
dos deseos diferentes no pueden coexistir. Entonces, fijémonos cuantas veces
somos violentos con nuestros hijos.
Para los niños todo es un juego: comer, vestirse, bañarse...
todo es jugar para ellos. Eso no encaja a menudo con los planes y los tiempos
que tenemos los adultos. Lo ideal sería que para criar todos contactáramos con
nuestro "niño interior", y que tuviéramos disponibilidad real y emocional
para pasar horas acompañando a nuestros hijos, a jugar, a explorar, a
redescubrir el mundo con ellos, a insertarlos en nuestros trabajos, etc...
Pero desgraciadamente, eso es muy poco frecuente. Los
adultos perdimos a nuestros niños interiores en alguna parte del camino.
Entonces, como mal menor, debemos echar mano de la paciencia, la tolerancia, la
capacidad de llegar a acuerdos, de respetar y tomar en serio las necesidades y
los deseos de nuestros hijos. Para eso sirve la paciencia.
¿Por qué a los padres
se nos hace tan difícil ser pacientes con nuestros hijos?
Se nos hace difícil porque a su vez los adultos no fueron
pacientes con nosotros cuando éramos niños. Casi todos venimos de educaciones
muy autoritarias, de historias transgeneracionales de abandono emocional
importantes. Así, cuando devenimos padres, nos cuesta mucho hacer las cosas de
modo diferente. Transmitimos la violencia, el "pecado original", de
generación en generación.
La ira que tenemos acumulada de nuestra propia infancia
reprimida sale a la luz, sobre todo con nuestros niños. No sacamos la ira con
nuestros jefes, nuestros compañeros de trabajo, nuestros maridos: la vomitamos
sobre los niños que son la parte más débil de la cadena.
¿Qué podemos hacer para que la paciencia nos acompañe de un modo
genuino y sostenible durante las exigencias diarias que demanda la crianza de
los hijos?
Tenemos primero que tomar conciencia. Por lo menos a nivel
teórico, tenemos que ser conscientes de que nuestros niños necesitan y merecen
padres y madres pacientes, que sostengan, respeten y acompañen. Que merecen el
mismo respeto que cualquier adulto, o más, porque al fin y al cabo son las
personitas que más amamos en el mundo. Todavía mucha gente justifica el uso de
la violencia contra los niños. Y desde ahí, poco se puede avanzar.
Ese es el primer paso, pero no es suficiente. Muchos tenemos
la teoría clara, pero en la práctica nos desbordamos muy a menudo. A mí me
sucede con mi hija. A veces grito o impongo, y luego me siento fatal. Porque no
basta con la conciencia racional, hace falta abordar nuestras realidades
emocionales, nuestros propios desamparos infantiles.
¿Cómo se cultiva la
paciencia?
La paciencia pertenece al grupo de cualidades que nos
permiten el acercamiento al Otro, como la generosidad, la solidaridad, la
empatía, la ternura... en general, el amor. Para cultivarla, es preciso
asomarnos a nuestra sombra, abordar nuestras carencias inconscientes, dejar de
ser niños necesitados nosotros mismos. Madurar, trascender el ego. Es lo que en
general se conoce como crecimiento personal, desarrollo espiritual si se
quiere. Aumentar nuestra capacidad de amar, de ponernos en el lugar del otro,
de dar, en lugar de centrarnos en recibir lo que no recibimos en nuestra
infancia. Como dice Jodorowski, el amor (la mirada, la atención) que no
recibimos en nuestra infancia ya nadie nos la va a dar, así que centrémonos en
darla nosotros, en descubrir el manantial inagotable de amor que emana de cada
uno cuando nos permitimos romper nuestras corazas.
La mayoría de los adultos en nuestra sociedad somos adultos
carentes, egoístas, inmaduros... centrados en llenar nuestros propios agujeros
emocionales a través del consumo, el trabajo, la comida, la televisión, la
apariencia exterior, la vida social, la vanidad... Así no podemos criar a nadie
sin transmitir esos mismos agujeros.
Cultivar la paciencia es parte de un trabajo de crecimiento
personal mucho más grande. Podemos y debemos aprovechar la maternidad y la
paternidad para ello. Si todos los caminos de crecimiento personal coinciden en
la necesidad de dinamitar el ego, no hay taller mejor, oportunidad mejor para
eso, que la crianza respetuosa de nuestros hijos. No hay un encuentro con el
Otro más poderoso y transformador que el encuentro con nuestros hijos.
¿De dónde sacamos la paciencia cuando sentimos que ya no nos queda ni un poquito?
¿De dónde sacamos la paciencia cuando sentimos que ya no nos queda ni un poquito?
Cuando permanecemos tiempo con los niños, casi todos, más
tarde o más temprano, terminamos sintiendo que no podemos más.
Siempre digo que es muy fácil ser "espiritual",
meditar u orar en celibato o en soledad, como hacen curas, monjes y gurúes.
Pero me gustaría verlos como aplican sus teorías rodeados de niños. Intentar
estar presentes y satisfacer nuestras propias necesidades, manteniendo el respeto
y la satisfacción de las necesidades de los niños, es el reto
"espiritual" mayor que hay.
Cuando sentimos que la paciencia se nos acaba, podemos
salir, respirar, pedir ayuda. Las madres solemos estar muy solas criando.
Buscar tribu, familias amplias, amigas, otras madres y familias con las que
compartir la crianza suele ayudar mucho.
En el momento en que nos sentimos desbordados, es necesario
saber parar, mirarnos, salir de la habitación, y dejar al niño con otra persona
si es posible.
También reconocer ante el niño nuestra falta de paciencia.
Yo suelo decirle a mi hija que la paciencia se me acaba, y eso me ayuda a
relajarme y a reírnos las dos. También le insisto en que es un problema mío, y
que la culpa no es suya.
¿Cómo reconducir las
respuestas violentas hacia nuestros peques cuando nos sentimos desbordados?
Es difícil. Buscar mecanismos de humor, reconocer ante los
niños que nos estamos desbordando, es una buena manera. Yo creo que en el
momento que nos atrapa la ira es difícil ya dar atrás. Por eso el trabajo
principal es a largo plazo. Pero desde luego, en el momento en que ya nos
encolerizamos, es necesario mirarnos a nosotros mismos, desarrollar la
capacidad de mirarnos como quien se mira "desde afuera" y ver el
ridículo que hacemos muchas veces.
Buscar el humor, reconocer ante los niños que la paciencia
se nos está acabando, y que es un problema nuestro, no del niño.
Criar respetuosamente es el reto más grande de nuestras
vidas. Pero vale la pena, no sólo por los niños y por el futuro, sino por
nosotros mismos. En la medida en que los respetemos más a ellos, seremos más
felices y mejores personas, ganaremos nosotros tanto o más que ellos.
Hoy en día no está de moda hablar de amor, de paciencia, ni
de virtudes. Parece algo propio de la iglesia o así. No es progre. Hay que
disfrazarlo de "inteligencia emocional" para que pegue en los
contextos mediáticos. Pero la gente se cree que la inteligencia emocional es
algo para ser más productivos en la empresa, más populares y más
"chachis". Solo se valora aquello que nos hace más productivos o más
seductores. Pero la alfabetización emocional comienza desde el mismo momento
del nacimiento. Cuando nuestros niños son criados con amor y respeto por sus
necesidades mamíferas y emocionales. Si las cosas se hacen bien desde el
principio, no hay que desandar lo andado. De ahí parte todo.
Lee las demás entregas de este especial con entrevistas y puntos de vista sobre la paciencia en la crianza, en los enlaces siguientes:
Email: conocemimundo@gmail.com
Twitter. @conocemimundo
FB: Conoce Mi Mundo
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