A
partir del nacimiento de un hijo, las mujeres ingresamos de pronto y sin aviso en
un estado físico y psicológico potente, desconocido, perturbador. Un tramo crítico
del camino de la crianza que a menudo atravesamos sin preparación ni conciencia
de lo que implica en su profunda e inmensa dimensión y del que ni remotamente
sospechamos en qué medida viene a transformarnos la propia vida y a determinar
la vida de nuestros hijos e hijas. Me
refiero al puerperio.
El
instinto materno, se despliega cuando nace nuestro hijo. En la medida en que
los nacimientos sean menos intervenidos médicamente -es decir, según sean más
respetados- la oxitocina, la prolactina
y otras hormonas responsables de orquestar el parto y la lactancia, eclosionan también con el propósito de
consolidar el vínculo mamá-bebé. Este complejo mecanismo diseñado por la sabia
naturaleza, se encargará de que la madre enloquezca de amor por su cría y estreche
potentes lazos que le impelen a interpretar y cubrir minuciosa, continua e
inmediatamente sus necesidades así como protegerla de amenazas para garantizarle
la sobrevivencia. Gracias a ello, hemos sobrevivido como especie. Mamá y bebé funden
sus almas. Aún cuando se separan
físicamente después del parto o nacimiento, continúan fusionados emocional y
psicológicamente constituyendo una díada que inicia a partir del nacimiento y
que se extiende a lo largo de dos a tres años cuando la cría comienza a separarse
en la medida que adquiere progresivamente autonomía y desarrolla sus primeras nociones de individualidad.
Notarán
que hasta ahora describo un escenario
completamente diferente al que nos han contado. Nos dicen que el puerperio o
posparto -al que también llaman cuarentena- constituye básicamente un período
de veda sexual tras el parto o nacimiento, para dar tiempo a que la mujer se
“recupere” físicamente. Y es que con
frecuencia, en asuntos del alma femenina, maternidad, bebés y crianza, la realidad resulta muy distante de
lo que se aprende en la academia y por ende de lo que nos advierten los “especialistas”,
pero también de lo que nos muestran las fotografías de portadas de revistas con
bebés rozagantes y felices en los brazos de súper modelos con rostros
“impecables” y cuerpos entrenados en gimnasios. En medio de esta construcción
social nos sorprende la realidad del
puerperio desde una mirada errónea o estrecha, que conduce a negarlo y pasarlo
de largo bajo la presión de retomar en poco tiempo las condiciones anteriores a
la gestación, cosa por demás imposible, porque ninguna mujer tras el nacimiento
de un hijo volverá a ser física, psicológica o emocionalmente la misma que era
antes. Y aquí viene la pregunta a quema ropa: ¿serán la mayoría de los diagnósticos
de depresión posparto uno de tantos despropósitos producto de la
desnaturalización del puerperio?
Son
muy pocos o más bien pocas, diría yo (la autora argentina Laura Gutman entre
ellas) quienes advierten que el puerperio no termina a los cuarenta días tras
el parto. Ningún obstetra avisa a la mujer puérpera que su alma se rompe tras
la ruptura del cuerpo, que ante nuestra cría en brazos, aflora también la niña
que fuimos y que se encuentra alojada en la sombra con todas
sus memorias de desamparo. Rara vez alguien nos explica como lo hace la Gutman,
que, si el entorno respeta y permite que
suceda el proceso natural, toda la
energía, la disponibilidad, el impulso de la madre reciente, su libido se
dirigen a atender, proteger, sostener, alimentar al bebé; que
la percepción se vislumbra a través de los sentidos del bebé, que los ruidos se
escuchan más fuertes porque alteran al bebé, que todo tiempo, todo ritmo se acompasa
con los del bebé y es por eso que la madre puérpera a menudo tiene la sensación
de haber enloquecido… en resumen, que nos mudamos al planeta bebé y el mundo cotidiano, el mundo exterior, se vuelve ajeno, distante, difícil de digerir, se convierte en una carga
muy difícil de sobrellevar que desborda, que satura a la mujer puérpera.
Durante
el puerperio, es imprescindible que las mujeres tengamos apoyo de personas
empáticas y altruistas que intermedien entre nosotras y el ámbito fuera de la
esfera de la fusión emocional con nuestra cría, el de los asuntos domésticos,
el del pago de las cuentas, el trabajo en la oficina o cualquier actividad que
entrañe distancia física y emocional con nuestro bebé, las ocupaciones y
preocupaciones por proveer lo necesario para la subsistencia y el
funcionamiento del hogar, la organización de las rutinas si hay hijos mayores
que atender, las relaciones o asuntos familiares… Otra cosa que casi nadie registra
es que las mujeres puérperas así como no estamos disponibles para un extendido
etcétera que nos saque de la sincronía con nuestra cría, tampoco nos sentimos
sexualmente disponibles para el varón, lo
cual no significa que lo hayamos dejado de amar. Esta situación pocas veces se
entiende y atiende con madurez, provocando el naufragio de muchas parejas. Pero
de este tema me ocuparé con detalles en el próximo post.
En
conclusión, la mujer puérpera necesita y debe ser comprendida y sostenida fundamentalmente
por su pareja o por la figura cada vez más protagónica de la doula, así como por toda
una red que bien pueden entramar familiares, amigos, vecinos, la sociedad, las
políticas públicas, las leyes… Pero un apoyo bien entendido no consiste en saturar a la madre reciente con lo que debe o
no debe hacer, ni reside en atender al
bebé por ella, sacarlo de su regazo o darle el biberón para “quitarle un peso”,
ni se basa en crear más guarderías para que la madre pueda irse a trabajar
lejos de su cría. Una ayuda genuina supone
descargarla de tareas, de ritmos, de tiempos, de sistemas ajenos a los que
demanda la díada, para que la madre reciente se dedique enteramente a
profundizar el vínculo y descubrir por sí misma con ayuda de su sabio instinto
-ahora a flor de piel- el modo de amar y
cuidar a su bebé. Porque es el cuerpo de la madre, su olor, su calor, su
mirada, su voz, su leche lo que una cría humana, primate, mamífera, realmente
necesita de manera constante durante el período de fusión que no se reduce a
cuarenta días, sino que se extiende a lo
largo de dos a tres años durante los cuales ambos nadan dentro de las mismas
aguas emocionales. Realidad que la mayoría de los parientes, profesionales de
salud y que la sociedad en general no reconoce y por tanto no nos cuenta ni
mucho menos nos acompaña a atravesar.
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Gracias Berna, me ha encantado esta entrada.
ResponderEliminarWao!!!! A medida que iba leyendo tu post era como revivir todos esos momentos después del nacimiento de mi hija, y que todavía, 9 meses después sigo sintiendo. Nadie te dice lo difícil que puede ser emocionalmente hablando esos días, ninguna madre te explica que puedes ser la mas valiente del mundo pero también la mas insegura y temerosa. Nadie te dice que todas las emociones que se viene sobre nosotras pueden llegar a ser abrumadoras y que a veces el único desahogo es sentarse a llorar. Mis amigas no me lo dijeron, y tampoco mi mama. Todo el mundo se sienta a decirte lo maravilloso de ser mama, y no me malinterpreten, lo es!! Pero nadie cuenta esos momentos de angustia cuando es mejor dejar al bebe en su cuna mientras llora inconsolablemente a pesar de haber revisado la lista de todo lo que puede provocar el llanto, y al mismo tiempo llorar con el. No... nadie te lo dice, nadie es sincero.
ResponderEliminarYo por mi parte he vivido tanto todo este proceso, no solo desde el punto de vista de la maternidad sino también desde un punto de vista analítico, seguramente por mi vena científica. Es por ello que cuando hablo con mis amigas futuras mamas soy sincera, no para asustarlas sino para que estén consientes de lo que sentirán y vivirán esos días. Porque entendiendo el proceso estarán mejor preparadas. Habrán días duros, de trasnochos y de agotamiento extremo, donde se sentirán abrumadas, los tendrán, pero también habrán días maravillosos, donde una sonrisa hará olvidar todo.
Gracias por tu sinceridad Berna, siempre es un placer leerte.
Muy identificada por la entrada y el comentario, a veces llegué a sentir que simplemente no valía para ser madre por que NADIE te explica que esa sensación de agobio puede aparecer y que no pasa nada por decirlo, aún hoy cuando lo digo veo que resulta una especie de tema taboo. Conocer y estar preparada ante la posibilidad de una depresión post parto o un baby blues es muy importante.
ResponderEliminarTe agradezco que sea una visión nueva al puerperio y que pongas de manifiesto lo que a muchas mujeres les sucede en cuanto a un volcado exclusivo de su libido en la cría, pues esta situación necesita una comprensión social de la que ahora mismo carece, pero no es bueno generalizar, porque entonces se crean otros grupos de mujeres marginadas. En mi caso, que he establecido un vínculo potente con mi bebé, del que no me separo y con cuyos cuidados disfruto muchísimo, me he seguido sintiendo sexualmente activa. El sexo no es sólo una respuesta física hormonal, es una forma de comunicación que si ha ocupado un lugar importante en tu manera de expresarte, difícilmente desaparecerá aún ante los cambios drásticos del puerperio. Así mismo, el sistema hormonal es un misterio. Hay un 2% de mujeres que menstruan al terminar la cuarentena aún dando el pecho a demanda y en exclusiva, entre las que me encuentro. Se nos hace sentir raras y cuestionadas ("seguro que mama suficiente y a demanda?"), y esto es marginar a un grupo para liberar a otro, como lo de ensalzar las curvas femeninas para normalizar los cuerpos que tienen esas curvas haciendo sentir mal entonces a las mujeres con poco pecho y sin caderas, en vez de señalar que cada persona es como es y digna de respeto en su ibdividualidad.
ResponderEliminarMe emocionó mucho es tal cual esta expresado en este post muchas gracias por escribirlo, ya que es una manera de acompañar y hacer ver a mi y a otras madres que no estamos locas, que es algo natural y hermoso que hay que atravesar después de la llegada de nuestro bebé
ResponderEliminarmuchas gracias por escribirlo, es una manera de acompañarnos y hacernos sentir que no estamos locas, que eso no es malo que es algo que hay que atravesarlo y nos sirve de mucho apoyo para recuperarnos . Me encanto leerlo.
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