"...hay que soñar en voz alta, hay que cantar hasta que el canto eche raíces, tronco, ramas, pájaros, astros..." Octavio Paz. El Cántaro Roto.

CRIANZA EN CULTURA DE PAZ

Conocer , comprender y respetar cada etapa evolutiva y necesidades legítimas de los niños y adolescentes. Reconectar con lo mejor de nosotros mismos. Transitar hacia el lindo horizonte de un mundo más humanizado.

miércoles, 24 de abril de 2013

Ya soy papá ¿ahora qué hago?

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Si partimos del principio de que la capacidad de amar y tejer vínculos profundos,  no es potestad reservada al sexo femenino, debemos dar al hombre el lugar que le corresponde como padre involucrado,  presente y activo en el cuidado de sus hijos. Papá ni es prescindible ni menos importante que mamá. Cada uno desde la función que es llamado a asumir, cumple un papel fundamental a lo largo de la crianza y especialmente durante el puerperio o posparto.

Por una parte, mientras que para sobrevivir, la cría necesita de una madre poderosamente conectada que sepa interpretar y satisfacer sus necesidades de inmediato, el papel del papá reciente -si está presente- es igualmente trascendental y consiste, a su vez, en asegurar y proteger la díada mamá-bebé. (Esto lo explicamos más detalladamente en el post anterior donde se mencionaba lo importante que es para una mujer puérpera y para su cría dedicarse por completo a atenderla, alimentarla, higienizarla, llevarla permanentemente en su regazo…) Y es justamente a través de la función de sostener a la madre, como el padre desarrollará el vínculo con su hijo. El papá tiene un pie fuera y otro dentro de la díada mamá-bebé. Es el intermediador, descarga a la madre de muchísimas responsabilidades ajenas al cuidado de su bebé. Parafraseando a la psicóloga española Violeta Alcocer, el papá abre su paraguas para resguardar la díada mamá-bebé durante la fusión del puerperio y entonces la madre le abre la puerta al padre para que este pase y desarrolle el vínculo con su hijo a través de ella, convirtiéndose así en una tríada padre-madre-hijo. Es necesario no confundir el acercamiento del padre a su hijo -como pasa a menudo- con sacarlo del pecho de la madre para darle un tetero.  Acercarse significa apoyar a la madre reciente para que se sienta lo más relajada, descansada y disponible a dar el pecho, cargar, consolar a su bebé… porque como dije en el post anterior, es el cuerpo de la madre, su olor, su calor, su mirada, su voz, su leche lo que una cría humana, primate, mamífera, realmente necesita de manera constante durante el período de fusión que no se reduce a cuarenta días,  sino que se extiende a lo largo de dos a tres años durante los cuales ambos nadan dentro de las mismas aguas emocionales.

Otro papel de papá tras el puerperio,  y que explica muy bien Laura Gutman en su libro “La maternidad y el encuentro con la propia sombra”, es el de la separación. Cuando los tiempos de maduración están dados para que la fusión comience a desprenderse, es decir, cuando el niño cobra más autonomía y se va convirtiendo en “yo soy” (alrededor de los dos a tres años) el papá separa al niño o niña de la fusión. ¿Y cómo lo hace?, diciendo por ejemplo: ahora es el tiempo para mamá y papá, vamos a salir a disfrutar de un tiempo solo para los dos, o ahora es el tiempo para papá e hijo-a, vamos a pasear, vamos a jugar, vamos a comer y dejamos que mamá se tome su propio tiempo. Esta función paterna, aclara la autora argentina, es muy importante porque de no haber quien separe, se corre el riesgo de que se prolongue la fusión hasta devenir en la apropiación por parte de la madre sobre la vida del hijo. Así mismo señala que en  casos donde el padre biológico no estuviera presente,  una figura masculina respetuosa y amorosa, como abuelo, tío, nueva pareja de la madre, podría asumirla. Con esto el padre, o la figura paterna, por un lado, logra  rescatar a su mujer, logra que la pareja vuelva a recuperar más espacios, y por el otro,  consolida el vínculo directo con su hijo o hija sin la intermediación de la madre.

Algo que debería resultarnos mucho más sencillo y saltar a la vista simplemente con usar el sentido común, tiende a complicarse a partir del desconocimiento y de la falta de referentes. Además de que parimos,  o tal vez por esa razón entre otras, a las mujeres desde niñas nos entrenan para ser madres. Los varones, en cambio,  casi nunca son socializados para la paternidad  (que un niño juegue con muñecas hace levantar sospechas) y aunque los tiempos van cambiando, en general se les sigue preparando, en el mejor de los casos,  para engendrar y para proveer económicamente desde la distancia afectiva.  Por tanto, llegado el momento, es más difícil que el varón encuentre identidad en el hecho paterno. Sin referentes ni preparación, es frecuente que el nacimiento de un hijo sorprenda al hombre con mucha angustia e incertidumbre. Por otro lado los tiempos de nutrir a la pareja casi desaparecen para cubrir las demandas del hijo que nace.  Sin embargo la mujer acompaña y es acompañada por su cría, mientras que el varón, se queda solo. En algunos casos, según sea el aprendizaje o la madurez emocional, puede que el varón llegue a experimentar la fusión madre-bebé, desde los celos y el abandono por parte de su pareja. A todo esto se suma el hecho de que las mujeres puérperas así como no estamos disponibles para un extendido etcétera que nos saque de la sincronía con nuestro bebé, tampoco nos sentimos sexualmente disponibles para el varón,  lo cual no significa que lo hayamos dejado de amar. Toda esta situación muy pocas veces se entiende y atiende con madurez, provocando el naufragio de muchas parejas. En este sentido la llegada de un hijo se plantea como una prueba para la relación. En la medida en que no hemos tejido vínculos más allá del juego romántico y los encuentros sexuales, si no hemos construido la relación sobre las bases del compromiso, la incondicionalidad, la solidaridad, la comunicación profunda y honesta, llegado el nacimiento de un hijo, la pareja enfrenta más riesgos de quebrarse. De hecho es muy frecuente que suceda  durante  el puerperio. Saquemos  cuenta de los casos conocidos  (cuidado si propios)  donde el adulterio, la separación temporal o la ruptura definitiva ocurren durante los primeros meses o años tras la llegada de un hijo o hija.

La autora Laura Gutman, quien según mi criterio brinda una de las miradas más profundas y certeras acerca del puerperio,  por un lado explica que cuando un varón cumple con el papel de sostener, consentir y cuidar a la mujer puérpera, le está abriendo más posibilidades y disposición a su pareja para establecer vínculos y por lo tanto sentirse mejor y más disponible para él.  Por otra parte ante la situación de sensibilidad corporal y emocional que atraviesa una mujer puérpera, propone feminizar las relaciones sexuales. Es decir, que las conversaciones largas con masajes suaves,  los besos apasionados, los abrazos prolongados, se conviertan en la expresión sexual de la pareja, más allá  de la penetración o del sexo exclusivamente genital.

Si cada uno, papá y mamá,  entiende y atiende conscientemente la naturaleza propia del puerperio y el papel que es llamado a ejercer durante este período crucial de la sexualidad femenina y de la crianza, será mucho más factible atravesarlo satisfactoriamente y nuestros niños serán los beneficiados.

Enlaces relacionados:

Lo que no se dice sobre el posparto o puerperio

 

Twitter. @conocemimundo

 

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