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Si partimos del
principio de que la capacidad de amar y tejer vínculos profundos, no es potestad reservada al sexo femenino, debemos
dar al hombre el lugar que le corresponde como padre involucrado, presente y activo en el cuidado de sus hijos.
Papá ni es prescindible ni menos importante que mamá. Cada uno desde la función
que es llamado a asumir, cumple un papel fundamental a lo largo de la crianza y
especialmente durante el puerperio o posparto.
Por una parte, mientras
que para sobrevivir, la cría necesita de una madre poderosamente conectada que
sepa interpretar y satisfacer sus necesidades de inmediato, el papel del papá
reciente -si está presente- es igualmente trascendental y consiste, a su vez,
en asegurar y proteger la díada mamá-bebé. (Esto lo explicamos más
detalladamente en el post anterior donde se mencionaba lo importante que es para una mujer
puérpera y para su cría dedicarse por completo a atenderla, alimentarla,
higienizarla, llevarla permanentemente en su regazo…) Y es justamente a
través de la función de sostener a la madre, como el padre desarrollará el
vínculo con su hijo. El papá tiene un pie fuera y otro dentro de la díada mamá-bebé.
Es el intermediador, descarga a la madre de muchísimas responsabilidades ajenas
al cuidado de su bebé. Parafraseando a la psicóloga española Violeta Alcocer, el
papá abre su paraguas para resguardar la díada mamá-bebé durante la fusión del
puerperio y entonces la madre le abre la puerta al padre para que este pase y
desarrolle el vínculo con su hijo a través de ella, convirtiéndose así en una tríada padre-madre-hijo. Es necesario no
confundir el acercamiento del padre a su hijo -como pasa a menudo- con sacarlo
del pecho de la madre para darle un tetero.
Acercarse significa apoyar a la madre reciente para que se sienta lo más
relajada, descansada y disponible a dar el pecho, cargar, consolar a su bebé… porque
como dije en el post anterior, es el cuerpo de la madre, su olor, su calor, su
mirada, su voz, su leche lo que una cría humana, primate, mamífera, realmente necesita
de manera constante durante el período de fusión que no se reduce a cuarenta
días, sino que se extiende a lo largo de
dos a tres años durante los cuales ambos nadan dentro de las mismas aguas
emocionales.
Otro papel de papá
tras el puerperio, y que explica muy
bien Laura Gutman en su libro “La maternidad y el encuentro con
la propia sombra”, es el de la separación. Cuando los tiempos de maduración están
dados para que la fusión comience a desprenderse, es decir, cuando el niño cobra
más autonomía y se va convirtiendo en “yo soy” (alrededor de los dos a tres
años) el papá separa al niño o niña de la fusión. ¿Y cómo lo hace?, diciendo
por ejemplo: ahora es el tiempo para mamá y papá, vamos a salir a disfrutar de
un tiempo solo para los dos, o ahora es el tiempo para papá e hijo-a, vamos a
pasear, vamos a jugar, vamos a comer y dejamos que mamá se tome su propio
tiempo. Esta función paterna, aclara la autora argentina, es muy importante
porque de no haber quien separe, se corre el riesgo de que se prolongue la
fusión hasta devenir en la apropiación por parte de la madre sobre la vida del
hijo. Así mismo señala que en casos donde
el padre biológico no estuviera presente, una figura masculina respetuosa y amorosa,
como abuelo, tío, nueva pareja de la madre, podría asumirla. Con esto el padre,
o la figura paterna, por un lado, logra rescatar a su mujer, logra que la pareja
vuelva a recuperar más espacios, y por el otro, consolida el vínculo directo con su hijo o
hija sin la intermediación de la madre.
Algo que debería resultarnos mucho más
sencillo y saltar a la vista simplemente con usar el sentido común, tiende a
complicarse a partir del desconocimiento y de la falta de referentes. Además de que
parimos, o tal vez por esa razón entre
otras, a las mujeres desde niñas nos entrenan para ser madres. Los varones, en
cambio, casi nunca son socializados para
la paternidad (que un niño juegue con
muñecas hace levantar sospechas) y aunque los tiempos van cambiando, en general
se les sigue preparando, en el mejor de los casos, para engendrar y para proveer económicamente
desde la distancia afectiva. Por tanto, llegado
el momento, es más difícil que el varón encuentre identidad en el hecho paterno.
Sin referentes ni preparación, es frecuente que el nacimiento de un hijo sorprenda
al hombre con mucha angustia e incertidumbre. Por otro lado los tiempos de
nutrir a la pareja casi desaparecen para cubrir las demandas del hijo que nace. Sin embargo la mujer acompaña y es acompañada
por su cría, mientras que el varón, se queda solo. En algunos casos, según sea el aprendizaje o la
madurez emocional, puede que el varón llegue a experimentar la fusión madre-bebé,
desde los celos y el abandono por parte de su pareja. A todo esto se suma el
hecho de que las mujeres puérperas así como no estamos disponibles para
un extendido etcétera que nos saque de la sincronía con nuestro bebé, tampoco
nos sentimos sexualmente disponibles para el varón, lo cual no significa que lo hayamos dejado de
amar. Toda esta situación muy pocas veces se entiende y atiende con madurez,
provocando el naufragio de muchas parejas. En este sentido la llegada de un hijo
se plantea como una prueba para la relación. En la medida en que no hemos
tejido vínculos más allá del juego romántico y los encuentros sexuales, si no
hemos construido la relación sobre las bases del compromiso, la
incondicionalidad, la solidaridad, la comunicación profunda y honesta, llegado
el nacimiento de un hijo, la pareja enfrenta más riesgos de quebrarse. De hecho
es muy frecuente que suceda durante el puerperio. Saquemos cuenta de los casos conocidos (cuidado si propios) donde el adulterio, la separación temporal o
la ruptura definitiva ocurren durante los primeros meses o años tras la llegada
de un hijo o hija.
La
autora Laura Gutman, quien según mi criterio brinda una de las miradas más
profundas y certeras acerca del puerperio, por un lado explica que cuando un varón cumple
con el papel de sostener, consentir y cuidar a la mujer puérpera, le está
abriendo más posibilidades y disposición a su pareja para establecer vínculos y
por lo tanto sentirse mejor y más disponible para él. Por otra parte ante la situación de sensibilidad
corporal y emocional que atraviesa una mujer puérpera, propone feminizar las
relaciones sexuales. Es decir, que las conversaciones largas con masajes
suaves, los besos apasionados, los
abrazos prolongados, se conviertan en la expresión sexual de la pareja, más
allá de la penetración o del sexo
exclusivamente genital.
Si cada uno, papá y
mamá, entiende y atiende conscientemente
la naturaleza propia del puerperio y el papel que es llamado a ejercer durante
este período crucial de la sexualidad femenina y de la crianza, será mucho más
factible atravesarlo satisfactoriamente y nuestros niños serán los
beneficiados.
Enlaces relacionados:
Lo que no se dice sobre el posparto o puerperio
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