Dejar a otro sin acceso a saber qué es lo que pasa
equivale a tenerlo prisionero. Porque el otro no puede tomar decisiones
respecto de nada. Laura Gutman.
He
escrito acerca de la importancia de hablar con claridad a nuestros pequeños, al margen de que estén o no en
capacidad de manejar el lenguaje verbal. De cómo un niño puede elaborar mucho
mejor la experiencia, darle estructura y asimilarla progresivamente, cuando
nombramos y explicamos con palabras, de un modo transparente, todo lo que acontece. El momento de salir y
dejar a nuestros niños al cuidado de otras personas no es la excepción. Sea que
los dejemos en casa, en la escuela o en otro lugar, siempre es necesario y es
deseable despedirnos de nuestros pequeños, en lugar de irnos sin explicación alguna
o a escondidas cuando estén descuidados o mientras alguien los distrae. De
hecho, los adultos esperamos que nos avisen o se despidan de nosotros antes de
que la pareja, algún miembro de la familia o un amigo se marche ¿cierto?.
Los
adultos hemos perdido memoria factual de nuestras historias infantiles y
solemos interpretar como tonterías o como asuntos insignificantes, vivencias
que para un niño suponen algo muy grande y en las que pasan por mucho miedo o
angustia. La separación de un niño pequeño de su madre, padre o figura de apego
principal, es una de estas experiencias. Un niño pequeño alejado de su
cuidador, sufre. Para un peque o una peque, su madre o padre son las personas
más importantes, sin las cuales no sabe si va a sobrevivir o no. Por otra
parte, un niño pequeño no tiene la misma capacidad para discernir la noción del
tiempo ni del espacio que tiene un adulto. Ellos no reconocen la diferencia
entre una hora, un día o una eternidad. Los niños pequeños tampoco tienen noción
de “permanencia
del objeto”, es decir, si no lo tienen delante, si no lo pueden oír, oler o
tocar, no pueden inferir que dicho
objeto o persona aún existe, aunque se encuentre en otra parte. Cuando mamá o
papá desaparecen del campo visual de un pequeño, éste no sabe si va a regresar,
sólo percibe que no está y siente incertidumbre.
Es
importante ayudar a los pequeños a crear progresivamente la noción de espacio y
tiempo a través de la experiencia. Es por ello que antes de irnos y aunque
lloren, siempre es mucho más sano y
lógico despedirnos de los niños, contenerlos y explicarles a dónde vamos, qué
haremos, cuándo regresáremos, con quién o quiénes los dejaremos, etc.. Realizar
un ritual de despedida, relatar lo que está ocurriendo y lo que vendrá, ayuda
al niño a dar estructura a la
experiencia. Siempre es más sano, tanto para padres e hijos, adultos y niños, permitirnos conectar conscientemente y nombrar
aquello que nos pasa o sentimos genuinamente. Esto incluye cada pequeño duelo
que suscita la breve separación.
Recordemos
que los niños son pequeños, pero no son tontos. Ellos tienen derecho a ser
tratados con respeto a su integridad como personas, a que se les reconozca y
favorezca el desarrollo de sus capacidades.
Los niños tienen derecho a que les digamos siempre la verdad. Así crearemos las
condiciones que les facultarán para integrar la realidad de lo que acontece y
su vivencia subjetiva con coherencia, lo cual equivale a construir salud mental
y emocional.
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