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ADOLESCENCIA, LA EDAD DE LA RUMBA
¿QUÉ HACER CON LOS PERMISOS?
¿QUÉ HACER CON LOS PERMISOS?
Por: Berna Iskandar
Comenzamos por llevarlos al cine, los dejamos sentados en la sala con sus amiguitos y al terminar la función pasamos a buscarlos. Luego nos piden quedarse en el centro comercial, hasta que un día llega el primer permiso para salir solos de noche a una fiesta
Comenzamos por llevarlos al cine, los dejamos sentados en la sala con sus amiguitos y al terminar la función pasamos a buscarlos. Luego nos piden quedarse en el centro comercial, hasta que un día llega el primer permiso para salir solos de noche a una fiesta
A todos mis amigos los dejan, yo soy la única sometida del grupo, nunca me dejas salir, sólo te importa amargarme la vida ¡te odio!, estas frases dichas a su madre y seguidas de un portazo y encierro en su cuarto, pertenecen a una escena que se repite desde que Gabriela cumplió 14 años, especialmente al acercarse el fin de semana. Situaciones así, van convirtiéndose en el pan nuestro de cada día dentro de los hogares donde los instintos e impulsos exacerbados propios de la adolescencia, buscan satisfacer una necesidad natural de su proceso evolutivo como lo es socializar, ser aceptados por su grupo de pares y, sobre todo, divertirse.
Oscar Misle, Fundador y Director de Cecodap (asociación civil, con veintiún años promoviendo y defendiendo los derechos de la niñez y adolescencia venezolana) y Coordinador del programa “Creciendo Juntos” comienza por explicar que el meollo del asunto se origina con el pensamiento o la creencia de que la adolescencia es un problema, en lugar de apreciarla y valorarla como un período más - aunque no necesariamente fácil- dentro del proceso evolutivo de nuestros hijos que, sea dicho de paso, todos los adultos hemos experimentado y atravesado.
Este momento de cambios muchas veces confunde al mismo adolescente que no sabe cómo expresar lo que le pasa y que a veces es la razón que explica el que los púberes opten por el silencio, el aislamiento o las manifestaciones violentas como gritos y peleas, motivo principal de queja por parte de los padres. Por si fuera poco, la adolescencia es una edad donde las hormonas brotan como flores en mayo y con ello los muchachos y muchachas se abren a las primeras experiencias sexuales muchas veces sin tomar las previsiones necesarias para evitar las consecuencias no deseadas. El adolescente, por naturaleza temerario y sin la madurez suficiente para calcular riesgos, llegado el tiempo de dejar atrás la niñez y comenzar a transitar hacia la adultez, se lanza a medir el río por sus propios pies lo que puede traducirse en la iniciación del contacto con el tabaco y otras drogas ampliamente distribuidas en nuestro medio social, con frecuencia hasta bien vistas y aceptadas, como es el caso del alcohol. A todo este escenario se suma la llegada de las fiestas en una ciudad insegura, donde los índices de criminalidad encabezan las cifras del ranking internacional. Entonces ¿qué hacer con el tema de los permisos para salidas nocturnas, reuniones y rumbas de los adolescentes sin que la situación se nos escape de las manos?
Negociación: la mejor vacuna contra triquiñuelas
Las reglas y los límites son necesarios para la convivencia. Así como existen señales y normas de tránsito para que los carros puedan circular fluidamente y sin chocar, un hogar y una sociedad necesitan establecer normas y límites para una convivencia sana. En este sentido, Oscar Misle habla de la negociación, con mucha comunicación, como única vía para validar acuerdos, fijar normas y límites con los hijos especialmente adolescentes y sobre todo en el tema de los permisos para salidas nocturnas. ¿Por qué? porque la falta de negociación equivale a imponer una medida. Esto, en apariencia, puede resultar muy efectivo, pero termina por pasar factura: o bien el adolescente puede recurrir a triquiñuelas para salir a escondidas o el hogar terminará convertido en un campo de batalla producto de la reacción de rebeldía y resentimiento de los jóvenes frente a la actitud autoritaria de los padres. El propósito de la negociación es alcanzar el consenso lo cual a veces puede ser una tarea ardua, pero aunque tome más tiempo y esfuerzo, el resultado será sostenible.
Alcanzar el consenso es un buen ejercicio para comenzar a inculcar valores democráticos desde casa. Los métodos autoritarios quizás funcionaban en otra época donde la realidad sociocultural era diferente, pero para estos tiempos es oportuno y apropiado lograr soluciones acordadas, porque de esta manera los adolescentes estarán en mejor disposición de seguir las reglas así como de aceptar las consecuencias por incumplimiento que ellos mismos han ayudado a formular.
Elementos a considerar a la hora de negociar
· Se deben establecer días y horarios de salida.
· Las pautas acordadas así como las consecuencias por incumplimiento deben responder a la edad (en la medida en que son mayores exigen más libertad), al temperamento individual de cada adolescente y a la realidad sociocultural y particularidad de cada familia.
· Se puede permitir un margen, de hasta una hora más de la convenida, para la hora de regreso. De incumplirse los límites fijados, los padres deben ser consistentes con las consecuencias acordadas.
· Ambos padres deben demostrar consistencia coincidiendo con un mismo mensaje o posición.
· Es importante estimar el tiempo de descanso necesario que permita funcionar bien al adolescente al día siguiente y donde se establezca un equilibrio con respecto al resto de sus tareas, actividades y obligaciones.
· Es necesario hacer conocer la importancia de reconocer las necesidades del resto de los miembros de la familia, quienes se preocupan por la seguridad del adolescente y cuyo descanso eventualmente se puede ver afectado toda vez que se espera el regreso de los jóvenes a casa.
Oscar Misle, Fundador y Director de Cecodap (asociación civil, con veintiún años promoviendo y defendiendo los derechos de la niñez y adolescencia venezolana) y Coordinador del programa “Creciendo Juntos” comienza por explicar que el meollo del asunto se origina con el pensamiento o la creencia de que la adolescencia es un problema, en lugar de apreciarla y valorarla como un período más - aunque no necesariamente fácil- dentro del proceso evolutivo de nuestros hijos que, sea dicho de paso, todos los adultos hemos experimentado y atravesado.
Este momento de cambios muchas veces confunde al mismo adolescente que no sabe cómo expresar lo que le pasa y que a veces es la razón que explica el que los púberes opten por el silencio, el aislamiento o las manifestaciones violentas como gritos y peleas, motivo principal de queja por parte de los padres. Por si fuera poco, la adolescencia es una edad donde las hormonas brotan como flores en mayo y con ello los muchachos y muchachas se abren a las primeras experiencias sexuales muchas veces sin tomar las previsiones necesarias para evitar las consecuencias no deseadas. El adolescente, por naturaleza temerario y sin la madurez suficiente para calcular riesgos, llegado el tiempo de dejar atrás la niñez y comenzar a transitar hacia la adultez, se lanza a medir el río por sus propios pies lo que puede traducirse en la iniciación del contacto con el tabaco y otras drogas ampliamente distribuidas en nuestro medio social, con frecuencia hasta bien vistas y aceptadas, como es el caso del alcohol. A todo este escenario se suma la llegada de las fiestas en una ciudad insegura, donde los índices de criminalidad encabezan las cifras del ranking internacional. Entonces ¿qué hacer con el tema de los permisos para salidas nocturnas, reuniones y rumbas de los adolescentes sin que la situación se nos escape de las manos?
Negociación: la mejor vacuna contra triquiñuelas
Las reglas y los límites son necesarios para la convivencia. Así como existen señales y normas de tránsito para que los carros puedan circular fluidamente y sin chocar, un hogar y una sociedad necesitan establecer normas y límites para una convivencia sana. En este sentido, Oscar Misle habla de la negociación, con mucha comunicación, como única vía para validar acuerdos, fijar normas y límites con los hijos especialmente adolescentes y sobre todo en el tema de los permisos para salidas nocturnas. ¿Por qué? porque la falta de negociación equivale a imponer una medida. Esto, en apariencia, puede resultar muy efectivo, pero termina por pasar factura: o bien el adolescente puede recurrir a triquiñuelas para salir a escondidas o el hogar terminará convertido en un campo de batalla producto de la reacción de rebeldía y resentimiento de los jóvenes frente a la actitud autoritaria de los padres. El propósito de la negociación es alcanzar el consenso lo cual a veces puede ser una tarea ardua, pero aunque tome más tiempo y esfuerzo, el resultado será sostenible.
Alcanzar el consenso es un buen ejercicio para comenzar a inculcar valores democráticos desde casa. Los métodos autoritarios quizás funcionaban en otra época donde la realidad sociocultural era diferente, pero para estos tiempos es oportuno y apropiado lograr soluciones acordadas, porque de esta manera los adolescentes estarán en mejor disposición de seguir las reglas así como de aceptar las consecuencias por incumplimiento que ellos mismos han ayudado a formular.
Elementos a considerar a la hora de negociar
· Se deben establecer días y horarios de salida.
· Las pautas acordadas así como las consecuencias por incumplimiento deben responder a la edad (en la medida en que son mayores exigen más libertad), al temperamento individual de cada adolescente y a la realidad sociocultural y particularidad de cada familia.
· Se puede permitir un margen, de hasta una hora más de la convenida, para la hora de regreso. De incumplirse los límites fijados, los padres deben ser consistentes con las consecuencias acordadas.
· Ambos padres deben demostrar consistencia coincidiendo con un mismo mensaje o posición.
· Es importante estimar el tiempo de descanso necesario que permita funcionar bien al adolescente al día siguiente y donde se establezca un equilibrio con respecto al resto de sus tareas, actividades y obligaciones.
· Es necesario hacer conocer la importancia de reconocer las necesidades del resto de los miembros de la familia, quienes se preocupan por la seguridad del adolescente y cuyo descanso eventualmente se puede ver afectado toda vez que se espera el regreso de los jóvenes a casa.
Aceptar el conflicto como una oportunidad
Al igual que nos da fiebre cuando hay una infección en el cuerpo como síntoma para hacernos conscientes de la enfermedad y buscar sanación, el conflicto interviene como un elemento indicador de que existen diferencias y problemas que encarar y resolver. Por lo tanto no hay que huir de él, sino permitirse y permitir expresar las emociones y criterios tanto de los adolescentes, los padres, como de todos los miembros de la familia para poder así, allanar el camino hacia la solución de las diferencias.
Padres vigilantes
Padres vigilantes
Algunas formas de establecer redes de seguimiento y supervisión a los adolescentes durante sus salidas a fiestas y reuniones son:
· Acordar con los hijos que éstos les provean al menos dos o tres números de celulares de sus compañeros de parranda con el fin de localizarlo en caso de que el ruido de la fiesta, los problemas de señal o una posible descarga de batería en su celular imposibiliten la comunicación.
· Establecer contacto con los padres del grupo de amigos para intercambiar y validar información acerca de los planes, lugares y personas encargadas de llevar o traer a los jóvenes.
· Buscar modalidades de transporte seguro como la figura de un taxista de confianza, advertir a los hijos que bajo ninguna razón ni circunstancia suban a un vehículo si el chofer se encuentra bajo los efectos del alcohol (aunque sea un sólo trago) y que en ese caso es preferible que llamen a los padres, no importa la hora que sea, para que los recojan en el lugar de la fiesta.
· Acordar con los hijos que éstos les provean al menos dos o tres números de celulares de sus compañeros de parranda con el fin de localizarlo en caso de que el ruido de la fiesta, los problemas de señal o una posible descarga de batería en su celular imposibiliten la comunicación.
· Establecer contacto con los padres del grupo de amigos para intercambiar y validar información acerca de los planes, lugares y personas encargadas de llevar o traer a los jóvenes.
· Buscar modalidades de transporte seguro como la figura de un taxista de confianza, advertir a los hijos que bajo ninguna razón ni circunstancia suban a un vehículo si el chofer se encuentra bajo los efectos del alcohol (aunque sea un sólo trago) y que en ese caso es preferible que llamen a los padres, no importa la hora que sea, para que los recojan en el lugar de la fiesta.
· Es fundamental que los padres, adultos y responsables de los adolescentes cuiden de que bajo ningún pretexto se sirvan bebidas alcohólicas a los menores de 18 años. Así mismo conviene prevenir a todos los jóvenes sobre los riesgos a la salud e integridad física provocados por el consumo de esta droga legal cuyo uso por parte del segmento joven de la población arroja devastadoras estádisticas de accidentes de tránsito y hechos violentos en todas partes del mundo.
· Los padres deben estar informados en todo momento a dónde, cómo y con quién salen sus hijos adolescentes.
Importancia de la conexión entre padres e hijos adolescentes
Importancia de la conexión entre padres e hijos adolescentes
Misle aclara que -antes que otras actividades como ir al teatro o quedarse en casa leyendo- es perfectamente normal que los adolescentes prefieran reunirse con sus pares e ir a fiestas para divertirse porque necesitan intimidad y sentirse cómodos en un ambiente donde no estén sobre exigidos. Es importante entonces, abrir espacios donde la familia también comparta con los adolescentes la experiencia de fortalecer la intimidad y la conexión afectiva en un ambiente relajado: salir de paseo o de compras juntos, compartir actividades solos padre/hijo o hija madre/hijo o hija puede llenar la necesidad de intimidad y conexión que el joven muchas veces trata de suplir a través de la búsqueda compulsiva de diversión con los amigos.
El Director de Cecodap explica que la adolescencia comienza a los 11 ó 12 años, pero que nunca se sabe cuando termina. El modelaje de los padres hace que los adolescentes interpreten la adultez o bien como una desgracia a la que no quisieran llegar o como una etapa deseable de la vida, lo cual puede incidir de manera importante en la dificultad o la fluidez con la que se transite desde la adolescencia hacia una adultez madura y responsable.
El Director de Cecodap explica que la adolescencia comienza a los 11 ó 12 años, pero que nunca se sabe cuando termina. El modelaje de los padres hace que los adolescentes interpreten la adultez o bien como una desgracia a la que no quisieran llegar o como una etapa deseable de la vida, lo cual puede incidir de manera importante en la dificultad o la fluidez con la que se transite desde la adolescencia hacia una adultez madura y responsable.
Berna Iskandar
Fuente: Entrevista a Oscar Misle
Fundador y director de Cecodap y
Coordinador del programa “Creciendo Juntos”
www.cecodap.org.ve
Fundador y director de Cecodap y
Coordinador del programa “Creciendo Juntos”
www.cecodap.org.ve
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