El modelo "común" de familia
hace tiempo dejó de serlo y cada día más, lo común pasa a ser la diversidad de
modelos familiares. La estructura familiar madre-padre-hijo-a biológico se
convierte en una opción más dentro del universo de modalidades. Familias
monoparentales donde por lo regular predomina el binomio madre-hijo-a, familias
con parejas del mismo sexo o familias con hijos-as de uniones anteriores más hijos-as
de la unión actual, denominadas ensambladas. No se trata de entrar en juicios
de valor ni pretendemos definir cuál debe ser el modelo de familia a seguir. Se
trata de respetar la diversidad de modelos como una realidad que, lejos de
perjudicar, enriquece a la familia como célula de la sociedad. Feliz Día Internacional de La Familia en
toda la amplia gama de la diversidad de estructuras y culturas. Que el amor y
la conciencia despierta sea el común denominador en todas ellas.
El tema de la celebración del Día
Internacional de la Familia para este año es "Lograr un equilibrio entre
el trabajo y la familia". Aprovecho para compartir a continuación un post escrito por mí,
para Inspirulina, donde hago reflexión acerca de la importancia de resignificar
y rescatar la necesidad de dedicar más tiempo a nuestros hijos.
El tema de la celebración del Día Internacional de la Familia para este año es "Lograr un equilibrio entre el trabajo y la familia". Aprovecho para compartir a continuación un post escrito por mí, para Inspirulina, donde hago reflexión acerca de la importancia de resignificar y rescatar la necesidad de dedicar más tiempo a nuestros hijos.
El psicoanalista
inglés, John Bowlby, pionero en los estudios de la importancia del apego en la
crianza, escribió una vez: "La energía que el hombre y la mujer dedican a
la producción de bienes materiales aparece cuantificada en todos nuestros
índices económicos. Pero la energía que el hombre y la mujer dedican a la
producción en sus propios hogares, de niños felices, sanos y seguros de sí
mismos, no cuenta para nada en ninguna estadística. Hemos creado un mundo
trastornado”.
El padre de la
Teoría del Apego, atrapa en un breve párrafo, la esencia del orden social
patológico que hemos construido y que impera en el mundo. Un orden integrado
por hombres y mujeres que consolidan visibilidad, remuneración económica, reconocimiento
e “independencia” en el ámbito exterior (negocios, profesión, estudios, trabajo,
deporte, política…) pero que en el interior del hogar, dedicados al cuidado de
la familia y la crianza de los hijos, pierden autonomía, se vuelven invisibles
y no son remunerados ni compensados económicamente. Según la autora argentina,
Laura Gutman, esto explica la razón de que nuestra identidad se encuentre
puesta afuera y no ubiquemos el lugar desde donde sentirnos disponibles cuando
se trata de atender las demandas legítimas de tiempo y atención que exigen
nuestros hijos y que por lo tanto nos desbordan.
Entre los
infinitos recursos construidos para fortalecer un sistema interesado en que vivamos
más que nada hacia afuera, aparece el concepto de “tiempo de calidad”, con el cual se pretende compensar el poco
tiempo que los padres disponemos para nuestros hijos.
Tiempo de calidad no sólo implica estar cerca físicamente, si no también
conectados, con la escucha activa, la paciencia, el respeto y la empatía que nuestros
pequeños necesitan de nosotros y que, ciertamente, son indispensables para
prodigarles una crianza saludable. Pero cuidado, el tiempo de calidad sin cantidad
de tiempo, no basta. Ninguna tarea importante puede realizarse con éxito, si
además de calidad, no le dedicamos también, cantidad de tiempo.
Un proyecto de trabajo, una carrera universitaria, requiere mucho de nuestro
tiempo. La crianza de nuestros hijos no es la excepción.
Preguntémonos,
por ejemplo, ¿se nos ocurriría decirle al jefe que en lo sucesivo trabajaremos dos
horas en lugar de ocho a diez horas diarias, porque las dos horas serán tiempo
de calidad?. Entonces, ¿qué es lo
que nos hace creer que con nuestros hijos sí se puede?...
Posiblemente a
estas alturas estarán pensando, “Ajá, ¿y cómo quedarnos más tiempo con los
hijos si necesitamos trabajar para pagar las cuentas?”. Pues la verdad es que
no hay soluciones fáciles, pero soluciones sí hay. El cambio de paradigmas
nunca ha gozado de popularidad, al contrario, tiene demanda negativa, genera
resistencia porque toca intereses, fibras sensibles y casi siempre hace saltar
resortes. Tampoco sus resultados pueden verse a corto plazo, si no en
generaciones. Estamos hablando de una transformación profunda de mentalidad, de
cultura y de sistema de vida. Se necesitan bríos y ganas de hacerse conscientes
en medio de un sistema que arrastra hacia la dirección contraria, hacia los
mecanismos de evasión y huida. Pero tenemos que tomar decisiones, porque de
ello depende que regeneremos una sociedad de nidos vacios, desgarrada de violencia, depresión y adicciones, producto de la soledad
y el abandono en los que se encuentran nuestros niños y adolescentes.
Todo esfuerzo
y compromiso bien vale la pena, ¿verdad que sí?.
El psicoanalista inglés, John Bowlby, pionero en los estudios de la importancia del apego en la crianza, escribió una vez: "La energía que el hombre y la mujer dedican a la producción de bienes materiales aparece cuantificada en todos nuestros índices económicos. Pero la energía que el hombre y la mujer dedican a la producción en sus propios hogares, de niños felices, sanos y seguros de sí mismos, no cuenta para nada en ninguna estadística. Hemos creado un mundo trastornado”.
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