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miércoles, 26 de septiembre de 2012

¿Capricho o necesidad legítima?



La psicoterapeuta y autora argentina Laura Gutman, recomienda escribir en el espejo del baño, donde nos vemos todos los días, para que nunca se nos olvide, la frase que dice: Un niño nunca pide lo que no necesita. ¿Crees que es una exageración? Te invito a observar la  misma realidad cotidiana en el ejercicio de la crianza de los hijos, a partir de nuevos referentes.
Circula información nada realista acerca de lo que nuestros pequeños realmente necesitan. De infinitas formas y desde que nacen,  las criaturas son víctimas de este drama. Veamos uno de los más comunes mal entendidos en la crianza. Las últimas investigaciones de la neurociencia han demostrado que un bebé - por naturaleza carente de autonomía y absolutamente dependiente de los cuidados maternos - se estresa fácilmente y llora al estar solo, porque el mecanismo de supervivencia de su diseño evolutivo  dicta que se le disparen las alarmas cuando se encuentra separado del cuerpo de su cuidador. Por lo tanto, un bebé alejado del cuerpo de la madre, sufre con la intensidad de sentir que está en peligro de muerte. Pero ¿qué dice la conseja popular?, dice que el bebé llora por capricho y  además presiona a la madre para que no lo coja en brazos con el argumento de que lo  va a “mal acostumbrar”.   Entonces la pobre criatura queda desamparada, sin consuelo, segregando una enorme cantidad de cortisol (hormona del estrés)  que no puede gestionar y que sabotea el desarrollo  de su cerebro en formación. Además, aprende que, en este mundo en el que acaba de aterrizar, no vale la pena pedir ayuda porque nadie va a acudir a calmarla. 
La mayoría de los adultos somos el producto de esta puericultura rígida y represiva, repleta de argumentos que  degradan las necesidades legítimas de los pequeños a la categoría de capricho o mala crianza. Nuestras necesidades infantiles también fueron degradadas y desestimadas. Por eso se nos hace difícil encontrar un lugar emocional desde donde sentir que el reclamo de amor, cuerpo materno, acompañamiento paterno, consuelo, mirada, atención… surge, no por tonterías, sino por un pedido genuino de nuestros pequeños.    Y la calamidad de todo este mal entendido es que al ser desestimados y desoídos,  los pedidos terminan por reclamarse de manera desplazada.
Ejemplo típico: Carlitos de cuatro años necesita que su papá lo vea, le hable, juegue con él. Carlitos se lo pide varias veces de diferentes formas a su papá, pero su papá no escucha porque está ocupado leyendo la prensa o atendiendo el  celular.  Carlitos se queda jugando solo y sin querer rompe el jarrón de cristal con la pelota.  Entonces su papá deja todo lo que está haciendo y  voltea para regañarlo o pegarle.  Carlitos descubre que rompiendo el jarrón, obtuvo la mirada de papá.  
En lo sucesivo cuando nuestro hijo o hija exprese rabia, frustración o “mal comportamiento”, vale la pena que miremos detrás de la superficie hasta encontrar aquella necesidad original que no fue satisfecha (atención, brazos, mimos, juegos, mirada, trato respetuoso, conexión emocional…) y que ahora expresa de un modo que logra atraer nuestra atención (gritos, llantos excesivos, enfermedad, violencia, rebeldía…).
Buscar nuevos referentes que aporten información veraz sobre las necesidades de nuestros hijos en cada momento evolutivo de su desarrollo, es fundamental.  Palabras claves para la búsqueda: Crianza de apego, natural, respetuosa…  Les doy otro dato: la voz del corazón nunca miente.
Antes de concluir que nuestro hijo es un malcriado, nos manipula o se porta mal, recordemos la axiomática frase de la Gutman: “Un niño nunca pide lo que no necesita”.  Todos sus pedidos proceden de necesidades legítimas.  Nunca las descalifiquemos. Intentemos comprenderlas y atenderlas oportunamente para que luego no salgan por la puerta trasera.

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