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lunes, 3 de septiembre de 2012

Qué difícil es criar sin la tribu

 
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Estamos criando muy aislados. Papá y mamá dentro de las cuatro paredes de un hogar (en el mejor de los casos) cuando no es una madre sola a cargo de sus hijos. Hemos perdido de vista que para criar a un niño hace falta la tribu entera, como reza el dicho africano… Más o menos con estas palabras respondo a muchos padres y madres que piden orientación cuando se sienten colapsados. Progenitores que desean volcarse a la práctica de crianza respetuosa pero terminan desbordados por el bebé de cinco meses que pide constantemente brazos, al tiempo de que el chiquitín de dos años o el adolescente de catorce, reclaman de forma abundante y en intensidades distintas, presencia y atención.   Tomemos en cuenta que desde que nacen y durante el tránsito de la niñez y la adolescencia, los hijos recorren distintas etapas evolutivas con un raudal de necesidades (alimento, abrigo, techo, protección, conexión, cuerpo, brazos, mirada, escucha, contención, disponibilidad, comunicación, orientación, acompañamiento…) que resulta imposible prodigar a cabalidad cuando se encuentra a cargo sólo una madre -incluso junto al padre- sin la ayuda del resto de la familia o la comunidad.
Olvidamos que somos una especie diseñada para vivir en manada, en tribu, en sociedad. Si bien los humanos paulatinamente adquirimos capacidades para realizar algunas cosas por sí solos, no nacimos para estar solos. Sin la organización y apoyo del grupo no sobreviviríamos como especie. Somos interdependientes por definición. Necesitamos de la ayuda y la cooperación de los demás, del mismo modo en que los otros necesitan de nuestro apoyo y cooperación para subsistir.  El desempeño durante la crianza y cuidado de los niños no escapa a la esencia que nos define como animales sociales.  Por eso es prioritario que nos organicemos, que reintentemos y reinventemos la tribu  antiguamente conformada por la familia extendida (abuelos,  tíos,  vecinos, amigos) y que hemos perdido con el advenimiento de las sociedades urbanas actuales.  La necesidad de crear redes de apoyo entre y para padres y madres, con el propósito de acompañarnos y asistirnos mutuamente, es inminente. Una madre no debe quedarse sola. La crianza de los hijos entraña un reto que sin el apoyo necesario puede generar agotamiento, pérdida de la paciencia y otros detonantes de abuso, desamparo y distintas formas de violencia en el trato hacia los niños. Trascender el aislamiento en el que nos encontramos sumidas las familias de las sociedades modernas, es un desafío que debemos encarar para lograr la humanización de la crianza.
Aclaremos que retornar hacia la ”tribu” para distribuir la inmensa responsabilidad de la crianza,  supone  una mirada altruista, desinteresada y respetuosa por parte de los cooperantes en el cuidado de la manada de niños y adolescentes. Esto equivale a respetarnos y reconocer los límites frente al rol, responsabilidades, atribuciones y decisiones que sobre la educación de los hijos corresponde a cada uno de los progenitores. Recordemos que el propósito es distribuirnos las cargas. Ya bastante tenemos los padres con el afán de hacerlo bien, para que además tengamos que lidiar con la mirada crítica de los demás. El sentido de la tribu es nutrirse y apoyarse, no depredarse con señalamientos, presiones e imposiciones. De lo que se trata es de cerrar filas para proteger la calidad de la crianza. 

Berna Iskandar @conocemimundo

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