La siguiente
escena la presencié en mi tienda favorita de ropa íntima. Allí estaba una
preciosa niña, no mayor de tres años, al cuidado de su papá mientras la mamá se
probaba algo. La pequeña intentaba acercarse
a un mostrador para tocar la prendas que se encontraban atractivamente
dispuestas con el fin de que los clientes hurguen, contemplen, elijan... El papá, la hacía retroceder de inmediato con
un no rotundo emitido desde un tono inequívoco de autoridad y firmeza. La pequeña
retrocedía, pero no tardaba en emprender un nuevo intento de llegar al
mostrador. Estas idas y venidas con todas las amonestaciones y los “no”
incluidos, se repitieron como media docena de veces. Viendo lo que pasaba, y antes de que la guerra
de deseos entre padre e hija subiera de tono, decidí montar en mi nave espacial
y llegar hasta el “Planeta Niña”. Me agaché para ponerme a su altura. La miré y
le pregunté, “¿verdad que está interesante este mostrador? ¡Ah!, Mira toda esta
ropa de colores tan bonita, ¿quieres tocarla?...” Y la peque me acompañó a tocar
algunas piezas mientras yo le comentaba sobre los colores y las texturas. Luego
le expliqué porqué había que volverlas a poner en su sitio. Ella satisfizo su
curiosidad y su deseo, dejó todo en su lugar, y ya no
necesitó ir otra vez hasta el estante para agarrar otra cosa. Se acabó la
guerra, no hubo más necesidad de tantos “no”, ni amenazas ni advertencias.
Veo brotar
como flores en mayo, a padres preocupados por imponer límites, disciplina y autoridad.
Frases como esta, abundan y son aplaudidas en el discurso del Planeta Adulto: “no podemos permitir niños
sin control y padres debilitados que no tienen idea de cómo ejercer su
autoridad”. Pero muy pocas veces se oyen progenitores o cuidadores preocupados por
entender cómo robustecer la disposición emocional, comunicación y capacidad de
acordar con los niños. Andamos demasiado asustados por perder autoridad. La
mayoría da por sentado lo que conviene a los pequeños y apuesta ciegamente por métodos
directivos como recursos educativos por excelencia.
La psiquiatra
infantil Francoise Doltó, autora de “La causa de los niños”, dejó muy claro que los seres humanos tenemos
la misma capacidad de compresión desde que somos concebidos hasta que morimos.
El hecho de que un niño pequeño no maneje el discurso verbal con la misma
capacidad que los adultos, no quiere decir que no comprenda. Los
niños, desde que son bebés, son perfectamente capaces de comprenderlo todo cuando
les explicamos con respeto y con paciencia.
El asunto es que los adultos no tenemos confianza en la capacidad de los
niños, ni empatía, ni disposición
emocional para hablar, explicar, comunicar y acordar con ellos. Es más rápido y
cómodo imponer o dar órdenes esperando que nos obedezcan sin chistar.
Albert
Einstein, explicaba que los problemas actuales no pueden resolverse con la
misma mentalidad que los creó. Entonces, si realmente queremos soluciones, ¿por
qué no cuestionar lo naturalizado? ¿Por qué frente a inquietudes sobre el modo
en que nuestros niños necesitan ser educados hoy, en lugar de sacar respuestas del
atávico baúl de los tan arraigados condicionamientos y creencias, mejor nos
abrimos a nuevas preguntas? Preguntémonos, por ejemplo: ¿nuestros niños realmente
necesitan más autoridad vertical, límites y disciplina o necesitan más
comunicación, acuerdos y conexión emocional?.
Email: conocemimundo@gmail.com
Twitter. @conocemimundo
FB: Conoce Mi Mundo
Totalmente de acuerdo con lo que escribes, el problema es que a veces como adultos tenemos ese mismo paradigma de "no se toca". Ni siquiera nos cuestionamos ¿qué pasa si toco esto? porque nos enseñaron que no se toca y punto. No quiero decir que es correcto, solo que necesitamos cuestionarnos como dices, preguntarnos por qué hacemos tal o cual cosa.
ResponderEliminarMe encanta, estoy totalmente de acuerdo, es lo que pienso muy bien explicado ;)
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