El psicoanalista
inglés, John Bowlby, pionero en los estudios de la importancia del apego en la
crianza, escribió una vez: "La energía que el hombre y la mujer dedican a
la producción de bienes materiales aparece cuantificada en todos nuestros
índices económicos. Pero la energía que el hombre y la mujer dedican a la
producción en sus propios hogares, de niños felices, sanos y seguros de sí
mismos, no cuenta para nada en ninguna estadística. Hemos creado un mundo
trastornado”.
El padre de la
Teoría del Apego, atrapa en un breve párrafo, la esencia del orden social
patológico que hemos construido y que impera en el mundo. Un orden integrado
por hombres y mujeres que consolidan visibilidad, remuneración económica, reconocimiento
e “independencia” en el ámbito exterior (negocios, profesión, estudios, trabajo,
deporte, política…) pero que en el interior del hogar, dedicados al cuidado de
la familia y la crianza de los hijos, pierden autonomía, se vuelven invisibles
y no son remunerados ni compensados económicamente. Según la autora argentina,
Laura Gutman, esto explica la razón de que nuestra identidad se encuentre
puesta afuera y no ubiquemos el lugar desde donde sentirnos disponibles cuando
se trata de atender las demandas legítimas de tiempo y atención que exigen
nuestros hijos y que por lo tanto nos desbordan.
Entre los
infinitos recursos construidos para fortalecer un sistema interesado en que vivamos
más que nada hacia afuera, aparece el concepto de “tiempo de calidad”, con el cual se pretende compensar el poco
tiempo que los padres disponemos para nuestros hijos.
Tiempo de calidad no sólo implica estar cerca físicamente,
si no también conectados, con la escucha activa, la paciencia, el respeto y la
empatía que nuestros pequeños necesitan de nosotros y que, ciertamente, son
indispensables para prodigarles una crianza saludable. Pero cuidado, el tiempo
de calidad sin cantidad de tiempo, no basta. Ninguna tarea importante puede realizarse
con éxito, si además de calidad, no le dedicamos también, cantidad de tiempo.
Un proyecto de trabajo, una carrera universitaria, requiere mucho de nuestro
tiempo. La crianza de nuestros hijos no es la excepción.
Preguntémonos,
por ejemplo, como escribe el pediatra y autor Carlos González en su libro Bésame Mucho: ¿se nos ocurriría decirle al jefe que en lo sucesivo trabajaremos dos
horas en lugar de ocho a diez horas diarias, porque las dos horas serán tiempo
de calidad?. Entonces, ¿qué es lo que
nos hace creer que con nuestros hijos sí se puede?...
Posiblemente a
estas alturas estarán pensando, “Ajá, ¿y cómo quedarnos más tiempo con los
hijos si necesitamos trabajar para pagar las cuentas?”. Pues la verdad es que
no hay soluciones fáciles, pero soluciones sí hay. El cambio de paradigmas
nunca ha gozado de popularidad, al contrario, tiene demanda negativa, genera
resistencia porque toca intereses, fibras sensibles y casi siempre hace saltar
resortes. Tampoco sus resultados pueden verse a corto plazo, si no en
generaciones. Estamos hablando de una transformación profunda de mentalidad, de
cultura y de sistema de vida. Se necesitan bríos y ganas de hacerse conscientes
en medio de un sistema que arrastra hacia la dirección contraria, hacia los
mecanismos de evasión y huida. Pero tenemos que tomar decisiones, porque de
ello depende que regeneremos el tejido social desgarrado a partir de la soledad
y el abandono en los que se encuentran nuestros niños y adolescentes.
Todo esfuerzo
y compromiso bien vale la pena, ¿cierto?.
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Hola mi querida Berna!
ResponderEliminarSiempre he considerado el dicho de "tiempo de calidad" como un mito, quizás porque lo veo y lo vivo desde mi óptica: madre de dos, que se levanta a las 4 am. para que el tiempo alcance sin necesidad de andar apurando mucho... pero es mentira, siempre ando apurando a mis niñas, a mi esposo y a mi misma. Ok en las mañanas es un corre corre para salir temprano cada quien a su trabajo o colegio. pasamos entre 9 y 10 hs separados, mis niñas entre el jardín de tiempo completo y los abuelos, llegamos a estar todos juntos a las 6 de la tarde... como verás son practicamente 12 horas donde no hubo mucho espacio para ese "tiempo de calidad" y al llegar a casa: a cooooorrer!!! preparando cena, almuerzos, a veces desayunos, loncheras, maletas... (todos almorzamos fuera de casa, por lo que debemos llevarnos nuestra comida) y total que terminamos molidos a las 9 de la noche... a veces más tarde... y ehhhhhh pues, a ver dónde está MI "tiempo de calidad" ves? y por supuesto esto genera como consecuencia mil planteamientos que mientras los resolvemos se nos pasa la vida con nuestro día a día... ufff! creo que al final hice catarsis...
Un abrazo enorme!
Mirtha.