Para una crianza libre de violencia es
crucial, primero reconocer y luego respetar, aquello que podemos o no esperar
de nuestros hijos. Cada momento evolutivo de nuestros niños, niñas y adolescentes
entraña determinadas necesidades y capacidades que los adultos significativos a
cargo de su educación y crianza debemos interpretar, comprender y ayudar a satisfacer.
Identificar la naturaleza de cada etapa evolutiva de los niños y el modo en que
según ella sienten, interpretan el mundo
y se establecen sus necesidades legítimas, nos permite responder desde
expectativas realistas lo cual es fundamental si queremos criarlos con amor,
conciencia, respeto, al tiempo de propiciar el desarrollo de seres empáticos, altruistas,
sensibles, competentes y no violentos.
Ilustremos el tema que nos ocupa con algunos
ejemplos o comparaciones. Según sea su capacidad física, no se nos ocurriría
pedirle al abuelo de noventa años que nos acompañe a correr diez kilómetros un
domingo en la mañana. Esperar que haga un
ejercicio tan exigente no cabe dentro de nuestras expectativas. No lo
amenazaríamos con castigarlo o pegarle si no viene con nosotros a entrenar para
los 10K por el bien de su salud y la salud de la familia, ¿cierto? Tal vez se
nos ocurra invitarlo a caminar por el parque o pasear por la plaza. En eso
estamos claros. Sin embargo no lo estamos tanto cuando esperamos que un niño de
dos años aprenda que no debe tocar los adornos dispuestos a su alcance en la
sala y además lo amenazamos con pegarle si mostrara la intención de hacerlo. Ahora
bien, si entendemos que el niño respondiendo a su momento evolutivo es movedizo,
si comprendemos que está descubriendo el mundo y necesita explorarlo para
consolidar su sano desarrollo, que no es tan hábil con las manos como un
adulto y por lo tanto resulta fácil que se le caigan las cosas cuando intenta
agarrarlas, que además no sabe que la porcelana se rompe y que todavía a esa
edad no es capaz de seguir una regla, entonces es de esperar que se deje seducir por
el brillante y colorido jarrón sobre la mesita esquinera, lo coja y se le vaya
de las manos. Así las cosas, en lugar de amenazar o castigar, ¿por qué no retiramos
el jarrón de su alcance? Y si se le ocurre rasgar las revistas nuevas de
mamá puestas en el revistero del piso, en
lugar de reprenderlo ¿por qué no cambiar esas revistas por otras viejas que sí
pueda rasgar?, ¿por qué nos cuesta tanto
darle la razón y observar que no se trata de “mal comportamiento” sino de
necesidades y conductas propias y naturales de su etapa evolutiva?, ¿por qué en
lugar de forzar al niño para que se adapte a nuestras exigencias y expectativas
adultas, no adaptamos el entorno, la casa y nuestras expectativas a las
particulares necesidades del momento evolutivo que atraviesa nuestro hijo? A fin de cuentas se trata de una transición.
Los niños crecen y llegará el día en que podremos organizarnos y organizar la
casa en “modo adulto”. Mientras tanto, como decía Miguelito, uno de los personajes de
la emblemática Mafalda, ¿de que les sirve ser niños si no les dejamos ejercer
su niñez?
Usemos otro ejemplo: así como llega el período
madurativo en el que brota la primera dentición necesaria para comenzar a
incorporar alimentos sólidos, también llega el momento evolutivo en el que
brotan las hormonas y el despertar sexual - entre otras razones- nada más ni nada menos que para perpetuar la
especie humana. Pero, ¿qué nos pasa
cuando nuestra hija o hijo adolescente comienza a tener novios o novias?, ¿le ayudamos
a aceptar y hacerse consciente de lo que está ocurriendo en su cuerpo, de la
eclosión de sensaciones y deseos que experimenta? En una civilización cada vez
más alejada de los instintos y que conduce a la evasión y la desconexión con el
propio cuerpo, ¿estamos preparados para aceptar y ayudar a nuestro hijo o hija
adolescente a asimilar que ahora, además de sentir el impulso, también es capaz
de engendrar y procrear nueva vida?, ¿le hablamos sobre sexo seguro?, ¿le damos
apoyo, confianza, información y opciones para que disfrute, desde su libre y
consciente elección, de una vida sexual activa sana y sin riesgos, previniendo embarazos
no deseados o infecciones de transmisión sexual?...
Aunque parezca una tarea compleja, para reconocer las necesidades reales y
particulares de nuestros hijos según la etapa evolutiva que transitan, no es
necesario convertirnos en psicólogos o especialistas. Claro que puede ayudarnos
escuchar charlas, acudir a talleres, leer libros y posts de crianza respetuosa.
Sin embargo, como bien lo dice la frecuentemente citada y recomendada autora
argentina Laura Gutman, bastaría con que dejáramos a
un lado nuestras opiniones sobre lo correcto
o incorrecto y entendiéramos que los niños están más cerca de su propio ser
esencial y en mejor capacidad de registrar aquello que necesitan o aquello que
no les encaja. De modo que “si nos
dejamos guiar por nuestros hijos, difícilmente nos equivoquemos”.
Email: conocemimundo@gmail.com
Twitter. @conocemimundo
FB: Conoce Mi Mundo
Y es tan fácil romper su propio ser esencial, si no nos vasamos en el respeto hacia la otra persona. Muchos adultos se encuentran perdidos precisamente por esto, han perdido su ser esencial, no saben lo que son. Fiémonos de nuestros hijos, ellos nos enseñarán el camino (si les dejamos).
ResponderEliminarBeatriz de www.criarconamor.com
ResponderEliminarEs lo que necesitamos niños criados con respeto y amor. Me gusta mucho la manera como lo escriben, claro, sencillo, entendible y al grano.Los leo siempre.