Como si se tratara de eliminar una neumonía con solo tomar jarabe
para la tos, en lugar de diagnosticar y tratar la infección que la provoca, los
adultos terminamos por creer que, para educar, basta con eliminar el
comportamiento no deseado de nuestros pequeños sin atender y resolver la causa
que lo origina.
Aletha Solter, autora y psicóloga especialista en trauma, apego y
disciplina no punitiva, directora del Aware Parenting Institute en su artículo “Why
Do Children ‘Misbehave’?”, (“¿Por qué los niños se ‘portan mal’ ?”) invita, a que en lugar de poner el foco en
eliminar el mal comportamiento de los niños,
intentemos – como es lógico y
sensato- atender lo que lo provoca, y que según ella, básicamente se resume en
tres causas fundamentales.
En primer lugar, la psicóloga
experta en disciplina no punitiva refiere
la razón del “mal comportamiento” al hecho de que el niño está intentando
satisfacer una necesidad legítima no registrada ni atendida por sus padres. Afirma
Solter que cuando un niño no obtiene lo que legítimamente necesita, hará lo
posible por llamar la atención hasta lograr la mirada de sus progenitores o
cuidadores. Un niño de tres años mientras acompaña a su madre
en la cola de un banco, puede
aburrirse rápidamente por la imposibilidad de jugar, moverse o explorar, y es
muy probable que se canse, sienta sueño o hambre. Si no prevemos llevar
juguetes, algo de comer, dejar que se mueva, etc., podría sobrevenir un
berrinche. Hay un ejemplo que yo uso mucho para ilustrar
estos casos. Es el del peque de cuatro años que tiene la necesidad de sentirse
vinculado con su papá, jugar con él, pero
el papá no lo escucha porque está
ocupado leyendo la prensa o atendiendo el celular. Puede que el niño se quede
jugando solo y de pronto, sin querer, rompa el jarrón de cristal con la
pelota. Su papá tal vez deduzca que se ha portado mal y
decida castigarlo, en lugar de darse cuenta de que el niño reclamaba una
necesidad legítima no atendida oportunamente. Así el niño aprende que
“portándose mal” obtiene la mirada de papá.
En segundo lugar Aletha Solter explica que la razón del “mal
comportamiento” puede responder al
hecho de que el niño no tiene la información que necesita o es demasiado joven
para recordar las reglas. En este sentido Solter nos recuerda que los niños aterrizan en
un mundo complejo y desconocido para ellos. No saben, por ejemplo, que el
vidrio de las ventanas se rompe, o que resulta
peligroso ir al medio de la calle. Los
padres por tanto estamos para informar y acompañarlos respetuosamente a
entender cómo funciona el mundo. Por otra parte no podemos esperar que un niño menor de dos años comprenda
el concepto de reglas y que además las siga. En cambio es nuestro deber como
padres comprenderlos y satisfacer sus necesidades y posibilidades en cada
momento evolutivo, así como mantener un entorno seguro. De manera que en lugar
de prohibirle a un niño pequeño que abra los gabinetes de la cocina o castigarlo si
irrespeta la prohibición, es nuestro deber asegurar los gabinetes para que no
puedan ser abiertos por el niño. Explica Aletha Solter, que a partir de los dos
años los pequeñines comienzan a discernir
y a seguir algunas reglas, siempre que las expliquemos en un lenguaje sencillo
y al alcance de su comprensión y que estemos preparados para recordarlas según
sea necesario. La directora del Aware Parenting Isntitute aclara que un modo
de comunicarnos efectivamente con los niños es permitiendo que ocurran
las consecuencias naturales (sin crear consecuencias artificiales), por
ejemplo, si deja su habitación desordenada, posiblemente no encuentre el
juguete que busca. Otra recomendación de
Aletha Solter para lograr que el niño reconduzca su comportamiento, es hablar
en primera persona en lugar de dar órdenes o de atacarlo. Por ejemplo, “me
cansa mucho recoger el desorden en la sala”, en lugar de “ordena la sala ahora
mismo” o “eres un desordenado”.
Por último Aletha Solter refiere como una de las causas más
importantes e incomprendidas de “mal comportamiento”, al hecho de que el niño
está sufriendo estrés o heridas emocionales no sanadas. Cuando un pequeño está asustado, frustrado,
celoso, molesto, decepcionado, confundido, angustiado, puede dar señales a
través de su comportamiento, explica la psicóloga suizo americana. Por ejemplo,
una niña que cree ver arañas en su cuarto puede resistirse a ir a su cama, o un
niño asustado o frustrado puede morder a sus compañeritos. Los niños no son tan
elocuentes para verbalizar lo que sienten en cambio lo manifiestan a través de
su comportamiento, señala Solter, por tanto necesitan de la ayuda de sus padres
y adultos cuidadores para canalizar y ponerle palabras a aquello que les pasa.
Permitir que el niño exprese las emociones que provocan estrés o traumas a
través del llanto, el juego, la risa o la descarga física, ayudará a liberar las heridas y restituir el
equilibrio.
En lugar de tratar de eliminar la conducta no deseada, la clave en
todo momento frente al “mal comportamiento” de los niños, consiste en averiguar
cuál es la causa y atenderla con amor, respeto, paciencia y contención.
“Quiéreme cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite” R. Sevenson. El extraño
caso del Dr. Jekyll y
Mr. Hyde
Pueden leer aquí
el artículo completo en inglés, de Aletha Solter, psicóloga experta en trauma,
apego y disciplina no punitiva, fundadora y directora del Aware Parenting
Institute.
Email: conocemimundo@gmail.com
Twitter. @conocemimundo
FB: Conoce Mi Mundo
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