Páginas

miércoles, 6 de marzo de 2013

¿Por qué los niños se “portan mal”?

 
Como si se tratara de eliminar una neumonía con solo tomar jarabe para la tos, en lugar de diagnosticar y tratar la infección que la provoca, los adultos terminamos por creer que, para educar, basta con eliminar el comportamiento no deseado de nuestros pequeños sin atender y resolver la causa que lo origina.
Aletha Solter, autora y psicóloga especialista en trauma, apego y disciplina no punitiva,  directora del Aware Parenting Institute  en su artículo “Why Do Children ‘Misbehave’?”, (“¿Por qué los niños se ‘portan mal’ ?”)  invita, a que en lugar de poner el foco en eliminar el mal comportamiento de los niños,  intentemos  – como es lógico y sensato- atender lo que lo provoca, y que según ella, básicamente se resume en tres causas fundamentales.
En primer lugar,  la psicóloga experta en disciplina no punitiva refiere  la razón del “mal comportamiento” al  hecho de que el niño está intentando satisfacer una necesidad legítima no registrada ni atendida por sus padres. Afirma Solter que cuando un niño no obtiene lo que legítimamente necesita, hará lo posible por llamar la atención hasta lograr la mirada de sus progenitores o cuidadores.   Un niño de tres años mientras  acompaña a  su madre  en  la cola de un banco, puede aburrirse rápidamente por la imposibilidad de jugar, moverse o explorar, y es muy probable que se canse, sienta sueño o hambre. Si no prevemos llevar juguetes, algo de comer, dejar que se mueva, etc., podría sobrevenir un berrinche.   Hay un ejemplo que yo uso mucho para ilustrar estos casos. Es el del peque de cuatro años que tiene la necesidad de sentirse vinculado con su papá, jugar con él,  pero  el papá no lo escucha porque está ocupado leyendo la prensa o atendiendo el celular. Puede que el niño se quede jugando solo y de pronto, sin querer, rompa el jarrón de cristal con la pelota.  Su  papá tal vez deduzca que se ha portado mal y decida castigarlo, en lugar de darse cuenta de que el niño reclamaba una necesidad legítima no atendida oportunamente. Así el niño aprende que “portándose mal” obtiene la mirada de papá.
En segundo lugar Aletha Solter  explica que la razón del “mal comportamiento”   puede responder al hecho de que el niño no tiene la información que necesita o es demasiado joven para recordar las reglas. En este sentido  Solter nos recuerda que los niños aterrizan en un mundo complejo y desconocido para ellos. No saben, por ejemplo, que el vidrio de las ventanas se rompe, o que  resulta peligroso ir al medio de la calle.   Los padres por tanto estamos para informar y acompañarlos respetuosamente a entender cómo funciona el mundo. Por otra parte no podemos  esperar que un niño menor de dos años comprenda el concepto de reglas y que además las siga. En cambio es nuestro deber como padres comprenderlos y satisfacer sus necesidades y posibilidades en cada momento evolutivo, así como mantener un entorno seguro. De manera que en lugar de prohibirle a un niño pequeño que abra  los gabinetes de la cocina o castigarlo si irrespeta la prohibición, es nuestro deber asegurar los gabinetes para que no puedan ser abiertos por el niño. Explica Aletha Solter, que a partir de los dos años  los pequeñines comienzan a discernir y a seguir algunas reglas, siempre que las expliquemos en un lenguaje sencillo y al alcance de su comprensión y que estemos preparados para recordarlas según sea necesario. La directora del Aware Parenting Isntitute aclara que un modo de comunicarnos efectivamente con los niños es permitiendo que ocurran las consecuencias naturales (sin crear consecuencias artificiales), por ejemplo, si deja su habitación desordenada, posiblemente no encuentre el juguete que busca.  Otra recomendación de Aletha Solter para lograr que el niño reconduzca su comportamiento, es hablar en primera persona en lugar de dar órdenes o de atacarlo. Por ejemplo, “me cansa mucho recoger el desorden en la sala”, en lugar de “ordena la sala ahora mismo” o “eres un desordenado”.
Por último Aletha Solter refiere como una de las causas más importantes e incomprendidas de “mal comportamiento”, al hecho de que el niño está sufriendo estrés o heridas emocionales no sanadas.  Cuando un pequeño está asustado, frustrado, celoso, molesto, decepcionado, confundido, angustiado, puede dar señales a través de su comportamiento, explica la psicóloga suizo americana. Por ejemplo, una niña que cree ver arañas en su cuarto puede resistirse a ir a su cama, o un niño asustado o frustrado puede morder a sus compañeritos. Los niños no son tan elocuentes para verbalizar lo que sienten en cambio lo manifiestan a través de su comportamiento, señala Solter, por tanto necesitan de la ayuda de sus padres y adultos cuidadores para canalizar y ponerle palabras a aquello que les pasa. Permitir que el niño exprese las  emociones que provocan estrés o traumas a través del llanto, el juego, la risa o la descarga física,  ayudará a liberar las heridas y restituir el equilibrio.
En lugar de tratar de eliminar la conducta no deseada, la clave en todo momento frente al “mal comportamiento” de los niños, consiste en averiguar cuál es la causa y atenderla con amor, respeto,  paciencia y contención. 

“Quiéreme cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite” R. Sevenson. El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde

Pueden leer aquí el artículo completo en inglés, de Aletha Solter, psicóloga experta en trauma, apego y disciplina no punitiva, fundadora y directora del Aware Parenting Institute.

Twitter. @conocemimundo

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por enriquecer este espacio con tu opinión: