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miércoles, 3 de julio de 2013

La crianza como portal de sanación


 
(...) Y si uno se fija bien, se da cuenta de que los niños son bajitos, eventualmente bajitos, pero bajitos. Y están locos... viva con ellos y sabrá lo maravillosamente locos que están los niños. Lo que pasa -pobrecicos - es que caen en manos de los adultos. Y los adultos les recortan estas alas mágicas con las que los niños vienen de fábrica y los convierten en algo a su imagen y semejanza, con el evidente deterioro de la especie que uno encuentra andando por la calle...   Joan Manuel Serrat
La llegada de un hijo o hija, viene junto a la oportunidad de replantearnos el modo en que hemos encarado la vida, nuestro cuerpo, nuestras emociones, nuestros pensamientos, acciones y relaciones. El niño real que llega a nuestros regazo despierta al niño que fuimos. Atrevernos a mirar cómo fuimos amados  o desamparados durante nuestra propia niñez y cómo desde ese amor o ese desamparo estamos criando en el presente, con mayor o menor disponibilidad emocional hacia nuestros hijos, es condición indispensable para tomar decisiones conscientes sobre la aproximación y trato hacia los pequeños a nuestro cargo.  Cada niño o niña que traemos al mundo, que adoptamos o que nos toca criar por la razón que sea, nos abre una puerta hacia la transformación y el crecimiento. Dependerá de nosotros aprovechar o dejar pasar las señales.
Dicen por ahí que la mente es como un paracaídas: funciona mejor cuando se abre. Yo agregaría que el corazón y la mente, son como un paracaídas, ambos funcionan mejor cuando se abren. La llegada de un hijo o una hija a nuestras vidas, nos impone testarudamente llevar esta máxima a la acción. Con el hecho de la paternidad o la maternidad, el terreno queda abonado,  todo se sincroniza para que salga el buscador que llevamos dentro y emprendamos el trabajo de expansión de la conciencia hasta ubicarnos en la perspectiva desde la cual estar mejor capacitados para acompañar a nuestros hijos e hijas de un modo respetuoso y empático.  
Comprometernos a enmendar los estragos transgeneracionales de abusos, malos tratos, violencia y desamparo, significa honrar y curar al niño o la niña que fuimos, pero sobre todo es una deuda urgente con el niño y la niña presente,  que es nuestro hijo, nuestra hija, y por añadidura, un regalo para los niños y niñas que algún día serán nuestros nietos y nietas…
La maternidad y la paternidad son auspiciosas para  darse cuenta  de que ya no somos niños vulnerables, indefensos ni  dependientes. Ahora estamos en capacidad de encontrar recursos propios para criar a nuestros hijos con afecto, respeto y contención, para abrirles camino hacia una vida plena de sentido, amor, conciencia despierta y en libertad. Ahora podemos detener la aciaga poda de alas mágicas que los pequeños traen de fábrica. Ahora podemos evitar el evidente deterioro de la especie que se encuentra andando por la calle.

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