La Homofobia no es ignorancia, es falta de humanidad. Punto.
Holanda Castro
Por Berna Iskandar.
Aquello de lo que no se quiere hablar, es lo que más necesita ser nombrado. Abordo este tema perfectamente consciente de que significa navegar en aguas turbulentas y picadas por huracanes de tabúes, por tormentas de prejuicios, por vientos de creencias que soplan en dirección contraria a la humanización del planeta. Y lo hago porque soy una convencida de que no podemos concebir un mundo más amable y justo sin que se respete la diversidad, y porque precisamente en el reconocimiento de la igualdad de derechos y de buen trato para todos y todas, es como se dignifican las diferencias. Lo contrario supone exclusión, violencia y maltrato hacia quienes repudiamos por considerar distintos, tal y como ocurre frecuentemente con las personas lesbianas, gays, bisexuales o transgénero (LGBT) quienes forman parte de muchas familias en todo el mundo.
Aquello de lo que no se quiere hablar, es lo que más necesita ser nombrado. Abordo este tema perfectamente consciente de que significa navegar en aguas turbulentas y picadas por huracanes de tabúes, por tormentas de prejuicios, por vientos de creencias que soplan en dirección contraria a la humanización del planeta. Y lo hago porque soy una convencida de que no podemos concebir un mundo más amable y justo sin que se respete la diversidad, y porque precisamente en el reconocimiento de la igualdad de derechos y de buen trato para todos y todas, es como se dignifican las diferencias. Lo contrario supone exclusión, violencia y maltrato hacia quienes repudiamos por considerar distintos, tal y como ocurre frecuentemente con las personas lesbianas, gays, bisexuales o transgénero (LGBT) quienes forman parte de muchas familias en todo el mundo.
Más fácil es dividir un
átomo que eliminar un prejuicio, decía Albert Einstein. Estoy de acuerdo, aunque
no es razón para darse por vencidos. Con suerte, en quienes aún se conservan resquicios de humanidad, el prejuicio,
el miedo y la ignorancia, podrían disolverse con suficiente información oportuna y veraz. Así que manos a la
obra.
Comencemos por explicar
las distintas orientaciones sexuales reconocidas hasta ahora: 1. Heterosexual
o personas que se sienten atraídas sentimental y sexualmente por el sexo
opuesto (la mayoría de la población) 2. Homosexual
masculina y femenina (Gays y lesbianas)
o personas que se sienten atraídas sentimental y sexualmente por otras personas del mismo sexo
(12% de la población) 3. Bisexual o
personas que se sienten atraídas sentimental y sexualmente por otras personas
del mismo sexo o el sexo contrario (20
% de la población) 4. Transgéneros e Intersexuales o personas que no se identifican con el género
asignado al nacer. Transgéneros (1% de la población) Intersexuales (uno
de cada 4 mil nacimientos vivos) Si
hacemos la raya y sumamos, tenemos que
más del 30% de la población del mundo, es LGBT. Se estima que una de cada
cuatro familias nucleares tiene un miembro homosexual. Es decir que, podríamos
estar hablando de mi propia familia o de la familia de cualquier lector de este
post.
Frente a estas cifras, es
lógico inferir que el primer traspié de los padres es dar por descontado que un
hijo o hija es heterosexual. Asumirlo como un hecho, además de presuponer
erróneamente que la homosexualidad es patológica, sienta las bases para que mostremos
alarma y rechazo frente a la sospecha o ante la evidencia de la orientación homosexual de los hijos lo cual contribuye a
crear un entorno hostil.
Es importante saber que aún
no se ha demostrado la razón de ser, ni de la heterosexualidad, ni tampoco de
la homosexualidad, pero tras una completa revisión científica sobre la
homosexualidad, la Organización Mundial
de la salud y la Organización
Americana de Psiquiatría la han dejado fuera
de la lista de enfermedades. Por lo tanto, ser homosexual no se considera
una patología. Ninguna persona debe ser tratada psiquiátricamente para dejar de
ser homosexual y “convertirse” en heterosexual. Padres
y madres debemos comprender que la homosexualidad tampoco
es algo que se escoge. La persona no
tiene opción sobre sus sentimientos afectivos. Si existe una opción justa y
consciente, consiste en aceptarlos y respetarlos. La decencia o indecencia tampoco depende de la
orientación sexual de nadie. Siempre habrá personas honestas y civilizadas, miembros decentes de
una comunidad, así como habrá delincuentes, corruptos y criminales, tanto en la
población heterosexual como en la LGBT. Del mismo modo, es importante saber que
la homosexualidad no es contagiosa.
Ser gay o lesbiana al igual que ser heterosexual no depende del amigo, amiga, maestro,
etc., que nuestros hijos e hijas tengan o elijan tener.
Un padre o una madre no es culpable ni ha hecho nada
mal como para que un hijo o hija sea gay
o lesbiana. La
diversidad sexual ocurre independientemente de la educación. Lo realmente pernicioso y patológico sobre la homosexualidad es la exclusión social,
institucional y familiar de la que son objeto sistemáticamente las personas
LGBT. Infinitas dosis de violencia, dolor y sufrimiento emocional padecen estas
personas al ver censurada la libre expresión de lo que son y lo que sienten. El niño gay o la niña lesbiana frecuentemente está consciente de su
orientación sexual a muy temprana edad y pasa por mucho desprecio, maltrato e
indiferencia. Muchas veces se convierten en seres escondidos con temor al rechazo,
a la burla y al desamor. Son
ellos quienes engrosan la tasa más alta de suicidio infantil y juvenil así como
también de adolescentes en situación de calle por haber sido excluidos del
hogar. No debemos perder de vista que nuestro propio hijo o hija podría ser una
de las víctimas de esta situación de injusticia que puede prevenirse con una
actitud consciente, inteligente y respetuosa.
Finalmente debería bastar
con asumir que un hijo o una hija no llega a nuestras vidas para ser lo que sus padres quieran que sea.
Ellos están allí para ser lo que
vinieron a ser. Los padres que están conectados a través del amor, que
están allí para ocuparse de su bienestar, simplemente los aceptan como son, al
margen de que sean más o menos inteligentes, bonitos o feos, tranquilos o
tremendos, médicos o carpinteros, homosexuales o heterosexuales… Los aman,
respetan y aceptan simplemente porque son sus hijos y son sus hijas, y
punto.
Enlaces relacionados
Por una sociedad libre de homofobia
Email: conocemimundo@gmail.com
Twitter. @conocemimundo
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