Autor: Dementi Shmarinov (1907-1999) Fecha: 1957 Tomada del blog http://el-arte-de-ser-madre.blogspot.com/ |
Una madre siempre
sabe lo que su hijo necesita. Una madre sí que sabe qué es lo correcto
para su hijo cuando permite que su
instinto y su corazón actúen al margen de los mandatos de la puericultura autoritaria
imperante, organizada principalmente para satisfacer la comodidad del
adulto. Una madre sabría responder intuitivamente
a los pedidos de su hijo o hija, de no encontrarse presa tras los
condicionamientos de una pedagogía
anacrónica presente a lo
largo y ancho del planeta, que veta todo intento de ponerse en el lugar del niño, que censura todo esfuerzo por empatizar, comprender sus
necesidades legítimas para
satisfacerlas de un modo inmediato, altruista, desinteresado.
Tengo la convicción de que ninguna madre con
el “permiso” suficiente para mantenerse conectada con su instinto, podría sentirse tranquila
si dejara a un
hijo llorando en la cuna o pasando miedo en solitario dentro de su habitación, para que "no se malcríe" o “aprenda a tolerar
frustraciones”, como pretende
establecer la conseja popular. Tengo la convicción de que una madre conectada con su instinto sería capaz de sacar todo su poder para defender a su cría de tales opiniones predadoras.
Es
inconmensurable el daño que, muchas veces
con buenas intenciones, causan profesionales de salud, familiares, sociedad, empujando
constantemente a las mamás en dirección contraria a las
pulsiones naturales de apegarse a sus crías y responder a sus pedidos de consuelo, presencia, nutrición afectiva. Puedo dar fe de ello. Casi a diario recibo inquietudes
de nuevas mamás confundidas,
divididas entre el llamado que su instinto reclama y las voces de familiares,
de pediatras y opinólogos diciendo: “no cargues tanto a ese muchacho que lo vas a mal acostumbrar”; “déjalo que llore para que aprenda a quedarse sólo”; “para qué le das pecho si
eso te cansa demasiado y no lo llena, complétale con tetero”; “no seas permisiva, dale una nalgada para que aprenda a respetar los límites”… Duele aún más ver cuando una
madre pierde la batalla y entrega a sus hijos haciéndolos presas de un orden
social patológico basado en
creencias absurdas, cuestionables. Madres aturdidas por el abrumador
parloteo que impide escuchar, valorar,
respetar al sabio llamado del instinto.
Yo también tengo un sueño. Ojalá llegue el día en que el
instinto materno sea resignificado y respetado por todos, hombres y mujeres,
desde la conciencia que comporta este sagrado e invalorable regalo de la
naturaleza para la creación de la vida y la
preservación de nuestra
especie en perfecta armonía con su entorno.
Espero que ese día no esté muy lejos.
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me encantó, coincido totalmente, cuando mis chicos eran chiquitos, no me importaba nada lo que dijeran los demás, siempre seguí mi instinto y tan mal no me salieron eh jaja :)
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