Siempre existen alternativas respetuosas para educar a nuestros
pequeños en el reconocimiento de los límites connaturales de la convivencia. A
menudo son aproximaciones que exigen al adulto cuidador o educador mayor
conexión, disposición y compromiso emocional, esfuerzo que no debemos escatimar
si queremos conducir
a nuestros pequeños en el proceso de socialización a través del amor y
el respeto a su integridad como personas.
Hoy les traigo diez de ellas. Espero les sirvan de ayuda.
· Observa si es posible adaptar los límites del entorno a las
necesidades del niño, y si es así ¿por qué no hacerlo? En lugar de forzar al
niño para que se adapte a nuestras exigencias y expectativas adultas en todo
momento, ¿por qué no adaptar el entorno, la casa y nuestras expectativas a las
particulares necesidades del momento evolutivo que atraviesa nuestro hijo? A fin de cuentas se trata de una transición.
Los niños crecen y llegará el día en que podremos organizarnos y organizar las
rutinas y la casa en “modo adulto”.
Mientras tanto, como decía
Miguelito, el amigo de Mafalda, ¿de que sirve ser niños si no les dejamos
ejercer? Para ahorrarnos
peleas y dolores de cabeza, cuando nuestra hija de dos años despliegue la
necesidad de explorar y rasgar las revistas a su alcance en el salón de la casa,
retiremos las nuevas y pongamos revistas viejas que sí pueda rasgar. Si los
niños necesitan movilidad, explorar, subirse y bajarse de los muebles, dispongamos
de un entorno para que lo hagan sin lastimarse y sin que haya objetos de valor
que puedan romper o dañar, etc.
· Tal y como recomienda la psicóloga Violeta Alcocer en su post “Límites
coordenadas fundamentales”, ante la necesidad de demarcar un límite a
nuestro hijo, en lugar de un no rotundo, casi siempre es viable ofrecer al
niño un “sí pero hasta aquí” (no puedes
montar un campamento en medio de la sala pero puedes hacerlo en el patio o en
tu habitación) De ese modo además de que evitaremos entrar en guerra con el
niño, frente a los límites connaturales e inevitables que plantea la
convivencia, le estaremos enseñando que la vida es un vaso medio lleno y no
medio vacío de posibilidades.
· Ser firmes sin ser violentos cuando la situación así lo exija. Si
el niño quiere cruzar la calle solo, si le va a pegar al hermano, si quiere
agarrar el cuchillo carnicero, si va a romper los adornos de la casa de la
vecina, si se quiere tomar la botella de cloro, si quiere poner patas arriba el
estante del súper mercado cuando vamos de compras, si se va a subir al balcón o
al quicio de la ventana, no lo dejamos. Lo contenemos sin violencia mientras le
decimos que no y le explicamos porqué. Insisto, para ello no hace falta
castigar ni pegar.
· Ofrece alternativas en lugar de ordenar. En vez de decir "ve
a bañarte ahora mismo", podemos
preguntar si prefiere bañarse antes o después
de comer. Dejarle elegir permite al niño sentirse respetado. Dar órdenes
los condiciona a la sumisión o a la lucha de poder.
· Podemos elegir mostrar los límites de un modo empático y
compasivo. En lugar de regañar y castigar, reconoce el deseo del niño aunque no
lo puedas complacer (entiendo que estés aburrido y que quieras ir ahora mismo al parque, me encantaría
complacerte, pero en este momento no podemos ir por…) Esto hará que el niño se
sienta amado y tomado en cuenta con lo cual le ayudaremos a atravesar mejor la
frustración.
· Conectarnos y estar atentos a las necesidades del niño para satisfacerlas
oportunamente y prevenir que las pida a través de conductas que luego
catalogamos de mal comportamiento. Ejemplo típico: Carlitos
de cuatro años necesita que su papá lo vea, le hable, juegue con él. Carlitos
se lo pide varias veces de diferentes formas a su papá, pero su papá no escucha
porque está ocupado leyendo la prensa o atendiendo el celular.
Carlitos se queda jugando solo y sin querer rompe el jarrón de cristal con la
pelota. Entonces su papá deja todo lo que está haciendo y voltea para
regañarlo o pegarle, porque asume que Carlitos “necesita límites y disciplina”.
Pero no vio que lo que Carlitos necesitaba
genuina y originalmente era mirada, comunicación amorosa, presencia, vínculo. Con
lo cual Carlitos aprendió que solo rompiendo
el jarrón, logró obtener la mirada de papá. Cuando reconocemos y cubrimos oportunamente
las necesidades legítimas de los niños, impedimos que salgan por la puerta trasera.
· En el momento en que mi necesidad se encuentra con la del otro, podemos
establecer límites a través del acuerdo y la negociación. Así como los padres
estamos dispuestos incondicionalmente a acompañar y adaptarnos a las necesidades de nuestros
hijos, a determinada edad en la que ya han adquirido la madurez necesaria, es
deseable mostrarle a los niños que, en ocasiones, los demás también necesitan y
esperan ser acompañados y complacidos. Por ejemplo, si el niño está
aburrido y quiere jugar con nosotros, podemos dejar nuestra tarea para ir a
jugar con él, explicándole que luego de un tiempo debemos regresar a la tarea
pendiente y que esperamos que nos permita realizarla, transando así, por “un
ratito tú y otro ratito yo”.
· Palabrear e informar constantemente lo que sucede alrededor del
niño, lo que sí podemos hacer, lo que no y porqué. Decir con respeto y
paciencia lo que esperamos de él o de ella las veces que sea necesario (eso no
lo podemos tocar porque quema, no pegamos ni mordemos a los demás porque hace
daño y duele mucho, ahora vamos a cruzar la calle y debes tomarme de la mano
porque es peligroso ir solo…). La psiquiatra infantil Francoise Dolto, enunciaba que sin importar lo pequeño que
fuera y al margen de que maneje o no el lenguaje verbal, un ser humano tiene la
misma capacidad de comprensión desde que está en el vientre de la madre hasta
el día de su muerte. Si confiáramos en las capacidades intrínsecas y habilidades
innatas de los pequeños para co-producir y construir progresivamente el modo en que enfrentan, asimilan, se adaptan según su propio ritmo y necesidades
particulares a los límites inherentes de la coexistencia en sociedad, si
respetáramos y reconociéramos su integridad como personas, informaríamos al
niño sobre dichos límites en lugar de ordenarles e imponerles.
· Una forma de desplegar límites respetuosamente es procurando un
entorno seguro. Los niños menores de dos o tres años no tienen aún la madurez
necesaria para recordar y mantener reglas. No podemos esperar que asuman
instrucciones tales como no meter
objetos en el toma corriente o no abrir los estantes de la cocina donde hay
cuchillos o no subir y bajar solos por las escaleras. Tenemos que poner seguro
a los estantes, tapar los tomacorrientes o enchufes, cerrar el paso hacia las
escaleras con barandas de seguridad.
· Educar con el ejemplo. No le podemos pedir a nuestro hijo que no
pegue o grite a su hermano si nosotros le pegamos y gritamos a él. No podemos
exigir a nuestra hija que se cuide y se respete a sí misma, si no la respetamos o no nos respetamos y
cuidamos a nosotros mismos. Bien lo dice el pediatra y autor Carlos González “No podemos
pretender que los niños tengan unos valores que la mayoría de los adultos no
han asumido.”
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· Infancia, educación emocional y límites, vía mentelibre.com
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Hola Berna. Tengo un par de meses leyendote y de verdad tus reflexiones y ariculos me han enseñado y ayudado en la crianza semi respetuosa de mi niño de 3 años, pero a veces dudp de si lo estoy haciendo bien pues no me obedece, es muy dificil salir con el, a pesar de que siempre llevo carritos, creyonesm hojas, etc. Le canto, le cuento historias, entre otras cosas, sin embargo siempr quiere correr, se rehusa a darme la mano cuando vamos caminando. Bueno, quisiera saber tu opinion al respecto y que recomendacion podrias darme. Gracias de antemano
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