Entrevista a Mireia Long y Azucena Caballero de La Pedagogía Blanca
Porque sabemos el gran interés que despierta el tema, este miércoles iniciamos un especial sobre Límites en la Crianza Respetuosa,
que consta de una misma entrevista realizada a diferentes
especialistas, autores, madres y padres blogueros hispanohablantes,
orientados hacia la construcción de nuevos paradigmas de educación y
crianza.
Abrimos por la puerta grande con dos mujeres brillantes,
emprendedoras, afincadas en España, y disponibles a través de la web. Ambas creadoras de un proyecto innovador
llamado La Pedagogía Blanca desde el cual, entre la infinita gama de recursos alternativos para padres y educadores, ofrecen el coaching educativo de la Pedagogía Blanca,
un programa de seis meses que ha tenido gran acogida y abarca todos los
aspectos psicológicos, emocionales, relacionales y de aprendizaje
necesarios para conocer y acompañar a nuestro hijo o alumno. Ellas son Mireia Long y Azucena Caballero quienes respondieron en conjunto a la entrevista.
¿Qué importancia tiene para la educación emocional y social de los hijos el reconocimiento de los límites y cuál es nuestro papel como progenitores o educadores en esta tarea?
La educación emocional es realmente la base que en la
Pedagogía Blanca consideramos como el fundamento de la educación.
Aprender no es acumular datos, sino lograr una formación completa de
todas las facetas del ser humano que le permita desarrollarse como esa
persona única que es y eso solo se logra desde el reconocimiento del
propio valor y de la relación respetuosa con los demás.
Los límites o normas son indispensables, forman parte de la propia
naturaleza y son necesarios para la convivencia y el propio desarrollo
en un ambiente seguro. Son los adultos los que proporcionan esos límites
al niño, y, aunque existen otros límites puramente naturales y
biológicos en los que cualquier ser vivo aprende a moverse, hay otros
que son culturales y sociales.
Hablar de límites es complejo pues despierta en nosotros el miedo a
una educación autoritaria que imponga las convenciones y necesidades
adultas al niño por medio de la violencia o el chantaje. Pero eso no es
un límite o no es la única forma de concebirlos.
Los niños necesitan aprender sobre ellos mismos y sobre la sociedad
guiados por padres y educadores respetuosos y empáticos, que comprendan y
respeten los sentimientos, los procesos madurativos y las necesidades
de los niños. Y el papel de los padres y educadores es el de
proporcionar información, contención y guía en todo momento.
La complejidad del comportamiento humano y de la sociedad hace
indispensable que el adulto educador asuma su papel de transmisor y
cuidador sin miedo, siendo capaz de la autocrítica y de negociación,
pues al final, el objetivo de la Educación es `permitir que el niño
llegue a poder desarrollar una vida plena, satisfactoria y útil para él
mismo y para los demás seres humanos desde la Paz y el respeto por el
otro. Y como somos seres humanos, mamíferos, primates y seres
culturales no podemos dejar al niño solo en esa construcción, es propio
de nuestra naturaleza que aprendan de nosotros y con nosotros. Y en
esta línea trabajamos en la Pedagogía Blanca.
Hablemos de la posición que sostiene La Pedagogía
Blanca, sobre los sistemas de castigos y premios (nalgadas, el un dos
tres, tiempo fuera o silla de pensar, cartelera de puntos, estrellitas y
caritas sonrientes) para educar o criar a los niños.
Cualquier coacción es dañina. Usar la violencia sea física, emocional
o psicológica, sea chantaje o negación de atención, daña a los seres
humanos y más aún a los niños.
La responsabilidad nace de la comprensión y el autoconomiento, pero
nunca del miedo al castigo y mucho menos se logra usando la violencia
como herramienta.
Si no pego ni castigo ¿cómo le pongo límites a mi hijo?
¿Necesitas tú que te peguen, te amenacen o te castiguen para
comportarte de manera pacífica o desear crecer en todos los niveles
personales? Si es el caso es que no aprendiste correctamente lo que son
los límites y se dañaron tus procesos emocionales y cognitivos por la
violencia.
Los límites son naturales y también culturales. Podríamos definirlos
como las normas que consensuamos los seres humanos para convivir de
manera pacífica y respetuosa con la libertad y el derecho del otro. Y se aprenden con el ejemplo, el acompañamiento, la contención y las explicaciones. Para
ponerle límites a un niño es preciso paciencia, comprender sus procesos
psicológicos y cognitivos, amarlo bien, respetarlo, apreciar su
diversidad y responder a sus necesidades de forma activa. Escucharlo
y dar importancia a sus emociones, dejarle disentir, saber decir pocas
veces NO, ser cariñoso y establecer una relación de confianza mutua.
¿Según sea la edad, cómo podemos ayudarles a reconocer dichos límites de una forma respetuosa hacia su integridad como persona?
En realidad los límites que debemos poner a un niño son muy simples.
No se usa la violencia (ni yo contra ti, ni tu contra mí, ni nadie
del entorno debe recibirlo y no debemos permitir que nadie la use con
nosotros).
No se permite que nadie ponga en peligro su integridad o su seguridad, ni él mismo.
A partir de estas dos premisas podemos construir un sistema de
normas, explicarlo, variarlo, consensuarlo y negociarlo de forma que el
niño vaya siendo capaz de llegar a ser un adulto responsable y pacífico,
capaz de lograr su propio objetivo vital y de relacionarse en la
sociedad.
Ese objetivo es parte fundamental de nuestros programas formativos
para padres y maestros, pues abordamos la diversidad, la capacidad de
negociación, la escucha activa, el fomento de la responsabilidad y la
creatividad integrados en el desarrollo humano completo, tanto en los
aspectos emocionales, conductuales y de aprendizaje en el área
académica.
Espera nuestra próxima edición de este especial
sobre Disciplina y Crianza Respetuosa en la que publicaremos la
entrevista a Louma Sader, autora y fundadora de Amor Maternal
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