Casi a
diario me escriben padres angustiados pidiendo que les recomiende algún
psicólogo o terapeuta infantil porque ya no saben qué hacer para que su pequeño
o pequeña les obedezca sin chistar, para que haga la tarea, para que duerma en
solitario toda la noche sin molestar, para que coma, para que respete... Siempre les contesto que somos los adultos
cuidadores los que necesitamos ayuda para redimensionar nuestras expectativas con
los niños, para comprender apropiadamente sus necesidades o lo que subyace tras
su comportamiento. Somos los adultos quienes necesitamos derribar mitos, cambiar
nuestra percepción sobre el niño, el modo en que creemos que debemos
aproximarnos hacia él (generalmente unidireccional, distante, autoritario,
desde arriba). Somos los adultos los que tenemos que mirar fehacientemente con
qué recursos emocionales contamos para estar disponibles o no y porqué nos
resulta tan difícil responder a las necesidades de los niños, empatizar con ellos. Somos nosotros los que
tenemos que emprender la tarea reeducativa de abandonar patrones insanos,
elaborando heridas arrastradas desde nuestros propios desamparos infantiles… en
fin, hacer un trabajo de autoindagación
y transformación para ensanchar nuestras
fronteras emocionales y dar cabida a una mayor consciencia. Es así como, por
añadidura, los niños mejoran.
Los peques
no tienen cómo ni a dónde escapar. Son absolutamente dependientes de sus
cuidadores para sobrevivir. Dependen económica y afectivamente de nosotros con
lo cual terminan a menudo atrapados por nuestra desinformación, nuestros
propios patrones insanos de crianza o conflictos emocionales. Por ser los más indefensos
del sistema familiar, los niños, acaban apropiándose de nuestras sombras o
despropósitos manifestándolos a través de una serie de síntomas. Previamente
establecemos un modelo de normalidad basado en
mitologías y creencias psicológicas bastante discutibles, en el que pretendemos
adaptar a la criatura, sin plantearnos cuán irrespetuoso o contraproducente
pudiera resultar desde su punto de vista. Si no lo logramos en casa o en la
escuela, entonces lo llevamos al especialista para que nos diga cómo meter a
nuestro hijo dentro del cauce de la pretendida normalidad. Cualquier conducta que
nos saque de nuestra zona cómoda o que suponga una crisis (rebeldía, rabietas,
niños inquietos o muy pasivos o distraídos, niños que no duermen la noche
entera de un tirón, que se resisten a dormir en solitario, que no quieren comer
lo que les ofrecemos...) a menudo termina
diagnosticada como déficit de atención,
trastorno oposicionista, trastornos del sueño.... y toda una colección de patologías con los
correspondientes tratamientos diseñados prêt-à-porter
para aceitar un mercado de salud (o de enfermedad) muy rentable. Tratamos al niño visto como "perverso polimorfo"
incapaz de autorregularse, y a quien
debe obligarse a frustrar pulsiones o deseos, para que “se convierta en una
persona de bien...”. Esta creencia
basada en aportes bastante objetables del psicoanálisis, aún es asumido como
verdad revelada e infalible por profesionales de la conducta y de la educación,
comportando -en mi opinión y de algunos especialistas- infinitos despropósitos en el trato hacia los
niños.
Así es como
más o menos opera todo este tinglado con el que convenientemente, los adultos despachamos
nuestros problemas al niño. Y si un profesional sensato y ético señala que
somos nosotros los que debemos ir a terapia, buscamos a otro, siendo lo más probable
que encontremos fácilmente a quien se decante por dar la razón a los que
pagamos la consulta… En resumen, nos
ponemos de acuerdo para endilgar la causa de los desencuentros o conflictos en el
vínculo padre-hijo o educador-alumno, etc.,
al pequeño. Lo cual, además de ser injusto, no resuelve el problema.
Los hijos
son nuestro más directo y descarnado espejo. Proyectan nuestras propias sombras
ofreciéndonos la oportunidad de registrarlas, revisar y mejorar. Ellos son
nuestra mejor escuela.
Si lo que
realmente queremos es cambiar las cosas en beneficio de los niños, en lugar
de proyectarle nuestras neurosis, atrevámonos a registrarlas y a hacernos
responsables de ellas. Solo así nos acercaremos hacia la posibilidad de atenderlos
desde un lugar mucho más consciente, informado, disponible y amoroso.
Email: conocemimundo@gmail.com
Twitter. @conocemimundo
Instagram: @conocemimundo
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