Recientemente una mamá me comunicaba su inquietud en
relación al miedo de su hijo de en edad escolar a meterse en la piscina. Lo había apuntado en clases de
natación pero su hijo se angustiaba mucho toda vez que debía zambullirse en el
agua. Algunos opinólogos le recomendaban que el niño asistiera a las clases y
se metiera en la piscina en contra de su voluntad. Sin saber qué hacer, la mamá
me preguntó por alguna lectura sobre el miedo infantil y recordé un capítulo
dedicado a ese tema en el libro "Amar
Sin miedo a Malcriar" de la psicóloga y autora española Yolanda González,
frecuentemente citada y recomendada en mis divulgaciones sobre crianza
respetuosa.
González comienza por decir que para apoyar consciente y
respetuosamente a nuestros hijos frente a sus experiencias de miedo, en primer lugar necesitamos revisar nuestras
propias emociones en relación a aquello que el niño teme, porque probablemente
sea por nosotros que el pequeño lo esté percibiendo y reflejando. Así mismo
desaconseja en todo momento burlarse o banalizar sus temores con comentarios
como "mira lo grande que eres y todavía con miedo a la oscuridad, ¿no te
da vergüenza?, etc.". La especialista en crianza alternativa nos recuerda
que sea real o imaginario, el miedo siempre cumple con
la función de auto-protección. De hecho el miedo es un mecanismo evolutivo que
nos alerta sobre situaciones peligrosas y se gatilla para que nos protejamos
garantizando así la sobrevivencia. Por esa razón es importante que criadores,
cuidadores y adultos responsables de los niños, siempre escuchemos con respeto
sus temores, asintiendo y sin negarlos, al tiempo de brindar el apoyo que la
criatura necesite para sentirse protegida o segura hasta superarlos.
Cuando los niños manifiestan miedo, la autora de Amar Sin Miedo a Malcriar, recomienda
transmitir seguridad con la actitud y con la palabra. Igualmente nos recuerda
la importancia de acompañar a los pequeños sin presionar, ni obligar a
enfrentar por sí mismos la experiencia que les asusta. De manera que si un niño
teme ir sólo al baño de noche, lo acompañemos mientras le tranquilizamos
diciéndole que estamos seguros de que en algún momento perderá el miedo y lo
hará por sí mismo, y que siempre que nos necesite estaremos allí, aclara la
psicóloga española. Para sobrevivir, un
niño en total o gran medida, según sea su edad, depende de uno o varios
cuidadores significativos con quienes previamente ha establecido un vínculo
fuerte y que a la vez sepan interpretar y satisfacer sus necesidades. De manera
que cuando un niño se estresa o siente miedo, el apego con su cuidador o adulto
significativo le supone encontrar la nutrición afectiva, el consuelo y la
seguridad necesarias para regularse hasta sentar las bases para emprender
gradualmente la exploración por sí mismo. Más o menos es así como ópera el apego
seguro.
Prevenir la exposición a situaciones que provoquen miedo en
el niño es algo que podemos hacer los adultos cuidadores, tal y como recomienda
la especialista. Con lo cual no debemos meterles miedo para que nos
obedezcan (si no comes o te portas mal vendrá el coco o el hombre del saco,
etc) ni tampoco amenazarles con que los dejaremos de querer, siendo que ello
conlleva a crearles inseguridad. En el
mismo orden de ideas debemos evitar exponer a los niños a experiencias para las
que aún no se encuentran preparados, tales como programas de televisión,
películas, o situaciones que sobrepasen el momento evolutivo en el que se
encuentra la criatura, explica Yolanda
González.
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