Los niños con padres capaces de mantenerse
cerca de su mundo emocional están bien (en su propio paraíso), al margen de aquello que ocurra en el
exterior. Laura Gutman
Para un desarrollo psicoafectivo saludable, es
imprescindible que el niño cuente con uno o varios adultos significativos
capaces de conectar con su alma infantil, comprender y conocer su mundo
interior, su punto de vista, sus necesidades reales y satisfacerlas sin
reparos.
Lamentablemente esto no es lo común. Todos los terrícolas atravesados por una civilización basada en relaciones verticales, donde el fuerte se impone sobre el débil, procedemos de infancias signadas por el abuso y el desamparo, en mayor o menor grado. Sin embargo tenemos tendencia a minimizar lo que nos pasó por lealtad hacia los padres. Sobre todo hacia la madre...
Para registrar los niveles del propio desamparo infantil, la
autora y terapeuta Laura Gutman sugiere
que nos preguntemos: cuando éramos niños ¿quién sabía de nuestros miedos, de
nuestra soledad cuando por ejemplo veíamos monstruos en la oscuridad de nuestra
habitación donde éramos obligados a dormir en solitario… quién era capaz de
interpretar aquello que realmente sentíamos desde nuestro punto de vista
infantil, desde nuestro sí mismo y validarlo, acompañarnos, sostenernos,
consolarnos...?
Cuando la figura maternante es tragada por sus propios agobios instalados y
arrastrados desde las carencias infantiles, difícilmente encontrará
recursos emocionales para establecer un vínculo consciente de compromiso
emocional genuino y sostenible con el niño. Abrumados por las propias
deficiencias afectivas, nos cuesta encontrar un lugar emocional desde donde
estar disponibles y fluir en el cuidado de nuestros pequeños. No importa
cuántos libros o posts de Crianza Respetuosa leamos, o a cuántos especialistas
escuchemos, ni tampoco que nos apuntemos a practicar lactancia materna, colecho
o porteo, o que propugnemos la crianza con apego como una causa capaz de
cambiar al mundo. Si no nos esforzamos en realizar un trabajo de
auto-indagación y auto-conocimiento para reconocer las propias sombras y para
registrar las secuelas de las propias infancias carentes y abusadas, cualquier
intento de criar respetuosamente se constituirá en una débil pátina capaz de
caerse con tan sólo rascarla. La crianza consciente comienza por la propia
transformación personal.
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