No son pocas las
veces que las madres manifestamos seria preocupación porque el niño no come lo que
queremos que coma, en las cantidades, horarios y de la manera en que suponemos que debe comer.
Sin embargo, comer al igual que respirar, amamantar, dormir, evacuar… son funciones robustas. Salvo que se trate de una patología (lo cual resulta excepcional) venimos perfectamente dotados para
hacerlo sin dificultad desde el momento en que nacemos… y es que de otro modo sencillamente no sobreviviríamos como especie.
Cabe preguntarse cuándo y cómo fue que los seres humanos creamos tantas interferencias hasta
convertir el momento de alimentar a los peques en una experiencia llena
dificultades, de tensión, represiones y
exigencias desmedidas, en lugar de fluir dejándonos llevar por el placer compartido al ritmo pausado, juguetón y relajado que supone acompañar a los más pequeños.
Para comer
sanamente y en armonía, un niño aún muy dependiente de los cuidados parentales, necesita de la intermediación de un adulto significativo con disposición emocional y ganas de estar, de acompañar sin presionar. Sin embargo
la mayoría de las veces nos encontramos apurados o agobiados con lo
cual hacemos que el momento de la comida sea rápido, bajo presión, ceñido a un tiempo que responda a la velocidad del adulto y no a los
tiempos de las criaturas.
Muchas veces pretendemos que el niño coma las cantidades que nosotros decidimos unilateralmente, sin
tomar en cuenta las pistas que él nos indica sobre
lo que necesita para saciarse. A menudo les servimos platos que para un adulto,
proporcionalmente, suponen una olla entera de comida, y pretendemos que se lo
coman todo.
Al igual que en
otros aspectos de la crianza como el sueño infantil, el control
de esfínteres, etc., asumimos la alimentación de nuestros pequeñines desde expectativas irreales sobre lo que ellos están o no en condiciones de alcanzar de acuerdo a su madurez evolutiva.
Pretendemos que se queden sentados en la mesa
durante un tiempo establecido con modales y comportamientos de adultos que no corresponden con el carácter juguetón, movedizo e
inquieto de un pequeño, o siguiendo
horarios rígidos
que no se acoplan a los tiempos en que la criatura siente genuinas ganas
de comer.
Tal y como refieren
autores como Laura Gutman y Carlos Gonzáles, con
frecuencia alimentamos a los pequeños con papillas o purés porque con ello
podemos llevar mayor control de los cubiertos para evitar que ensucien, así como de las dosis que entran en la boca del niño. Nos cuesta mucho admitir que desde muy pequeños los niños, si bien no
pueden manipular los cubiertos, sí
que son
capaces de comer por ellos mismos
agarrando con las manos un trozo de verdura, de carne o de fruta o
alimentos en forma de bollos, croquetas, pastelitos, ganado así cierta autonomía que les motiva a
comer. En la medida en que el pequeño siente que es dueño de comer como
quiere y que puede jugar mientras lo hace, no ofrecerá resistencia, desarrollará la capacidad de
manipular directamente los alimentos mientras experimenta texturas, olores,
colores, sabores y se va preparando mejor para comer sólidos. Para más información podemos indagar a través de la búsqueda sobre alimentación autorregulada o
Baby Led Weaning.
Es más fácil ofrecer dulces y chucherías con el propósito de que el niño nos deje tranquilos cuando estamos agobiados o no nos sentimos
disponibles para ofrecer mirada, vínculo y compromiso
emocional. Quizás allí se arraiga la causa de que los pequeños pidan tantas chucherías, siendo que los padres les hemos enseñado a sustituir nuestro afecto y presencia consumiéndolas.
Muchas veces las
criaturas encuentran en el momento de comer la única oportunidad para establecer una interacción cercana con su madre o padre, para manifestar el malestar fruto de
necesidades legítimas no satisfechas o desoídas, rechazando la comida o haciendo berrinches, a falta de recursos
para expresar con palabras lo que sienten.
Los adultos perdemos
de vista que el hábito de que los niños se sienten a comer en la mesa con el resto de la familia se
instaura progresivamente sin forzar y sin que nos demos cuenta, en la medida en
que ellos van aprendiendo por imitación y por motivación cuando ven y sienten que los adultos disfrutamos del momento de la
comida como una experiencia de intercambio agradable.
Email: conocemimundo@gmail.com
Twitter. @conocemimundo
Instagram: @conocemimundo
FB: Conoce Mi Mundo
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por enriquecer este espacio con tu opinión: