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martes, 31 de marzo de 2015

Cuando el condicionamiento obnubila


Cada vez que posteo alguna reflexión sobre métodos educativos que entrañan y naturalizan abuso infantil, alguien se molesta y me acusa de que sólo me dedico a señalar la violencia tras los métodos educativos tradicionales, pero que nunca ofrezco alternativas para educar respetuosamente.

A todas estas personas me permito responderles lo siguiente: Si lo que buscan son recetas, lamento decepcionarles porque no las van a encontrar. No las doy porque me parece irresponsable tratándose de que cada niño es único, así como su relación con el adulto cuidador y las circunstancias que le rodean o acontecen. Si en cambio en cada aporte que publico con información sobre el momento evolutivo de los niños y sus reales necesidades vieran la oportunidad de empatizar con sus hijos; si en cada post donde ofrezco información sobre las causas tras el comportamiento de los niños razonaran sobre la oportunidad de mirar más allá de la superficie para entender y atender dicha causa con respeto a la integridad como persona del niño en lugar de detener automáticamente la conducta con castigos, amenazas o recompensas; si incluso en las reflexiones sobre la importancia de hacer trabajo de autoindagación personal para registrar las historias de abuso y desamparo en nuestras propias infancias, lograran encontrar claves para educar desde un lugar más consciente e informado… tal vez no me acusarían injustamente de no ofrecer dicha ayuda.

Ah, por cierto, también publico constantemente abundantes referencias directas sobre alternativas al castigo, los premios, amenazas o métodos conductistas para educar, como por ejemplo (entre muchos otros) un post en mi blog titulado “si no pego ni castigo ¿cómo le pongo límites a mi hijo?” con un video y 17 enlaces de ayuda que además de otros post, circulo periódicamente en todas mis redes sociales.

Cuando el condicionamiento obnubila, aún delante de la evidencia, no somos capaces de registrarla. Dependerá del momento de conciencia de cada ser humano hacerlo o no. 

Por Berna Iskandar @conocemimundo

Twitter. @conocemimundo

viernes, 27 de marzo de 2015

¿Quién decide cómo nos organizamos para dormir?

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No soy partidaria de que los especialistas de la conducta, ni profesionales sanitarios, ni opinólogos de oficio establezcan el modo en que cada familia se organiza para dormir. Me parece que cada familia está en perfecta capacidad de decidir cómo hacerlo. Sea que duerman en cama conjunta con sus peques (#colecho) o pongan una cuna,  una camita o corral al lado de su cama, como si deciden que el peque debe ir después de determinado tiempo a dormir en otra habitación acompañado por sus hermanos o su madre o padre, siempre que lo necesite, es asunto que los progenitores deben evaluar según sean las necesidades, rutinas y posibilidades particulares en cada hogar.  Lo único que siempre le pido a los padres es que, sea cual sea la decisión que tomen, no permitan que la criatura sufra, no le dejen llorar, no permitan que pase miedo, soledad, angustia.

Hacer que los niños duerman en solitario es una novedad histórica que se establece alrededor de hace doscientos por razones culturales que ya no existen. Esta costumbre fue avalada por determinado sector de la pediatría del sueño  a mediados del siglo XX a partir del boom de la educación conductista, orientada a priorizar la comodidad adulta, en absoluta desconexión con las reales necesidades biológicas y psicoafectivas infantiles. Antes de eso, y a lo largo de la historia de la humanidad, los niños dormían acompañados o se llevaban en brazos siempre que lo pidieran o necesitaran, de manera natural  y sin cuestionamientos ni censura.

El colecho (dormir en cama conjunta con los niños pequeños) es el modo en que muchas familias descubren que descansan mejor cuando hay chiquitines en casa. Esto ha sido así a lo largo de la historia de la humanidad porque somos mamíferos y necesitamos cuidar la noche, sentir la presencia segurizante de otro para dormir mejor, para dormir tranquilos…   Más aún durante los primeros seis años de vida  cuando los niños no tienen aún sus fases de sueño maduras, con lo cual si los obligamos a dormir solos se asustan y se sienten inseguros, porque como es natural dependen de sus padres para calmarse o sentir seguridad.

 Si elegimos otra forma distinta al colecho para dormir, siempre habrá alternativas respetuosas para conseguir que el sueño de los niños y el de sus padres, logre acompasarse. No existen recetas, ni fórmulas, ni tablas estandarizadas, sino que se requiere paciencia, tiempo y soluciones adaptadas a la realidad y necesidades únicas de cada familia. Lo que debe quedarnos muy claro es que, dejarlos llorar para que “aprendan” a dormir solos, obligar  a que pasen miedo y angustia, no es una solución ética, ni tampoco saludable para los pequeños.


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martes, 17 de marzo de 2015

Tareas, pupitres, exámenes ¿son realmente necesarios?





A menudo los progenitores me preguntan cómo lograr que sus hijos hagan las tareas escolares sin resistirse.  Siempre respondo: ¿por qué en lugar de forzar al niño a adaptarse a un sistema pedagógico obsoleto, vencido, inútil, no cerramos filas para hacer que el sistema pedagógico se adapte a las necesidades reales de los niños y jóvenes?  
¿Alguna vez hemos hecho el ejercicio de tratar de registrar qué cantidad de conocimientos adquiridos durante todo nuestro proceso educativo desde el primer día de escolarización hasta graduarnos, somos capaces de recordar o nos sirve de algo para  nuestro desempeño actual en la vida? Hagamos memoria, ¿cuánta de toda la información memorizada o "aprendida" a lo largo de horas, días, años de escuela, de tareas interminables, pesadas y aburridas en casa, cuánto de lo adquirido durante miles de días de nuestra infancia y juventud invertidos en actividades académicas, recordamos o nos sirve para algo hoy? Tal vez leer, escribir (con serias lagunas de compresión lectora y de redacción, por cierto) Acaso sumar, restar... posiblemente el nombre de algunos países o capitales, aunque esos seguro que los descubrimos viajando o jugando o leyendo cuentos o novelas interesantes, y no precisamente en la escuela... ¿Fechas?, ¿para qué?. A que recordamos solo las que se celebran o conmemoran todavía y porque son días no laborables, porque si no... Algunos expertos han demostrado que,  de todo ese "esfuerzo educativo" a lo largo de años, apenas retenemos y usamos un diez por ciento en el mejor de los casos. ¿Qué querrá decir toda esta evidencia ? ¿No será que va siendo hora de cambiar el modelo pedagógico hegemónico establecido siglos atrás,  que ya es un barco haciendo agua por muchos huecos? Vamos a sincerarnos, ¿responde el sistema educativo actual a las necesidades de nuestro tiempo?
Cada día surgen  nuevas iniciativas que aportan cambios significativos hacia el objetivo de transformar el paradigma educativo.  Una de ellas supone, por ejemplo,  eliminar las tareas escolares o propuestas como las del proyecto La Pedagogía Blanca que explican las razones por las cuales debemos oponernos  a   los deberes abusivos y que ofrecen información sobre distintos aspectos que rodean al problema  tales como la legalidad, las diferentes formas de plantear tareas, cómo hablar con los maestros, cómo apoyar a los hijos, etc.
Recientemente  se anunciaba en distintos medios de comunicación que  los colegios jesuitas en Cataluña han comenzado a implantar un modelo pedagógico en el que desaparecen las clases magistrales, los pupitres, los deberes y las aulas tradicionales. Esto nos habla de cómo, incluso las instituciones más conservadoras, son capaces de abrirse al cambio. Dichas propuestas educativas no son del todo recientes. Modelos pedagógicos distintos al tradicional que conocemos hoy, siempre han existido. Las escuelas Montessori y Reggio Emilia entre otras, al igual que   sistemas  educativos de países como Finlandia, Suecia, etc.., así lo demuestran. En el proyecto audiovisual de licencia libre La Educación Prohibida se documentan más de cuarenta experiencias educativas actuales no convencionales, en Iberoamérica.
Personalmente no soy partidaria de un único modelo pedagógico. Me inclino hacia  la diversidad de modelos orgánicos y dinámicos que se ajustan a las necesidades particulares de  cada cultura a su vez entrelazada con la globalidad,  modelos visionarios que al mismo tiempo respondan a las propias circunstancias históricas, que sean capaces de atender a cada individuo como a un ser único según sus propias necesidades y potenciales. Quizás a un niño, niña o joven le vaya bien con Reggio Emilia y a otro le encaje más Montessori o Summerhill, o la combinación de varios modelos adaptados o climatizados…  así como seguramente, en algún momento será oportuno abrirnos a nuevas experiencias educativas que aún no se han desarrollo. Lo importante es  permitir el despliegue de la diversidad pedagógica y acceder a la nueva educación que tanta falta hace a la humanidad.
La vida es cambio constante, hay que abrirse a nuevos referentes para educar o de lo contrario quedaremos atascados en esquemas vencidos. Necesitamos "pensar fuera de la caja", romper con la consistencia, vencer la resignación caracterial y empoderarnos. Sin  personas que se atreven cuestionar lo naturalizado y proponer nuevos paradigmas, aún estaríamos  en el siglo XV.


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miércoles, 4 de marzo de 2015

Los chiquitines hablan con su cuerpo


Durante los encuentros con criadores y educadores en talleres, conferencias  y espacios de divulgación e intercambio,  surge  mucho la inquietud de madres y padres de niños pequeños (alrededor del año a los 4 años de edad) sobre comportamientos valorados como indeseables e inapropiados. Dichos progenitores manifiestan su temor de que este tipo de conducta constituya un riesgo para el correcto desarrollo en el proceso de socialización de las criaturas deviniendo a la larga en sujetos antisociales e inadaptados. Aún cuando se trata de conductas típicas de niños pequeños, los padres no las vinculamos con rasgos evolutivos que dejarán atrás por autorregulación, es decir, toda vez que el pequeño haya alcanzado la madurez suficiente para expresarse o conducirse con recursos más elaborados.
A continuación algunos  ejemplos de las inquietudes frecuentemente manifestadas por los padres:
  • Cuando mi nena de 16 meses se enoja, y lo hace porque no se le da lo que ella quiere, lanza lo que tiene a su alcance, comida juguetes, lo que sea y hasta llega a golpearme. ¿Qué hacer?
  • Mi bebé de 1 año y 10 meses frecuentemente me hace actos de agresividad. Rompe o tira las cosas con el objetivo de calmar sentimientos ocasionados por llamados de atención y no sé que hacer ante este comportamiento.
  • Yo le hablo a mi hijo de 2 años y me quiere hasta pegar, es de carácter muy fuerte. Me dicen que debo controlarlo con una nalgada a tiempo o luego nos pesará.
  • Tengo un bebé de 2 años que pega y muerde. Ya  me han citado varias veces en el preescolar y no sé que hacer para corregir su conducta.
A menudo los adultos sin saberlo o sin darnos cuenta creamos interferencias porque actuamos desde expectativas falsas sobre lo que podemos o no esperar de un niño según las características de su momento madurativo. Desconocemos por ejemplo que los niños a esas edades son básicamente emocionales (no han desarrollado el habla ni la infraestructura cerebral para percibir, gestionar o expresar las experiencias de un modo más racional). No tienen la experiencia necesaria ni la noción del antes o después, están siempre aquí y ahora, pasan de una emoción a otra (de la rabia con llanto a la euforia con risas) de un segundo a otro, rápidamente. Son psico-corporales, todas su emociones desde la rabia, frustración, hasta la alegría y la euforia, las manifiestan con el cuerpo (descargar golpes, lanzar objetos, morder, etc.)

¿Qué podemos hacer?
  1. Mostrar empatía validando su emoción (entiendo que te sientas frustrado por… me encantaría complacerte pero no puedo por…)
  2. Ofrecer alternativas más atractivas e inesperadas para distraerlos e inducirlos a que olviden lo que provocó rabia (¡mira qué bello el perrito, el pajarito, la muñeca…!)
  3. Ofrecer  algún objeto que puedan lanzar o golpear (pelota de goma, un tambor, una almohada) para descargar sus impulsos, sin dañarse ni dañar.
  4. Podemos actuar físicamente con firmeza y sin violencia conteniendo el cuerpo de la criatura para que no haga daño o se haga daño marcando el límite con gestos inequívocos y coherentes  (un abrazo amoroso que le impida golpear o golpearse, es un límite)
  5. Revisar la dieta del niño. El exceso de consumo de azúcar y otros alimentos que provocan alergias, pueden aumentar la impulsividad o agresividad.
  6. Paciencia y comprensión. Si no creamos interferencias a través de intervenciones represivas o exigencias desmedidas, llegará la edad en que progresivamente el niño logrará madurez para gestionar sus emociones con mayores recursos, así como la capacidad para adaptarse mejor a las exigencias del entorno.
Recordemos siempre que los niños no actúan por capricho o malacrianza como se cree comúnmente.  La conducta de un niño siempre se explica por la interacción con su adulto cuidador, el momento madurativo y las circunstancias que le rodean. En lugar de intentar detener o reforzar una conducta determinada con reprimendas, premios y castigos, indaguemos y atendamos la causa estableciendo una conexión robusta con la criatura, empatizando con ella y  respetando su integridad como persona.


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