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viernes, 27 de marzo de 2015

¿Quién decide cómo nos organizamos para dormir?

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No soy partidaria de que los especialistas de la conducta, ni profesionales sanitarios, ni opinólogos de oficio establezcan el modo en que cada familia se organiza para dormir. Me parece que cada familia está en perfecta capacidad de decidir cómo hacerlo. Sea que duerman en cama conjunta con sus peques (#colecho) o pongan una cuna,  una camita o corral al lado de su cama, como si deciden que el peque debe ir después de determinado tiempo a dormir en otra habitación acompañado por sus hermanos o su madre o padre, siempre que lo necesite, es asunto que los progenitores deben evaluar según sean las necesidades, rutinas y posibilidades particulares en cada hogar.  Lo único que siempre le pido a los padres es que, sea cual sea la decisión que tomen, no permitan que la criatura sufra, no le dejen llorar, no permitan que pase miedo, soledad, angustia.

Hacer que los niños duerman en solitario es una novedad histórica que se establece alrededor de hace doscientos por razones culturales que ya no existen. Esta costumbre fue avalada por determinado sector de la pediatría del sueño  a mediados del siglo XX a partir del boom de la educación conductista, orientada a priorizar la comodidad adulta, en absoluta desconexión con las reales necesidades biológicas y psicoafectivas infantiles. Antes de eso, y a lo largo de la historia de la humanidad, los niños dormían acompañados o se llevaban en brazos siempre que lo pidieran o necesitaran, de manera natural  y sin cuestionamientos ni censura.

El colecho (dormir en cama conjunta con los niños pequeños) es el modo en que muchas familias descubren que descansan mejor cuando hay chiquitines en casa. Esto ha sido así a lo largo de la historia de la humanidad porque somos mamíferos y necesitamos cuidar la noche, sentir la presencia segurizante de otro para dormir mejor, para dormir tranquilos…   Más aún durante los primeros seis años de vida  cuando los niños no tienen aún sus fases de sueño maduras, con lo cual si los obligamos a dormir solos se asustan y se sienten inseguros, porque como es natural dependen de sus padres para calmarse o sentir seguridad.

 Si elegimos otra forma distinta al colecho para dormir, siempre habrá alternativas respetuosas para conseguir que el sueño de los niños y el de sus padres, logre acompasarse. No existen recetas, ni fórmulas, ni tablas estandarizadas, sino que se requiere paciencia, tiempo y soluciones adaptadas a la realidad y necesidades únicas de cada familia. Lo que debe quedarnos muy claro es que, dejarlos llorar para que “aprendan” a dormir solos, obligar  a que pasen miedo y angustia, no es una solución ética, ni tampoco saludable para los pequeños.


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