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miércoles, 8 de abril de 2015

Y líbranos de los estragos del patriarcado...




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No me lo había planteado hasta que varias personas que me conocen y saben de mi punto de vista sobre la educación, me recomendaron ver la peli Whiplash. Apenas comenzar, una mezcla de sensaciones de angustia, indignación e impotencia me desbordaron. He escuchado a gente opinar lo mismo, dicen que se han querido salir de la sala en medio de la película e incluso lo han hecho. Yo estuve a punto, pero el objetivo era llegar a mi propia conclusión de la experiencia y si lo consideraba importante, compartirla. De modo que era necesario verla completa. Así que hice de tripas corazón y me quedé.

Las escenas de Whiplash  pueden despertar al alumno o hijo abusado que hemos sido. Ningún terrícola ha escapado en mayor o menor grado al flagelo patriarcal de la educación represiva que atraviesa al planeta.  Esto pudo haber sido parte del origen de mi rechazo y el de muchos.  Sin embargo hubo otras causas. Me costaba dar crédito, no podía digerir  la tolerancia por parte de los alumnos, al abuso del profesor demente, y menos aún en una sociedad como  la de Los Estados Unidos, donde una sola mirada sospechosa basta y procede para demandar por acoso o daño psicológico. Aunque ciertamente la ficción tiene sus licencias,  sin llegar a los extremos de esta película, el abuso de poder a través de innumerables formas de violencia sutiles y visibles por parte de docentes a sus estudiantes es bastante común en muchos sistemas educativos de la vida real. En todo caso,  no queda dudas de que la manifestación exacerbada de violencia o vejaciones graves y explícitas en Whiplash comporta un buen gancho para vender taquilla.  Mismo mecanismo que explica el éxito de bodrios como las 50 sombras, por ejemplo. El sadomasoquismo, la violencia, el abuso y el maltrato son mercancías de alto consumo en la ¿civilización? patriarcal organizada en la dominación del fuerte sobre el débil (hombre sobre mujer, padre y madre sobre niños, profesores sobre estudiantes, una nación poderosa sobre  otra nación vulnerable)

El curso de la trama, sin embargo, dio un giro (se procede a la denuncia, se sanciona al victimario y se detiene el acoso sistemático dentro de la institución educativa)  Por un momento pensé que la película iba hacia un desenlace, más o menos  digno y saludable -cosa que tampoco era obligatoria, porque no todas las películas deben ni tienen porque acabar bien. Pero el final de Whiplash no pudo ser más patético. De un modo muy peligroso quedó validado el abuso como método educativo  para sacar "lo mejor" de los alumnos o lo que se espera de ellos, reforzando la competitividad malsana, enfermiza, el terrible binomio dominio-sumisión.   Cuando en el último minuto de la última escena -bajo un contexto épico, heroico, casi propio de un comercial- el estudiante de música y el profesor demente comulgan, se deja entender que los recursos humillantes y vejatorios realmente logran sacar la genialidad del músico. Pude ver en ello, una vez más, la astuta trampa del establishment para introducir convenientemente los valores de competitividad descarnada y exitismo psicopático. Nos seducen sistemáticamente  para consumir valores nada edificantes con empaques atractivos.  Y ese es el mensaje que  vende esta película ganadora de innumerables premios (El mundo anda mal).

No es fácil salirse de “La Matrix”. Siempre digo que es necesario ponerse los lentes especiales del darse cuenta.  Muchos dirán, “Whiplash es una película inteligente, crítica, que genera debate y reflexión, con actuaciones y música extraordinarias”. Algunos opinarán que nadie es capaz de salir de esa película validando el sádico método del profesor demente. Yo opino lo contrario. En primer lugar para  servir el debate y la reflexión, no necesitamos esta clase de superproducciones cinematográficas plagadas de violencia y sadomasoquismo. Podemos perfectamente hacerlo con películas que nos llenen de experiencias inspiradoras sobre alternativas para educar orientados por el respeto a la integridad de los seres humanos, su capacidad crítica y su creatividad. Y sí que conozco gente que ha salido de esa película coqueteándose con la idea de que un profesor capaz de retar de un modo parecido al demente de la peli, es deseable para sacar "lo mejor" del estudiante.  Con semejante final, cualquiera que no cuente con referentes suficientes para identificar las infinitas formas de violencia y abuso naturalizados socialmente (y en esta sociedad patriarcal es lo que abunda) puede confundirse. A estas personas me permito recordarles la siguiente frase de la gran Alice Miller: Cuando alguien aprende a quererse a sí mismo no puede seguir queriendo a su verdugo.

Para mí es irrelevante que esta película se catalogue de arte o no, de inteligente y crítica o no. Le doy una importancia igual a cero que haya despuntado con las mejores actuaciones, la música o el rubro que sea que las “Academias” consideraran pertinente. Lo que en mi opinión desde mi óptica como comunicadora social cuenta, es que su contenido reafirma valores destructivos y poco edificantes de un modo además, bastante potente y abarcador.

Los medios de comunicación podrían y deberían convertirse en agentes de cambio constructivo y humanizante en lugar de constituirse  -como lo han hecho hegemónicamente hasta ahora y salvo honrosas excepciones - en maquinarias alienantes con carga de invasión de mensajes violentos, patológicamente competitivos, sexistas que comportan un continuo aporte de información deformada (naturalización de comportamientos violentos y de riesgo, de consumos y valores perniciosos, etc.) para la humanidad. Es momento ya de que los medios de comunicación realmente eduquen a favor de la humanización y no a favor de intereses deshumanizantes. Va siendo hora ya de que contribuyan con el cambio de consciencia,  con la alfabetización emocional y ética tan acuciantes para la humanidad  y para el planeta. 


Twitter. @conocemimundo
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1 comentario:

  1. No he visto la película, pero estoy de acuerdo con lo que dices. Debemos edificar desde el amor y el amor es bondadoso, sin ira y sin rencor, nunca ofende. Sigue trabajando en la construcción de un mundo diferente, lleno de amor por nosotros mismos y por los demás.

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