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miércoles, 17 de junio de 2015

Mitos y falacias de la crianza

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El niño atendido satisfactoria y oportunamente en sus necesidades psicoafectivas a lo largo de su desarrollo, llegado el momento de madurez correspondiente (cada uno a su propio ritmo) logra adquirir por autorregulación, la autonomía en las funciones biológicas o psicológicas. Es un mito, una falacia bastante extendida la idea de que al darles mucho amor, satisfacer su pedidos psicoafectivos (brazos, colecho, mirada, juego, presencia, lactancia materna "prolongada"…) los convertiremos en seres dependientes (nunca lo sacarás de la cama, lo sobreproteges, lo malcrías, etc.)

Las interferencias que impiden madurar a las criaturas no tienen nada que ver con satisfacer sus necesidades afectivas o con prodigarles presencia segurizante toda vez que la piden. Al contrario. Interferimos en el desarrollo de los niños cuando pretendemos frustrar sus necesidades afectivas, o apurarlos para que alcancen etapas madurativas que aún no les corresponde, en el afán de que se hagan "independientes".

Lamentablemente una mayoría de profesionales sanitarios, psicólogos, educadores, basan su criterio sobre doctrinas hostiles a la infancia, tales como la teoría de la frustración y el niño como perverso polimorfo de Freud, que achacan toda conducta no deseada o la dependencia natural de los niños pequeños, a la complacencia afectiva de los padres hacia las criaturas, creando así inseguridad y confusión en los progenitores que desde el sentido común, la sabiduría filogenética y la intuición, perciben el deseo de establecer una crianza natural, conectada y responsiva con las necesidades reales y los pedidos legítimos de los niños a su cargo.

Tal y como afirma la psicóloga y autora Yolanda González, “solo desde el conocimiento de sus procesos evolutivos y desde el respeto y la confianza en su autorregulación, podremos como padres, educadores y profesionales, fomentar vínculos seguros y futuros adultos más solidarios con la vida y el planeta.”


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miércoles, 10 de junio de 2015

Preparar a los pequeños para ir al médico





Cuando eran pequeñas y tocaba llevar a mis hijas a su chequeo pediátrico, el asunto se complicaba especialmente al momento de hacer los exámenes de laboratorio. Mi hija mayor tenía fobia a las agujas y comenzaba a correr por todas partes, apelando a todo cuanto recurso  encontraba para zafarse del pinchazo. Una vez le increpó a la enfermera que su hermana   tenía  la misma sangre, que  en lugar de pincharla a ella usara la sangre de su hermanita... Hoy, todos -incluida mi hija- nos reímos de su vivaz ocurrencia. Sin embargo, aunque desde el punto de vista del adulto el miedo o el dolor de los peques pudieran asumirse como “tonterías de niños”, en ninguna circunstancia deberíamos trivializarlos. Desde el punto de vista infantil dichas experiencias son vividas con intensidad. Por tanto es nuestro deber ofrecerles el apoyo para prevenir o mitigar el posible trauma vinculado con las visitas al médico, sean planificadas o por emergencia.

La Doctora Aletha Solter, experta en trauma y apego, fundadora y directora del Aware Parenting Institute  en su artículo Making doctor visits a pleasant experience for children explica varias cosas que podemos hacer para mejorar las visitas de los chiquitines al médico. En primer lugar, recomienda leer libros de cuentos sobre ir al médico.  De esta manera podemos ayudar al niño a comprender lo que le espera y motivarle a hacer preguntas para aclarar sus inquietudes y fantasías, mitos o malos entendidos. Días antes de ir a la consulta - en especial si hay que poner vacunas o extraer muestras de sangre- la Doctora Solter  propone hacer juegos con los pequeños, donde nosotros interpretemos el rol del médico y expliquemos al niño lo que vamos a hacerle. Para aligerar tensiones y crear situaciones que permitan aclarar dudas,  la especialista recomienda usar el humor. Por ejemplo, actuando como “médico torpe” que no sabe  hacer bien las cosas. También podemos usar peluches o muñecos, e invitar a los peques a interpretar el rol de médico que pone inyecciones, etc., o hacer nosotros el papel de pacientes, dramatizando o apelando a recursos que hagan reír al pequeño. Solter recomienda jugar con los pequeños todas las veces que lo pidan o necesiten, antes y después de la visita al médico. Esto ayuda a elaborar miedos, inquietudes y posibles traumas.


En situaciones de emergencia cambian las cosas porque no contamos con un tiempo previo de preparación. Sin embargo en todo momento y sin importar la edad que tenga el niño, es recomendable explicar  todo lo que está ocurriendo y lo que haremos. Palabrear al niño constantemente con la verdad, usando un lenguaje adecuado a su edad y evitando detalles angustiantes, es fundamental. En este orden de ideas, debemos explicar que lo llevaremos al médico y lo que probablemente se hará (iremos al doctor y tal vez verá tu garganta, tus oídos, tocará tu pecho, etc.)

La especialista en trauma, explica que debemos tener expectativas realistas. No podemos esperar que los niños menores de cuatro años cooperen o que no se resistan, sobre todo durante situaciones de emergencia cuando se sienten asustados, enfermos e inquietos. Los niños mayores, en cambio, pudieran entender mejor la necesidad de ciertos procedimientos.

Cualquiera que sea la edad, se desaconseja burlarse o banalizar los temores del niño con comentarios como "mira lo grande que eres y todavía con miedo a las agujas…” Por otra parte es fundamental transmitir a nuestro hijo o hija, seguridad con la actitud y con la palabra, así como acompañarles sin presionar u obligar a enfrentar por sí mismos la experiencia que les asusta. Es elemental que criadores, cuidadores y adultos responsables de los niños, siempre   escuchemos con respeto sus temores y emociones (llanto, dolor emocional o físico, miedo, etc.)  permitiendo en todo momento que las expresen,  asintiendo y sin negarlas o censurarlas (dejarles llorar, etc) al tiempo de brindar el apoyo que la criatura necesite para sentirse protegida y segura (sé que duele, está bien que llores, pasará y te sentirás mejor, estaré a tu lado todo el tiempo que me necesites…) Sea que se trate de niños o de niñas, no es recomendable elogiarles por aguantarse el dolor.  

Durante los procedimientos médicos, es neurálgico que los profesionales de salud entiendan la importancia de permitir a los progenitores mantenerse al lado de sus hijos -previniendo ansiedad de separación o miedo al abandono- siempre que sea posible. Así mismo los adultos implicados (padres y profesionales de salud) debemos hacer lo que esté a nuestro alcance para respetar los tiempos que el niño necesite hasta calmarse, antes de emprender un procedimiento.  

Para mitigar la ansiedad del pequeño, Aletha Solter, recomienda dar opciones,  cuando las circunstancias lo permitan (elegir el brazo en que quiere que le pongan la vacuna, decidir si quieren o no analgésicos, etc.. ) lo cual, sea dicho de paso, es un derecho del niño. 

En cualquier caso es un despropósito y  siempre causa interferencias procurar que el niño nos obedezca provocándole miedo con amenazas del tipo “si no comes o si te portas  mal,  te llevaré al médico para que te ponga una inyección”.


 
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