¿Cómo
hago si yo crio con apego seguro, lactancia materna a término, le enseño a mi
hijo con el ejemplo que la violencia no es una opción para resolver los
problemas, no uso métodos punitivos de crianza para disciplinar, respeto los
propios ritmos madurativos de mi hijo sin empujarlo hacia etapas para las que
no ha madurado, pero cuando lo dejo con la abuela, la suegra o en la escuela lo
exponen a las influencias de los modelos directivos y punitivos de crianza y
educación que no queremos repetir?
No
hay oportunidad en mis talleres, charlas o conferencias donde se quede sin
mencionar por parte de uno o varios progenitores esta preocupación sobre el
choque entre el modelo educativo o de crianza que han decidido practicar, y el
que practican otros agentes que intervienen en la formación de sus hijos, tales
como la familia extensa (abuelos, suegros), educadores en la escuela o
guardería así como también los profesionales sanitarios y otros vinculados con
la atención de los niños.
Afortunadamente
los espacios de encuentro, grupos de apoyo, de formación y de reflexión de
padres y madres son de creciente
demanda. Cada vez más progenitores hacen esfuerzos por formarse para superar
lagunas basadas en doctrinas hostiles a la infancia, con el interés de brindar
una crianza orientada por el respeto hacia las reales necesidades, ritmos y
procesos de las criaturas. Pero se encuentran con la presión social que empuja
en dirección contraria y como es lógico manifiestan su preocupación buscando solución a tales
interferencias.
Es
fundamental que tanto progenitores, familia que coopera en la crianza, como los
educadores y los profesionales de atención a la infancia, mantengamos la
coherencia sobre criterios esenciales que garanticen la seguridad emocional y
la satisfacción de las necesidades reales y los derechos de los niños.
Lograr
el consenso, establecer la estrategia común desde los diferentes actores o
agentes que interactúan en el proceso del desarrollo y la socialización de las
criaturas, no es tarea fácil. Se
necesita primero registrar el cúmulo de violencia concreta y sutil implícita en modelos tradicionales, socialmente aceptados como deseables. Precisamos reflexionar mucho sobre ellos.
Al
margen de la particularidad de cada familia o cultura donde nos desenvolvemos,
es fundamental responder a las especificidades objetivas del desarrollo del
niño y basarnos sobre una ética que nos oriente a respetarlos en su integridad
como personas. No se trata de discutir opiniones adultas sobre lo que está bien
o mal. Se trata de observar el punto de vista del niño y estar dispuestos a
hacer lo necesario en su beneficio.
Delegar
la educación a la escuela o la crianza a otro familiar o cuidador, no es garantía
de que nuestros hijos recibirán el trato que esperamos o que necesitan para un
desarrollo adecuado. Los padres estamos en el derecho y tenemos el deber de participar y de colaborar activamente en la
escuela, monitorear, impulsar los cambios necesarios. También somos
responsables de establecer límites concretos y ser firmes a la hora de exigir a
otros adultos el trato que consideramos apropiado para nuestros hijos. Somos
responsables de mantener comunicación constante y transparente con información directa
sobre el modo de crianza que establecemos en casa y la importancia de mantener
continuidad en la escuela o bajo el cuidado de otras personas a cargo de nuestros hijos.
Siempre
lo ideal es lograr que todos los actores o agentes que coparticipan en la
crianza y educación de los niños confluyan en una misma orientación o modelo
respetuoso y consciente, sin embargo no debemos perder de vista que la mayor
influencia para los niños, se encuentra
en el vínculo con sus progenitores, que
en general, son sus figuras primarias de apego. Cuando logramos establecer un
vínculo robusto y empático, los
progenitores nos constituimos en los más capacitados para entender a nuestros
hijos y por tanto sabremos mejor que nadie, cómo satisfacer sus necesidades.
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