Páginas

martes, 27 de septiembre de 2016

Premios, castigos, amenazas, recompensas; ¿para qué sirven?





Para adiestrar, pero no para educar. Los métodos punitivos como el castigo físico y psicológico puede que detengan una conducta en el momento, pero siempre generan repercusiones como la sumisión y la victimización o la rebeldía, porque siempre humillan y son percibidos por el niño como una experiencia violenta. No educan, no enseñan al niño por qué se hacen o no las cosas. Solo condicionan a reaccionar por estímulos externos, no ayudan a construir desde adentro una ética genuina y sostenible. Luego vemos a seres humanos que no se saben autorregular. Si no hay inminencia de un castigo o de recompensas no respetan las leyes o no cumplen con su deber. O se pliegan a órdenes y mandatos irracionales porque aprenden a obedecer ciegamente...  Vemos entonces cómo las personas irrespetan la luz roja del semáforo si no hay un policía que multe. No desarrollan el genuino deseo de cooperar porque no lograron comprender, no sienten que respetando la luz del semáforo contribuyen a mejorar la calidad de vida o porque quieren vivir en un entorno amable y hacen algo al respecto. O vemos personas que siguen ciegamente a líderes violentos u órdenes absurdas porque no desarrollaron la capacidad de pensar por sí mismas.

 Los premios, además, se me parecen mucho a un soborno: Si haces lo que te pido te lo doy, de lo contrario te lo quito. Entonces los niños estudian para sacar buenas notas y no por el placer o la satisfacción de aprender. Más adelante, cuando un compañero de la escuela les ofrezca una recompensa que consideren más atractiva para vender drogas, y la acepten, que no nos extrañe, porque para eso los condicionamos.

En conclusión, no puedo estar de acuerdo con métodos de adiestramiento canino para educar a seres humanos, porque a diferencia de los animales, los seres humanos contamos con el don de la razón, y en la medida en que la ejercitemos más, y desde más temprano, actuaremos razonablemente, con criterio propio, sentido común, en lugar de terminar robotizados, condicionados, adiestrados, inseguros, dependientes de la valoración exterior.

Dicho lo dicho, muchos se preguntarán: si no castigo ni premio ¿cómo educo?. Ciertamente la mayoría de los terrícolas procedemos de crianzas basadas en el adiestramiento y la obediencia donde los límites se asocian con el no constante, la represión y las estrategias punitivas con lo cual a la hora de criar o educar a los niños a nuestro cargo, no encontramos de dónde sacar otros referentes.  

Lamentablemente no existen recetas. Cada niño es único, cada vínculo es único y debe comprenderse desde la especificidad que lo define. Es necesario comprender que la conducta del niño nunca es mero capricho, siempre se explica por su relación con el adulto cuidador, su edad o momento evolutivo y las circunstancias que le rodean. Indaguemos tras la superficie para atender la causa y así redirigir la conducta.  Cuando comprendemos qué esperar o no en cada






No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por enriquecer este espacio con tu opinión: