Cada día la civilización adultocentrista
genera nuevos conceptos, doctrinas, argumentos que justifican la falta de
disposición adulta para cuidar y amar a las criaturas tal y como ellas
necesitan. Desde hace algunas semanas ha llegado a mí, mediante distintas
fuentes, una de dichas miradas sobre la crianza engendrada por una sociedad
indispuesta a acompañar y prodigar a los niños sus necesidades legítimas,
acusando esta función amorosa y consciente de los progenitores como
sobreprotección. Se la ha bautizado con el término "hiperpaternidad"
que habla de "la excesiva atención que hoy les prestamos a los niños y
niñas". Permítanme que lo dude. Los niños y niñas de ahora podrán tener
más juguetes y actividades dirigidas, pero no más atención ni presencia física
y emocional de sus padres. Los niños y niñas de ahora están más solos que
nunca. Seguimos a través de los siglos, perpetuando el desamparo infantil.
Ahora justificado con modas piscológicas y educativas hostiles a la infancia,
hechas a la medida para niños que no recibimos el amparo cuando lo
necesitábamos hasta devenir en criaturas eternamente carenciadas dentro de
cuerpos adultos, buscando satisfacer las propias urgencias de mirada,
presencia, escucha, instalando el hambre de amor eternizada, nunca satisfecha
por nuestros propios padres, lo cual supone descalificar los reclamos legítimos
de mirada, permanencia, atención y amor de los niños presentes a nuestro cargo,
porque nos encontramos embebidos en nuestros propios vacíos emocionales. Siguen
produciéndose a granel los malos entendidos que emanan de las propias
mitologías psicológicas alejadas de la evidencia sobre la naturaleza de los
procesos emocionales infantiles. Más trabajo que hacer, más tiempo y espacio de
reflexión para desmontar falsas creencias establecidas y reforzadas que
perpetúan el desamparo infantil y con ello un mundo patas arriba plagado de
depresiones, adicciones, neurosis, criminalidad, guerras, terrorismo, violencia
en dosis infinitas y en todas sus formas, concretas y sutiles...
Sobreprotección
¿realmente existe tal cosa?
Desde la generalizada confusión sobre los reales procesos psicoafectivos de los niños resulta común confundir el amor y cuidados oportunos hacia ellos con sobreprotección. Prodigar amor, mantenernos disponibles sin poner límites a los pedidos de afecto del niño, no es sobreprotección, es apego seguro, es la base para la construcción de la autoestima y la seguridad de las criaturas. No hacerlo en cambio, desde el punto de vista del niño, constituye una experiencia de desamparo que deviene en todo tipo de síntomas, debilidades e inseguridad tanto en su vida presente como futura.
Así mismo tiende a confundirse con
sobreprotección el exceso de control arraigado en las propias carencias, apuros
o necesidades neuróticas de los padres. Unos padres infantilizados, muy
necesitados fruto de la propia historia personal de sus infancias con déficit de
afecto, de presencia y mirada empática de sus progenitores, ahora compulsivamente
pueden necesitar nutrirse del niño presente a su cargo e impedir así que este
se despliegue por sí mismo en la medida en que madura y está listo para
hacerlo. Estos padres/ madres no están sobreprotegiendo al niño, se están
protegiendo a sí mismos de sus propios miedos, satisfaciendo sus propios
anhelos y necesidades narcisistas, calmando sus propios vacíos. Y eso es usar
al niño para llenarse... Entonces es abuso, no sobreprotección, como lo demuestran profusa y descarnadamente las autoras Alice Miller y Laura Gutman.
Twitter. @conocemimundo
Instagram: @conocemimundo
FB: Conoce Mi Mundo
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por enriquecer este espacio con tu opinión: