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sábado, 14 de mayo de 2016

Hiperpaternidad y sobreprotección, dos conceptos cuestionables




Cada día la civilización adultocentrista genera nuevos conceptos, doctrinas, argumentos que justifican la falta de disposición adulta para cuidar y amar a las criaturas tal y como ellas necesitan. Desde hace algunas semanas ha llegado a mí, mediante distintas fuentes, una de dichas miradas sobre la crianza engendrada por una sociedad indispuesta a acompañar y prodigar a los niños sus necesidades legítimas, acusando esta función amorosa y consciente de los progenitores como sobreprotección. Se la ha bautizado con el término "hiperpaternidad" que habla de "la excesiva atención que hoy les prestamos a los niños y niñas". Permítanme que lo dude. Los niños y niñas de ahora podrán tener más juguetes y actividades dirigidas, pero no más atención ni presencia física y emocional de sus padres. Los niños y niñas de ahora están más solos que nunca. Seguimos a través de los siglos, perpetuando el desamparo infantil. Ahora justificado con modas piscológicas y educativas hostiles a la infancia, hechas a la medida para niños que no recibimos el amparo cuando lo necesitábamos hasta devenir en criaturas eternamente carenciadas dentro de cuerpos adultos, buscando satisfacer las propias urgencias de mirada, presencia, escucha, instalando el hambre de amor eternizada, nunca satisfecha por nuestros propios padres, lo cual supone descalificar los reclamos legítimos de mirada, permanencia, atención y amor de los niños presentes a nuestro cargo, porque nos encontramos embebidos en nuestros propios vacíos emocionales. Siguen produciéndose a granel los malos entendidos que emanan de las propias mitologías psicológicas alejadas de la evidencia sobre la naturaleza de los procesos emocionales infantiles. Más trabajo que hacer, más tiempo y espacio de reflexión para desmontar falsas creencias establecidas y reforzadas que perpetúan el desamparo infantil y con ello un mundo patas arriba plagado de depresiones, adicciones, neurosis, criminalidad, guerras, terrorismo, violencia en dosis infinitas y en todas sus formas, concretas y sutiles...


Sobreprotección ¿realmente existe tal cosa?

Desde la generalizada confusión sobre los reales procesos psicoafectivos de los niños resulta común confundir el amor y cuidados oportunos hacia ellos con sobreprotección. Prodigar amor, mantenernos disponibles sin poner límites a los pedidos de afecto del niño, no es sobreprotección, es apego seguro, es la base para la construcción de la autoestima y la seguridad de las criaturas. No hacerlo en cambio, desde el punto de vista del niño, constituye una experiencia de desamparo que deviene en todo tipo de síntomas, debilidades e inseguridad tanto en su vida presente como futura. 

Así mismo tiende a confundirse con sobreprotección el exceso de control arraigado en las propias carencias, apuros o necesidades neuróticas de los padres. Unos padres infantilizados, muy necesitados fruto de la propia historia personal de sus infancias con déficit  de afecto, de presencia y mirada empática de sus progenitores, ahora compulsivamente pueden necesitar nutrirse del niño presente a su cargo e impedir así que este se despliegue por sí mismo en la medida en que madura y está listo para hacerlo. Estos padres/ madres no están sobreprotegiendo al niño, se están protegiendo a sí mismos de sus propios miedos, satisfaciendo sus propios anhelos y necesidades narcisistas, calmando sus propios vacíos. Y eso es usar al niño para llenarse... Entonces es abuso, no sobreprotección, como lo demuestran profusa y descarnadamente las autoras Alice Miller y Laura Gutman.


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