Las
tan temidas y censuradas rabietas, un tema tratado reiteradamente en este
espacio, pero que ahora profundizaremos cuestionando otras aristas como la predisposición
a diagnosticar a niños con rabietas frecuentes e intensas con determinados
síndromes o patologías, o la creencia general de que los niños diagnosticados
con el trastorno de espectro autista no pueden ser acompañados o no responden a
recursos libres de conductismo durante estas explosiones emocionales.
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MÓNICA SERRANO, PSICÓLOGA |
Para
ello he pedido el apoyo de una mujer estupenda, muy bien facultada en la
materia y claramente orientada por una mirada alternativa basada en el
reconocimiento consciente y el respeto a los procesos y la integridad del niño como persona.
Mónica Serrano,
psicóloga especializada en el acompañamiento a la maternidad consciente y la
crianza respetuosa, al desarrollo personal desde la maternidad. Creadora y
facilitadora del programa de formación de expertas en
acompañamiento a la maternidad y la crianza,
llamado
Maternidad Feliz, Crianza
Respetada cuya información pueden encontrar en la web
www.psicologiaycrianza.com
¿Qué son las tan temidas rabietas o
berrinches que tanta angustia provocan y
a menudo nos hacen perder la paciencia?
Los
berrinches son explosiones emocionales que se producen a lo largo de la primera
infancia. En algunos niños comienzan a aparecer antes, en otros niños aparecen
un poco más tarde, pero aparecen en
todos los niños durante el desarrollo emocional sano y pueden ser más
frecuentes o menos frecuentes, más intensas o menos intensas. Eso depende de
cada niño. Las rabietas o berrinches se caracterizan por reacciones explosivas,
puede darse en forma de llanto intenso, de pataletas, de gritos y es una
explosión que generalmente está asociada a la ira, al enfado, a la rabia, a la
frustración. Suelen ser muy llamativas
para los padres y se observa una cierta
dificultad –también en grado variable- para que remitan o para que el
niño vuelva a su estado anterior, que recupere su equilibrio.
¿Por qué se producen?
La
explicación fisiológica de este proceso emocional, es debido a que el bebé nace
con el llamado cerebro reptiliano, responsable de la actividad fisiológica
vital, necesaria y automática, y el cerebro emocional que regula o activa la
respuesta emocional, mucho más maduros que el neocortex, que sería el cerebro
racional. Ante un estímulo, el niño reacciona con menos filtros racionales,
directamente activando la respuesta de la que es responsable el cerebro emocional.
El neocortex se estima que termina de consolidar más su maduración alrededor de
los seis / siete años de edad. Por lo tanto, antes de esta edad es fácil y
explicable que los niños tengan estos episodios de explosión emocional fuerte.
¿Cómo podemos acompañar las rabietas?
Es
importante que este proceso de los niños, sea acompañado desde una perspectiva
respetuosa con el niño, que le permita vivir su proceso, que no le recrimine,
que no trate de negar este proceso, que no lo castigue, que no lo juzgue, pero
que no lo deje solo durante el mismo. Que
el niño se sienta aceptado y acompañado durante este proceso es fundamental
primero para un desarrollo adecuado de la autoestima, y por otro lado, es importante que el adulto
que lo acompaña comprenda el que esto es una reacción normal, que es una
reacción sin una intención por parte del niño. El niño no pretende chantajear, no pretende conseguir lo que desea por
medio de la explosión emocional, que no lo está haciendo para fastidiar a
nadie, sino que es un proceso propio del desarrollo emocional de la primera
infancia.
La
manera que yo considero más apropiada de acompañar es permaneciendo al lado del
niño, pero permitiéndole ser el dueño y protagonista de su proceso emocional,
es decir no intentamos resolver nosotros el berrinche, no nos apropiamos de él,
no intentamos distraer, desviar, sino que vamos acompañando al niño, reflejando
con palabras lo que el niño está sintiendo: estás muy enfadado, te estás
poniendo muy nervioso, estás muy molesto, necesitas chillar, no puedes parar de
llorar, te has sentido muy mal. Vamos reflejando su vivencia emocional con
palabras. Esto le va a ayudar al niño a ser más consciente de lo que está
viviendo del proceso que está experimentando. Le va a ayudar a que el neocortex
se active durante este proceso mediante
el reflejo, y además le va a permitir sentirse aceptado y acompañado durante
esta vivencia emocional incómoda.
Cuando
el niño haya recuperado el equilibrio, podemos hablar sobre lo sucedido: te
pusiste muy enfadada, muy nerviosa, te sentiste muy mal, no lograbas
controlarte, pero siempre sin juzga, siempre de la manera más descriptiva posible pero completamente libre de
juicios.
Puede suceder que en algún momento o
período las rabietas se presenten con más frecuencia, duración e intensidad.
¿cuáles podrían ser las causas o los factores que expliquen este
incremento?
Esto
puede deberse a varias causas. La etapa entre los dos o tres años, la del oposicionismo
en la que el niño empieza a descubrir su yo, como un ente separado de su madre
y aparece la negación como mecanismo para autofirmarse, puede favorecer que
aparezcan berrinches cuando el niño no logra el objetivo que se había
propuesto. Esa necesidad de autoafirmarse combinada con el estadio evolutivo de
desarrollo emocional y cognitivo, pueden llevar a una etapa en la que la
explosión emocional ante la frustración sea una respuesta típica. Es también
muy frecuente cuando el niño tiene una etapa en su vida en la que está más
estresado. Puede ser por el inicio de la
escolarización, mudanza, proceso de control de esfínteres, puede haber tantas
fuentes de estrés como situaciones vitales. En estas situaciones el niño suele
estar en mayor alerta e hipervigilancia y la interpretación de un estímulo
aparentemente neutro como potencialmente dañino o peligroso, es más
probable. Entones es probable que se
produzcan berrinches más frecuentemente. Si estamos acompañando a un niño que
está teniendo numerosos berrinches a lo
largo del día con una frecuencia muy elevada, es importante que nos planteemos
si hay una fuente de estrés incidiendo. En estos casos es fundamental tratar de
reducir la exposición del niño a la fuente de estrés… si no fuese posible (por
ejemplo en el caso de una mudanza) es importante intentar ser muy empáticos con
el niño, fomentar periodos de tranquilidad, evitar conflictos innecesarios,
tratar de compensar siendo quizás más flexibles o más laxos con las normas
durante ese período.
Ante
un berrinche también es importante tener en cuenta el estado del niño, no solo
emocional , sino también físico (hambre, cansancio, enfermedad, sensación
térmica como calor...) Muchas familias observan que la mayor parte de los berrinches se producen cuando el niño tiene demasiado sueño, o justo antes de comer porque llega a la comida con
demasiada hambre… Es importante que tengamos capacidad de observación y
anticiparnos siempre que sea posible.
Inquieta bastante el fenómeno acusado de
patologizar y diagnosticar indiscriminadamente cualquier conducta infantil que
nos resulte difícil de acompañar. Las rabietas no son la excepción.
Lamentablemente no son pocos los padres que salen de los burós de especialistas
con rabietas diagnosticadas como síntoma de algún trastorno o patología. ¿qué
opinas al respecto?
Opino
que el berrinche es algo muy incómodo para el adulto, muy desagradable, y que
en general no tenemos o no conocemos herramientas para acompañar. Desde ese desconocimiento,
desde esa falta de información nos sentimos muy inseguras ante un berrinche. Al
final, una sociedad centrada en las necesidades del adulto, y poca empática hacia el niño, sus
experiencias y necesidades, determina como enfermizo o como patológico
comportamientos que son normales, acordes al desarrollo infantil porque
de alguna manera, desde ahí, el adulto se alivia y se libera de una
responsabilidad que no es capaz de gestionar. También creo que tiene mucho que
ver con que se ha comerciado, se ha hecho negocio con la salud mental y que
patologizar procesos normales puede ser fuente de lucro para diversas
organizaciones o diversos profesionales. Creo que vivimos en unas sociedades en
las que el estrés está a la orden del día en adultos y niños, y dedicar tiempo y atención al acompañamiento
emocional de los niños a veces no es viable… se ha invisibilizado la necesidad
de ellos o se ha desnaturalizado mucho los procesos emocionales. Ya no solo los
berrinches, sino los duelos, por ejemplo, o los celos. Se acaba desnaturalizando todo, tratándose como
patológico, dejándose en manos de profesionales de la salud mental y negando a
nivel social general, la necesidad de comunicarnos, escucharnos y de
acompañarnos emocionalmente los unos a los otros… Creo que forma parte de la
deshumanización social.
Una pregunta muy frecuente hecha por padres
de niños diagnosticados con síndrome del espectro autista, es si el abordaje que
se limita a extinguir o reforzar conductas con castigos y recompensas, se
justifica para intervenir las rabietas, o al igual que otros niños, pueden
acompañarse con recursos más respetuosos basados en la comprensión y atención
de la causa, en conexión con el proceso emocional de las criaturas.
Para
responder a esta pregunta me he asesorado con
Mara Menéndez del Campo, madre de un niño diagnosticado con
Trastorno del Espectro Autista (TEA), y especialista en juego sensorial.
En el caso con los niños diagnosticados con
TEA el acompañamiento a los berrinches es similar al acompañamiento de los
niños no diagnosticados. Similar a la respuesta que di anteriormente. Sin
embargo con los niños TEA, hay una peculiaridad. Además del acompañamiento con
el reflejo, con la descripción de lo que el niño está sintiendo -siempre y
cuando el niño lo acepte- acompañar a través de abrazos intensos, caricias
intensas, apretar la mano… es decir, tratar de mantener al niño conectado, a
sus sensaciones corporales, de la misma manera que con el resto de los niños
les tratábamos de mantener conectados a sus proceso emocional y cognitivo a
través del reflejo con palabras.
Con los
niños con TEA limitamos un poco los reflejos con palabras –que sean más
simples, más breves- y reforzamos con el
contacto físico, solo si el niño lo permite. La explicación de esta
peculiaridad se atribuye a que los niños con TEA generalmente tienen una
dificultad de integración sensorial, y los berrinches muchas veces están
motivados por una sobreestimulación
a
nivel sensorial que el propio berrinche incrementa. Con los recursos de
contacto físico como caricias, abrazos… (estimulación del sentido
propioceptivo) promovemos que se mantengan conectados con las sensaciones de su
cuerpo y se protejan un poco de la estimulación exterior.
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