Para
adiestrar, pero no para educar. Los métodos punitivos como el castigo físico y
psicológico puede que detengan una conducta en el momento, pero siempre generan
repercusiones como la sumisión y la victimización o la rebeldía, porque siempre
humillan y son percibidos por el niño como una experiencia violenta. No educan,
no enseñan al niño por qué se hacen o no las cosas. Solo condicionan a
reaccionar por estímulos externos, no ayudan a construir desde adentro una
ética genuina y sostenible. Luego vemos a seres humanos que no se saben
autorregular. Si no hay inminencia de un castigo o de recompensas no respetan
las leyes o no cumplen con su deber. O se pliegan a órdenes y mandatos
irracionales porque aprenden a obedecer ciegamente... Vemos entonces cómo las personas irrespetan la
luz roja del semáforo si no hay un policía que multe. No desarrollan el genuino
deseo de cooperar porque no lograron comprender, no sienten que respetando la
luz del semáforo contribuyen a mejorar la calidad de vida o porque quieren
vivir en un entorno amable y hacen algo al respecto. O vemos personas que
siguen ciegamente a líderes violentos u órdenes absurdas porque no
desarrollaron la capacidad de pensar por sí mismas.
Los premios, además, se me parecen mucho a un
soborno: Si haces lo que te pido te lo doy, de lo contrario te lo quito.
Entonces los niños estudian para sacar buenas notas y no por el placer o la
satisfacción de aprender. Más adelante, cuando un compañero de la escuela les
ofrezca una recompensa que consideren más atractiva para vender drogas, y la acepten,
que no nos extrañe, porque para eso los condicionamos.
En
conclusión, no puedo estar de acuerdo con métodos de adiestramiento canino para
educar a seres humanos, porque a diferencia de los animales, los seres humanos
contamos con el don de la razón, y en la medida en que la ejercitemos más, y
desde más temprano, actuaremos razonablemente, con criterio propio, sentido
común, en lugar de terminar robotizados, condicionados, adiestrados, inseguros,
dependientes de la valoración exterior.
Dicho
lo dicho, muchos se preguntarán: si no castigo ni premio ¿cómo educo?.
Ciertamente la mayoría de los terrícolas procedemos de crianzas basadas en el adiestramiento
y la obediencia donde los límites se asocian con el no constante, la represión
y las estrategias punitivas con lo cual a la hora de criar o educar a los niños
a nuestro cargo, no encontramos de dónde sacar otros referentes.
Lamentablemente
no existen recetas. Cada niño es único, cada vínculo es único y debe comprenderse
desde la especificidad que lo define. Es necesario comprender que la conducta
del niño nunca es mero capricho, siempre se explica por su relación con el
adulto cuidador, su edad o momento evolutivo y las circunstancias que le
rodean. Indaguemos tras la superficie para atender la causa y así redirigir la
conducta. Cuando comprendemos qué
esperar o no en cada