Una metáfora que remite a la importancia de respetar los tiempos que necesitan nuestros niños para adquirir por sí mismos los hitos de madurez biológica, psicológica y social (comer sentado en la mesa más tranquilo, dejar atrás los berrinches, dormir sin despertares nocturnos frecuentes o en habitación distinta de los padres, dejar los pañales, dejar de tocar todos los adornos, y un extendido etcétera) en lugar de empujarlos desde la presión externa para complacer nuestras expectativas y apuros de "independencia" dinamitando sus pulsiones vitales, su confianza básica y el contacto con su brújula interior.
Foto tomada del FB de Fundacion Educación Emocional
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