La sexualidad es más que genitalidad, reproducción o control de natalidad. Cuando hablamos de sexualidad nos referimos a aspectos que atraviesan múltiples dimensiones de la vida. La sexualidad comienza cuando somos concebidos. Somos seres inherentemente sexuales. Partimos de dos células sexuales que se unen y multiplican para constituir el cuerpo que tenemos. La sexualidad se manifiesta y desarrolla en todas las facetas y edades. El parto es una experiencia sexual. Desde que se produce el contacto placentero del recién nacido con el cuerpo de la madre o cuando se alimenta de su pecho, se tranquiliza con su olor y el contacto con su piel, ya estamos frente a experiencias sexuales. La educación sexual también se vincula con el modo en que asumimos culturalmente los roles según sea el sexo (mujer o varón).
La manera de encarar todas estas experiencias es parte fundamental de la educación sexual. La educación sexual es un proceso, que seamos conscientes de ello o no, estamos impartiendo desde el nacimiento. Los niños y jóvenes perciben cuando algo nos incomoda o resulta un tema tabú, con lo cual pueden inhibirse de hacer preguntas o de establecer comunicación con sus adultos cuidadores para pedir orientación o respuesta a preguntas que surgen fruto de su curiosidad natural en la medida en que van descubriendo experiencias.
Nuestra actitud como criadores y educadores transmite información sobre la valoración de la sexualidad. Por ello es importante el acompañamiento y la comunicación abierta de forma continua con los hijos e hijas. Pero para entablar una aproximación saludable con nuestros hijos frente a su desarrollo sexual, lo primero que necesitamos hacer los padres es revisar y superar nuestras propias represiones, miedos e inhibiciones. Es poco lo que podemos hacer en beneficio de un despliegue consciente de la sexualidad de nuestros hijos e hijas, sin antes revisar los propios prejuicios, mitologías, así como el grado de rigidez y de autoritarismo que hemos internalizado.
Comparto a continuación algunos aspectos importantes a tomar en cuenta recogidos de distintos expertos en el tema:
-Conviene usar términos fisiológicos correctos, desde el principio, cuando hablemos sobre sexo con los niños, niñas y adolescentes (óvulo, esperma, pene, vagina, nalga).
-Se desaconseja responder con mentiras (los bebés nacen en un repollito o los trae la cigüeña) Si no nos sentimos preparados para responder a una pregunta que surja en el momento, podemos explicar al niño/a, o adolescente que no tenemos la respuesta pero que cuando la tengamos se la daremos. Es importante cumplir con la promesa de responder.
-Usando un lenguaje que el niño/a pueda entender según su momento evolutivo y con explicaciones sencillas y concretas, vamos respondiendo cada pregunta en la medida en que la planteen. Si preguntan de dónde vienen los niños, podemos decir de la barriguita de mamá, si luego preguntan cómo se hacen, le podemos decir un papá y una mamá se besan, se abrazan se quitan la ropa y el papá pone el pene en la vagina de la mamá, del pene del papá sale un líquido que tiene muchos espermatozoides, el más rápido y fuerte se encuentra con un óvulo de la mamá y así es como empieza a crecer y a formarse el bebé en la barriga de la mamá. Si preguntan cómo salí de la barriga podemos comenzar explicando que las mujeres tienen tres orificios, uno para hacer caca, otro para orinar y otro para que salgan los bebés. Si piden más explicaciones podemos ayudarnos con las ilustraciones de un cuento o un libro infantil sobre el tema.
-La curiosidad sobre la diferencia entre los cuerpos según el sexo aparece en torno a los dos o tres años de edad. Puede aprovecharse la oportunidad cuando el niño o niña vea el cuerpo desnudo de mamá, de papá o de una amiguita o hermanito y comience a hacer preguntas. Les podemos responder que los hombres y las mujeres tienen cuerpos diferentes. “Mamá tiene dos senos o tetas o pechos porque las mujeres damos la leche a los bebés, tú no los tienes porque eres varón”.
Los niños y niñas alrededor de los tres a cuatro años, en algunos casos, descubren que sus genitales producen placer por lo que comienzan a estimularse o masturbarse. Frente a esta evidencia los padres o adultos cuidadores tienden a regañar, reprimir, inhibir. Lo saludable es abordar la situación de un modo natural, respetuoso, sin castigar ni regañar, evitando que el niño o la niña sienta culpa, vergüenza, malestar o sienta que está haciendo algo malo. Si nos preocupa que lo haga en público podemos decir yo sé que te sientes bien rozándote así, pero es algo que se hace en privado cuando estés sola en tu cuarto o en el baño. Puede recordársele con gentileza que hay cosas, como hurgarse la nariz o eructar, que es mejor a veces, no hacer frente a otros.
-Aprovechemos las oportunidades que traen las experiencias cotidianas para hablar sobre sexo de acuerdo a la edad de cada niño o adolescente (un embarazo en la familia, alguna escena de parejas besándose o acariciándose en la televisión, alguna controversia sobre el aborto en el noticiero) Podemos introducir la conversación con una pregunta: ¿qué te parece cómo se trata esta pareja?, ¿qué crees que hacen? y aprovechar para hablarles sobre la cópula o la relación sexual, si el niño o niña ha hecho la pregunta.
-Explora cuánto sabe el niño, niña o adolescente sobre el tema antes de adelantarte a darle explicaciones. Pero también conviene reflexionar sobre el hecho de que no siempre hay que esperar a que el niño o adolescente pregunte para hablarle sobre sexo. Es un tema muy importante como para ignorarlo o creer que si no preguntan, no se habla de ello porque nada está pasando que lo amerite. Hay que partir del principio de que están pasando muchas cosas por la mente, las emociones y las experiencias de los niños y adolescentes, debido por una lado a que la sexualidad es parte de la vida diaria y además porque hay un gran bombardeo de mensajes sexuales rodeándolos todo el tiempo. Con lo cual es mejor que seamos los padres y adultos responsables de su crianza, quienes acompañemos con información oportuna y veraz.