Cada vez que se nos revela alguna necesidad legítima e incuestionable desde el punto de vista del niño, pero que es desatendida o descalificada sistemáticamente por nuestra parte, podemos elegir sentirnos atacadas, señaladas y por ende reaccionar con justificaciones y un arsenal de opiniones en nuestra defensa como madres, padres o adultos a cargo de niños. Pero también podemos elegir detenernos, hacer una pausa reflexiva, repensar, revisar, atrevernos a percibir con valentía el grado de conexión real que tenemos con nuestros hijos. Al margen de que estemos con ellos todo el día o solo parte del día, sea que nos apuntemos al colecho, lactancia materna a término y otras prácticas de la crianza natural o llevemos un estilo de crianza tradicional, lo importante es preguntarnos, ¿realmente los estamos sintiendo? ¿estoy percibiendo las señales de mi hijo o mi hija, interpretando su lenguaje emocional, soy capaz de responder sensible y oportunamente a sus necesidades? Sin poner en tela de juicio las buenas intenciones que toda madre o padre siempre tiene para sus hijos, ¿podemos con honestidad registrar nuestros propios recursos emocionales para amar y criar en lugar de juzgar a los pequeños, su conducta, su carácter, sus demandas, y exigencias...? Todas estas oportunidades vienen de la mano con la Maternidad y la Paternidad. Una escuela de aprendizaje diario sobre nosotros mismos, una prueba del grado real de nuestra madurez emocional y nuestra capacidad de amar y cuidar a otro ser con verdadero altruismo.
Berna Iskandar @conocemimundo
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