Se habla mucho de sanar las heridas de la infancia. Yo no creo que exista tal posibilidad. La impronta primal una vez adultos difícilmente remite. Al menos yo no conozco ningún caso. Creo que sí podemos, en el mejor de los escenarios con valentía y con la ayuda de terapias adecuadas entre otras experiencias transformadoras, hacernos conscientes de nuestra impronta infantil reconocerla y aprender a vivir con ella procurando no hacernos ni hacer más daño, comprometiéndonos con acciones concretas para dejar un mundo mejor que el que encontramos, esforzándonos por amar y cuidar a nuestros hijos y a los niños todos, tal y como ellos esperan y necesitan, para que las nuevas generaciones no necesiten recuperarse de sus infancias.
¿Tú que crees? ¿Qué cosas podemos hacer y qué no con lo que nos pasó cuando fuimos niños?
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