Las emociones son movimientos intensos de adentro hacia afuera que se detonan para cumplir con una función necesaria en la regulación humana. Aparecen, se desarrollan y desaparecen.
Cuando las inhibimos o reprimimos se pervierten en la sombra y luego se manifiestan multiplicadas y empeoradas. No hay emociones buenas o malas, positivas o negativas. Las hay agradables y desagradables pero todas son necesarias, cada una cumple con una función adaptativa. No hay emociones de hombres y emociones de mujeres. Todas las emociones son humanas y las sentimos porque ¡estamos vivos!.
Necesitamos reconciliarnos con las emociones y vivirlas con menos tabúes o juicios de valor, expresándolas de forma oportuna e inocua, es decir, saludablemente. Inhibir o reprimir las emociones propias o de los niños a nuestro cargo pensando que con ello las suprimimos, es como pretender enterrar la basura radioactiva para desaparecerla. Si queremos promover un desarrollo saludable en los niños, es preciso comprender, aceptar y navegar con sus emociones y con las nuestras.
Los seres humano no somos pura lógica, razón, pensamiento. Para desarrollarnos de forma plena e íntegra es importante reconocer, reconciliarnos e integrar la dimensión animal, instintiva, emocional que emana de nuestro cerebro reptiliano y mamífero, y que por sus características madurativas se mantiene viva en el niño a quienes constantemente criminalizamos, censuramos, inhibimos, como explica el Maestro Claudio Naranjo, ignorando que las emociones y los deseos o pedidos instintivos son manifestaciones que deberíamos honrar como indicadores de necesidades al igual que las raíces de un árbol se expanden buscando el agua para nutrirse y no por capricho o porque desea demasiado o desmedidamente.
Berna Iskandar
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