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jueves, 26 de julio de 2018

Complacerlos en todo




Uno de los tópicos de la crianza, que como todo tópico, generalmente se construye a partir de miradas sesgadas o de la ignorancia (en este caso sobre la naturaleza psicoevolutiva y procesos emocionales infantiles) se manifiesta en la creencia de que los problemas de conducta presente y de cara al futuro de las criaturas, se deben a que los complacemos en todo. “Ese niño es así porque lo estás complaciendo en todo”, “es demasiado consentido, lo vas a malcriar, no va a aprender a reconocer límites ni a valerse por si mismo". 

Dudo mucho de que a los niños se les complazca en todo, al menos yo no he visto algo así. Puede que se les complazca en sus pedidos de consumo (comer chuches, juguetes, acceso a pantallas...) pero eso no es complacerlos en todo, eso es sustituir disponibilidad emocional y presencia con artilugios del desapego.

Importante que nos quede clara la diferencia entre necesidades básicas, instintivas y necesidades creadas por la cultura como son las de consumo. Matizar que las primeras (afecto, brazos, presencia segurizante, cuerpo materno, permanencia y compromiso emocional, juego, exploración, hambre, frío, malestar físico o emocional) son necesidades incuestionables y deben ser siempre atendidas. 

Distinto es dar al niño chucherías, acceso a pantallas, permitirles poner en riesgo su integridad o la de otros. Pero insisto,  esto no es complacerlos. Es falta de disposición para permanecer con el tiempo y la paciencia para nutrir afectivamente, sostener, orientar.  Para muestra podemos observar el mundo antiniños en el que vivimos donde el orden arquitectónico, las normas, los horarios, las rutinas son pensadas en función de las prioridades adultas restando a los niños la posibilidad de un despliegue confortable de sus infancias. Más que complacer lo común es impedirles,  limitarles y reprimirles sistemáticamente  su  naturaleza de niños exploradores, inquietos, movedizos, ruidosos, demandantes, en un mundo donde hay demasiados adornos y enchufes a su alcance, o adultos que no toleran  sus llantos, movimientos, su energía creativa, juguetona y los  reprimimos con muchas normas, límites y rutinas en la mayoría de los casos arbitrarios e inviables para su edad.  Si abandonamos los tópicos y nos esforzamos para ensanchar la mirada, veremos que la cosa es al revés, son los niños quienes diariamente  complacen  a los adultos plegándose a todas esas exigencias, normas y rutinas, no aptas para su edad: comen cuando y cuánto ordenamos al margen de su hambre o saciedad, se les escolariza, despañaliza o se les obliga a dormir en solitario prematuramente, se les exige estar tranquilos más tiempo del que pueden a su corta edad, a no moverse, a no tocar, a no llorar, a no gritar, a no expresar malestar o disconformidad... 

Y es que aunque quisiéramos sería imposible complacerlos en todo. La vida entraña infinidad de límites naturales que tenemos que enfrentar constantemente (día y noche, fuerza física, recursos...) Sobran experiencias con las que las criaturas orgánicamente  deberán enfrentarse. No tenemos que agregarles sufrimiento estéril para que aprendan a  "robustecer el carácter" y valerse por sí mismos. Al contrario, debemos facilitarles un mundo a favor de sus necesidades infantiles, para que desplieguen su máximo potencial. Un mundo niñocentrista.

Berna Iskandar @conocemimundo

Twitter. @conocemimundo
Instagram: @conocemimundo

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