Por Berna Iskandar @conocemimundo
No importa si ha sido en África hace cincuenta mil años o en el Tíbet cuatrocientos años antes de Cristo o si fue hace dos minutos en Madrid o en el eje cafetero de Colombia. Un niño siempre nace con el mismo patrón biológico, las mismas necesidades instintivas, básicas que demanda un estilo de crianza congruente para satisfacerlas y garantizar, en primer lugar, su sobrevivencia y por ende la de la especie humana. En segundo lugar, el despliegue de su salud mental y física presente y futura.
Sin embargo, en lugar de privilegiar crianzas centradas en
las necesidades de las crías, seguimos prácticas construidas por la cultura con el objetivo de favorecer
las demandas del sistema productivo y competitivo dominante en nuestra
civilización.
Para mí la crianza respetuosa es un estilo que invita a retornar hacia las prácticas de cuidado y atención que responden a nuestro diseño original.
La lista de los seis principios de la
crianza respetuosa
que comparto a continuación, sin pretensiones de ser exhaustiva, recoge a
partir de mi experiencia a lo largo de más de veinte años como investigadora y
divulgadora de este tema, lo que considero son las bases fundamentales de este
nuevo paradigma de crianza.
1.
Horizontalidad: Privilegiamos relaciones
basadas en un modelo paritario, en lugar de relaciones verticales de dominio y sumisión
lamentablemente muy naturalizadas entre adultos y niños. Tratamos a los niños
como nos gustaría ser tratados. No haríamos al niño lo que no nos gustaría que
nos hagan. La autoridad es ganada. No imponemos la autoridad mediante el miedo, las
amenazas o coerciones. Los niños y niñas otorgan la autoridad a los
progenitores y adultos de referencia. ¿Y cómo la ganamos?, ofreciendo un trato
respetuoso, dando el ejemplo, demostrando que sabemos de lo que hablamos, que
pedimos cosas razonables, viables, con sentido, que escuchamos y amamos
incondicionalmente a nuestros hijos, que pueden confiar en nosotros.
2.
Empatía: La empatía surge de un
sistema orgánico biológicamente establecido en los seres humanos para regular
nuestras relaciones, y se favorece o se interfiere según se reciba o no un
trato empático durante la crianza, especialmente en los primeros años de vida.
Ponernos en el lugar de otros, sentir al otro, complacer, cooperar, ayudar a
otros a estar bien, es una cualidad que hemos perdido los adultos fruto de
nuestras propias infancias reprimidas y mal acompañadas. Ser capaces de
sintonizar con el alma infantil de nuestros pequeños, sentirlos, interpretarlos
correctamente, reconocer y valorar sus necesidades auténticas sin degradarlas a
la condición de capricho, es una condición básica para amarles y criarles como
esperan y necesitan. Los adultos somos
responsables a partir de nuestros recursos de madurez emocional, cognitiva y de
la autonomía propia de la edad, de ponernos a la altura emocional y física del
niño para sentir y comprender la lógica emocional infantil.
3.
Respuesta sensible: En la medida en que
seamos consecuentes y coherentes captando las señales y respondiendo a las
necesidades instintivas o pedidos incuestionables del niño para ayudarles a
retornar al equilibrio, favorecemos el establecimiento de un vínculo de apego seguro. La criatura se sentirá
amada, confiada y cuidada tal y como
espera y necesita para desarrollarse bien. Esta predictibilidad, como lo sustenta la
teoría del apego del psiquiatra infantil John Bolwby, comporta un organizador
psíquico que determina la construcción de la confianza básica, la seguridad y la
autovaloración de las criaturas. Para los niños, la certeza de que cuentan con uno
o varios adultos de referencia que los saben interpretar y están dispuestos a
prodigar lo que necesitan en todo momento, de forma continua, es requisito para
lograr el buen desarrollo de su salud mental presente y futura además de que
determina el modo en que luego será capaz de relacionarse con los demás.
4.
Autorregulación: Respetar el ritmo
madurativo del niño sin forzar, empujar ni retrasar. El principio de la
autorregulación habla del respeto a los tiempos que requiere cada niño para
alcanzar hitos de autonomía vinculados a su desarrollo psicológico, biológico, físico,
cognitivo, social, como por ejemplo despañalizarse, dormir en solitario sin
angustia, escolarizarse sin pasar estrés, traumas y angustias de separación…
así como el respeto a sus propios biorritmos de hambre, saciedad, sueño,
vigilia, etc. La autorregulación se
facilita en la medida en que los adultos de referencia observamos la señales
que el niño manifiesta claramente indicando que está listo para conquistar por
sí mismo un nuevo hito de autonomía. Los niños deben sentir que la conquista de
cada hito madurativo ha sido fruto de su propio logro y no impuesto por la
presión exterior del adulto. Presionarlos y obligarlos a comportarse con una
madurez que no les corresponde, con el propósito de que sean independientes o
satisfagan nuestras prioridades, comodidad o deseos, engendra miedo, culpa,
vergüenza en las criaturas, pérdida
de contacto con su brújula interior, su sabiduría corporal, intuitiva,
interfiriendo en el establecimiento de la autoconfianza, el propio poder
personal, la sensación de capacidad y la iniciativa de responsabilidad. Criar sin violencia no significa únicamente
proscribir gritos, golpes, castigos. Significa también no forzar al niño a
pasar hacia etapas para las que no se encuentra maduro.
5.
Límites y normas
razonables,
no punitivos, gestionados desde los vínculos democráticos, humanizados,
respetuosos de los derechos del niño. La crianza respetuosa no propone ausencia
de límites y normas, como algunas personas creen. Los límites son inherentes a
la vida y están presentes en todos los ecosistemas. Es imposible vivir sin
límites porque estos ya están dados. Lo
que nos queda por hacer es elegir la forma de relación en la que los
transmitimos: democráticamente, respetando la integridad del niño como persona,
o de manera autoritaria, imponiéndolos
mediante el malestar, la represión, el maltrato y la humillación repetitiva. Algo
que pocos notan es que la gran mayoría
de los comportamientos que valoramos como inadecuados en los chicos, se debe a
la falta de conexión y satisfacción oportuna a sus necesidades, y no a la falta
de límites. Antes de llegar a la conclusión
de que determinado comportamiento de las criaturas se debe a la falta de límites y que dichos
límites deben imponerse con represión o negándoles
rotunda y sistemáticamente sus deseos o reprimiendo sus pulsiones, la crianza
respetuosa invita a hacernos preguntas importantes. ¿Cuándo, a qué edad se
comienzan a transmitir límites, normas y hábitos? ¿Cómo lo hacemos? ¿Con qué
sentido y propósito? ¿Qué cosas deben o no deben limitarse?
6.
Formación y
autoconocimiento:
La autoindagación personal del adulto y la formación transformadora en espacios
privilegiados orientados por el nuevo paradigma de crianza, son fundamentales para
recuperar o desarrollar recursos emocionales y competencias parentales que nos
permitan acompañar a los niños bajo nuestra responsabilidad de un modo más
consciente y no violento. Podría decir
que aunque se encuentra al final de la lista, este no es el menos importante, sino el principio
de la crianza respetuosa por el que podríamos comenzar. Por muy buena voluntad
que tengamos los padres, es muy difícil mantener el propósito de criar de
manera consciente, respetuosa, empática y no violenta, sin antes reprocesar las
propia infancia para registrar el modo en que hemos instalado patrones insanos y
creencias falsas que ahora repetimos automáticamente con los niños a nuestro
cargo.
Berna
Iskandar
Divulgadora
y asesora de crianza alternativa
Blog: www.conocemimundo.com
Instagram: @conocemimundo
Twitter: @conocemimundo