Conocer a nuestro hijo o hija implica entender y validar quién es, cómo siente, cuáles son sus preferencias, sus gustos, sus habilidades, sus dones, sus valores, su temperamento. Conociéndoles bien podemos ayudarles a que se conozcan mejor a sí mismos y permanezcan en un continuum de conexión con su ser esencial a lo largo de las distintas etapas y experiencias de su desarrollo. Esto permitirá que encuentren y mantengan su propio equilibrio llevando una vida congruente con su propia persona.
Es importante hacernos conscientes de que nuestros hijos e hijas pueden tener gustos, habilidades, temperamentos, valores, planes, objetivos alejados de nuestras expectativas. Por ejemplo, ser vegetarianos cuando nosotros comemos carne o viceversa, profesar una religión distinta a la nuestra o ser introvertidos cuando pensamos que deberían ser extrovertidos como rasgo necesario para alcanzar un “buen desempeño social” … Respetemos su derecho y sana necesidad de diferenciación.
No hay que perder de vista que nuestra tarea más importante como padres es ayudarles a florecer en correspondencia con lo que son.
Recordemos estos versos del poeta libanés Khalil Gibran: Tus hijos no son tus hijos, /son hijos e hijas de la vida,/deseosa de sí misma./No vienen de ti,/sino a través de ti,/y aunque estén contigo,/no te pertenecen./Tú eres el arco del cual tus hijos,/ como flechas vivas,/son lanzados. /Deja que la inclinación, /en tu mano de arquero, /sea para la felicidad.
Berna Iskandar
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